TRIBUNA
Cajal y el Nobel. La intrahistoria de un premio
ANTONIO CAMPOS/CATEDRÁTICO DE HISTOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD DE GRANADA Y ACTUAL OCUPANTE DEL SILLÓN DE CAJAL EN LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA DE MEDICINA
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EL día 12 de diciembre de 1906, hace hoy exactamente cien años, don Santiago Ramón y Cajal, histólogo español de 54 años, leía en Estocolmo el discurso de recepción del Premio Nóbel que acababa de recibir. El discurso llevaba por titulo Estructura y conexiones de las neuronas y en el mismo, en un correcto francés y en presencia de algunos de los científicos más importantes de su tiempo, fue desglosando pormenorizadamente los distintos hallazgos, la mayoría suyos, que sustentaban, y sustentan todavía hoy, la llamada teoría de la neurona. A diferencia de Camilo Golgi, con quien compartió el Nóbel, y cuyo discurso consistió en una injusta critica a la obra cajaliana (defendía la errónea teoría reticular del tejido nervioso), don Santiago en el suyo, se limito a exponer científicamente los hechos y a citar por su nombre a todos aquellos investigadores que junto a él habían contribuido a establecer la individualidad de la neurona y su jerarquía como unidad estructural y funcional del tejido nervioso. Sus palabras fueron las siguientes: «Los descubrimientos científicos constituyen una labor colectiva en la que con frecuencia es difícil atribuir el mérito a un sabio determinado. Algunos sabios como Retzius, Hiss, Forel o van Geuchten han contribuido a sugerir, preparar o desarrollar varios puntos de mis modestos descubrimiento».
El discurso de Cajal ha quedado para la historia del Premio Nóbel y de la ciencia como un excelente ejemplo de solidaridad y de reconocimiento a quienes, habiendo contribuido de forma muy significativa al logro de una verdad científica no alcanzan, sin embargo, la recompensa pública de los laureles y los premios. El discurso de Camilo Golgi ha quedado como todo lo contrario, como un ejemplo de resentimiento y de falta de generosidad, propia de quien sabe que recibe un premio que probablemente no merece.
¿Por qué recibió Cajal el Premio Nóbel? ¿Por qué lo recibió Golgi? Veamos muy sucintamente la intrahistoria del Premio a los cien años de su concesión. A ello nos ayuda hoy la apertura pública de los archivos de la Fundación Nóbel y por supuesto los informes y las actas de las reuniones celebradas para otorgar los galardones. Lo primero que hay que decir es que Cajal era ya, a principios del siglo XX, cuando comienzan a concederse los Premios Nóbel, un científico consolidado y reconocido a nivel internacional. En 1894 había ya pronunciado, por invitación de la Royal Society de Londres, la Croonian Lecture y había sido nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Cambridge, en 1899 era ya Doctor Honoris Causa en Estados Unidos y en 1900 y 1905 había ya recibido los importantes premios Moscú y Helmholtz, este último otorgado por la Academia Imperial de Berlín. Pero más importante que sus premios es, sin duda, su obra. Una obra científica que hoy sigue citándose más que la de Einstein, más que la de Darwin o más que la de Rudolph Virchow. El profesor de la universidad de Granada don Evaristo Jiménez Contreras ha demostrado que Cajal es, además, el premio Nóbel mas citado no solo de su generación sino de los primeros cincuenta años de Premios Nóbel que son los años a los que limitó su estudio. A principios del siglo XX la obra neurohistólogica de Golgi esta ya acabada pero el sabio de Pavía, como lo llamaba Cajal, tiene, sin embargo, el prestigio de haber sido el inventor y el impulsor de los métodos de impregnación argéntica que, modificados posteriormente por Cajal, sirvieron a este y a otros histólogos para lograr algunos de sus importantes hallazgos.
Cajal era, sin duda, un excelente candidato para el Premio Nóbel y así lo atestiguan los documentos del Instituto Karolinska. Desde 1901 hasta 1906 en que lo recibió fue candidato todos los años y en todos ellos obtuvo un informe totalmente favorable por parte del comité de selección. En ese periodo fue propuesto hasta cuarenta veces por instituciones y universidades de todo el mundo, la mayoría de las veces en solitario y en algunas ocasiones junto a Camilo Golgi. El debate fue, en todos los casos, si Cajal debía recibir el Premio en solitario, con Golgi o con algún otro neurohistólogo. Y así, un año tras otro, se posponía la concesión. El gran valedor de don Santiago en Estocolmo fue siempre el histólogo Gustav Retzius, que quizá, de no ser sueco, lo hubiera recibido con él. Tras figuras históricas de la medicina como von Behring, Ross, Finsen, Pavlov y Koch, Cajal y finalmente Golgi -con dos concepciones opuestas sobre la estructura del tejido nervioso- recibieron el premio Nóbel correspondiente a 1906.
Después del premio Cajal siguió investigando y años más tarde realizó aportaciones fundamentales sobre la regeneración del tejido nervioso, que le podrían haber valido otro Nóbel, y que hoy vuelven a estar de actualidad con motivo del desarrollo de la medicina regenerativa. En los primeros cincuenta años de Premios Nóbel de Medicina, sabemos tras consultar los archivos que solo otro español, el también histólogo don Pío del Río Hortega, fue propuesto en tres ocasiones. Pero de este caso y de esas propuestas escribiré seguramente otro día. El de hoy dediquémoslo a recordar y a celebrar, con motivo del centenario del Nóbel de Cajal, el reconocimiento público más importante que ha tenido y disfrutado la ciencia española a todo lo largo y lo ancho de su historia.