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Carreras para el espíritu

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Carreras para el espíritu
El Seminario de Estudios Latinoamericanos ha organizado un curso sobre los bailes y juegos tradicionales de los indios tarahumaras
ANABEL PÉREZ //FOTO: AP / GRANADA

ELECCIÓN. Una mujer tarahumara vota en Chihuahua (México).

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JUEGOS Y DANZAS
F Matachines: Son las danzas de las fiestas del ciclo de invierno para que el sol pálido de esta temporada se alegre y no muera. Se da gracias a Onorúame (Dios) por las buenas cosechas y la salud.

F Juego del Nakiburi: Se juega con dos palillos, uno con una horquilla y otro con un gancho. Se juega por equipos de más de cinco jugadores. Se inicia en el centro del terreno de juego entre las dos metas, se hace un hoyo en donde se entierran los barrilitos mientras los jugadores permanecen de espaldas. Se dan la vuelta después y comienzan a desenterrarlos. Gana el equipo que primero llega a la meta.

F Lucha Tarahumara: Es practicada en las fiestas de Semana Santa, simulando esta lucha entre los fariseos (hijos de Satanás), que defienden a su amo, contra los moros (hijos de Dios), que defienden su reino. La lucha es practicada por hombres, mujeres y niños.

F Danza de los pintos: Danzan en Semana Santa únicamente, son dos grupos: los amigos de Judas que portan una bandera roja y los que no lo son portan una bandera blanca. Se pintan todo el cuerpo con machas grandes de tierra blanca mezclada con un poco de agua.
EN el mundo occidental correr 200 kilómetros golpeando un balón durante una noche resulta una utopía, una hazaña digna de figurar en el libro Guinness de los récords. Sin embargo, para Martín, esta carrera supone simplemente una práctica que heredó de su padre. Práctica que le permite compartir experiencias con su comunidad, ya que sus entrenamientos tan sólo consisten en caminar a través de la sierra visitando a sus abuelos, hermanos y amigos. Martín participa en estas carreras tres veces al mes y su curandero y la pinole, un tipo de harina de maíz tostada, le proporcionan la energía para resistir el largo recorrido. Pero hay que señalar que los acompañantes también realizan con ellos la prueba, van junto a ellos todo el recorrido. «Es necesario que nosotros también resistamos si queremos que el juego se realice en compañía de toda la comunidad», indica Martín Chávez.

Esta competición es típica de la tribu indígena de los tarahumara o los rarámuri. La Universidad de Granada a través del Seminario de Estudios Latinoamericanos, impartió la semana pasada el curso Etnología de la danza, música y juegos tradicionales tarahumaras, con el objetivo de dar a conocer esta cultura del suroeste del Estado de Chihuahua ,en México, dentro de la Sierra Tarahumara.

Uno de los organizadores es Ángel Acuña, profesor del departamento de de Antropología y Trabajo Social, que lleva a cabo sus estudios sobre esta comunidad indígena y para el que «es preciso que se tenga conocimiento de la parte norte más olvidada de México. Este curso no sólo se aborda desde el punto de vista del folclore o de la curiosidad sino que pretendemos mostrar el contexto social, cultural y festivo donde se desarrollan estas manifestaciones folclóricas que tiene un sentido peculiar». Y es que para los tarahumara las danzas, los cantos y esas carreras interminables tienen un contenido ideológico: suponen un encuentro con toda la comunidad, manifiestan con ellas sus creencias sobre el bien y el mal. «Los tarahumara corren para vivir, la carrera es la metáfora de la resistencia ante la vida», destaca Acuña.

Patrimonio cultural

Una de estas carreras es la que se denomina Carrera de bola. Se trata del juego rarámuri más conocido y admirado a nivel mundial y sólo es ejecutado por hombres. Éstos corren al mismo tiempo que lanzan con la cara superior de los dedos y pies una pelota tallada en madera de pino, encino o madroño, de tamaño similar al de una pelota de béisbol. La duración del juego: más de 20 horas sin descanso. Esta práctica es reconocida por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.

Las mujeres también consideran que correr las mantiene vivas y las une a su comunidad. Clorinda, además de danzante y cantante, es capaz de resistir una noche esos doscientos kilómetros. Se ríe mientras cose un vestido de llamativos colores y comenta que no es ninguna proeza lo que ella hace, ya que está acostumbrada desde pequeña a cubrir la carrera de arihueta. Angélica, su amiga, que subió ayer a la Alhambra a pie, dice quitándose importancia: «Yo sólo aguanto 60 kilómetros». Se trata de pruebas de alta resistencia exclusivamente para mujeres, que corren con una vara de cerca de 1 metro de largo y un aro de 12 centímetros de diámetro hecho de ramitas de táscate o encino y forrado con lana. Las corredoras tiran el aro con la vara.

Lo verdaderamente llamativo de las carreras es que no consideradas por los tarahumara como competiciones. «No se le concede importancia a los primeros ni los últimos son considerados perdedores. Las carreras los mantienen vivos y sirven de encuentro social», apunta Acuña.

Otras manifestaciones artísticas que se estudiaron en el curso son sus danzas y sus canciones. Tienen una importancia vital ya que los rarámuri consideran que si no se danza el mundo desaparecería. A Clorinda y a Angélica les encanta bailar en las fiestas, como son las de su patrona, la virgen de Guadalupe.

Influencia colonial

Algunas danzas son originales y tradicionales, como la jícuri, la bacánowa o la yúmari. Otras tienen un posible origen indígena, pero se advierte en ellas cierta influencia occidental; las más vistosas, el pascol y los matachines al son de violines, guitarras o el arpa. « Esta comunidad no baila por bailar, sino que sus danzas tienen relación con rituales de curación o petición y la liturgia católica», señala Miguel Ángel Berlanga, profesor de Musicología de la Universidad.

Clorinda y Martín Chávez cuentan desde el puesto de artesanía improvisado en la Facultad de Ciencias Políticas que han grabado compactos con sus canciones, que tratan temas como la salud, los amigos o el apego a su lengua materna rarámuri. El compacto de Clorinda se titula Rajeli (Luz de la sierra).

La música de los rarámuri bebe de dos fuentes: la autóctona o indígena con elementos prehispánicos y la hispánica o colonial que presenta influencia de instrumentos de viento o percusión. «Se consigue una fusión muy peculiar entre los elementos autóctonos y los de influencia española. Con la expulsión en el XVII de los jesuitas la música española se raramuriza y se consigue una fusión genial», opina Berlanga.

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