– Antonina Rodrigo y los hermanos Dalí Argumentos contra la antipolítica
ANTONINA Rodrigo es una de las plumas más prestigiosas y fecundas que hasta ahora ha dado Granada. Ha cultivado todos los géneros que emanan de la prosa, incluido el relato y el teatro, -precisamente su primer libro, Retablo de Navidad, está integrado por toda una serie de ingenuas y deliciosas estampas navideñas-, pero indudablemente su punto fuerte es la biografía. Impecables y trabajadas biografías que, gracias a un estilo preciso y asequible a todo lector medianamente culto, enganchan con tanta facilidad como pudiera hacerlo una novela. Su primera biografía fue la de la heroína Mariana Pineda y la última la de los hermanos Dalí, Ana María y Salvador Dalí, que, publicada por la editorial Base y el ayuntamiento de Figueras, vio la luz en Barcelona hace unos pocos meses.
Entre ambos títulos podemos contar más de una veintena de personajes biografiados. Entre ellos hay que destacar el libro sobre Margarita Xirgu -la indispensable actriz de García Lorca-, el que ha dedicado al médico José Trueta, la impresionante biografía de María Lejárraga -la negra de su propio marido-, los varios libros que sobre nuestro inmortal Federico ha escrito -García Lorca en Cataluña, Una amistad traicionada y García Lorca en el país de Dalí- y el monumental e imprescindible Mujeres para la Historia. Tan enorme labor investigadora se ha visto reconocida y galardonada con el Premio Internacional de Periodismo Manuel de Falla (Madrid, 1975), el premio internacional de la Academie Europenne des Arts (París, 1888) y el Premio Aldaba (Granada, 1889)
El libro que hoy nos ocupa, además de una magnífica biografía de los hermanos Dalí, en sus años de infancia y juventud, también es una demostración clara y palpable de hasta qué punto Antonina Rodrigo, llegada en 1970 a Barcelona, ha sabido calar en la cultura catalana de los finales del siglo XIX y principios del XX. En esta obra no solamente están los dos protagonistas, sus progenitores, familiares y amistades más próximas, sino también todo el mundillo, con sus costumbres, canciones y anhelos, que les rodeó. Valga de ejemplo este fragmento del libro sobre la compra de la leche -de la ubre de la cabra al consumidor- que parece sacado de una novela costumbrista de la época:
«De todos aquellos oficios y menesteres modestos los había que a los niños Dalí los llenaba de curiosidad o desataban su hilaridad o divertimiento. La llegada del rebaño de cabras, las cabras de la leche, mañana y tarde, era objeto de curiosidad. A Salvador y Ana María les gustaba bajar con Lucía a ver ordeñar la leche de la cabra que cada familia tenía asignada. La destreza del pastor en hacer fluir la leche tibia al recipiente era motivo del más vivo regocijo. Las cabras deambulaban calmosamente por calles y plazas, a su libre albedrío, sin estar sujetas a normas de tráfico».
Toda una cultura y formas de vida que el tiempo se llevó. Páginas adelante van desfilando las amistades de la familia y de los niños -los Reig, los Pichot, los Llont-, somos testigos de los juegos y fiestas familiares, vamos conociendo algunas de las excentricidades del futuro pintor -entre otras, quería ser Napoleón-, sus rabietas y bravatas infantiles, asistimos a sus primeras producciones artísticas y entramos de lleno en la vida y en la obra de un genio que deslumbra, pero no seduce. ¿Por qué será?
Uno de los aspectos más interesantes de este libro es el hecho de echar por tierra algunos de los mitos y tópicos que el pintor se había inventado y sus sucesivos biógrafos, sin molestarse en investigar su veracidad, habían repetido. Uno de ellos es el de la primera escuela a la que asistió Salvador Dalí, la del señor Trayter, de la que se ha dicho que era una escuela laica y atea. Merece la pena reproducir lo que dice al respecto Ana María:
«Lo han repetido porque así lo escribió él en sus falsas memorias. Los que lo repitieron se mostraron incultos, por repetir las cosas como loros, porque se trataba precisamente de la Escuela Municipal de Figueras, bajo el reinado de Alfonso XIII, por lo que era una escuela católica. También dijo mi hermano que allí sólo iban niños pobres, lo que también cae por su propio peso, porque siendo la única escuela municipal del pueblo, allí iban todos los niños en edad escolar.
Después de aprender las primeras letras en la escuela municipal, en 1910, Salvador pasó al colegio que los hermanos de La Salle abrieron en Figueras. Entró en huitième, el equivalente a primero de primaria. Muy pronto se destacó por su falta de interés y su estado de abstracción. También por su gusto en llamar la atención y sus dotes para el dibujo.
Los últimos capítulos del libro tienen un marcado sabor granadino: viaje de Federico García Lorca al Ampurdán, invitado por la familia Dalí; lectura -precisamente en el despacho del notario Dalí-, del drama Mariana Pineda a los amigos de la familia; decidida colaboración de Dalí en la escenografía de la obra y, finalmente, representación de la misma el 24 de junio de 1927, en el teatro Goya de Barcelona. La consagración dramática de Lorca -afirma Antonina Rodrigo- fue posible gracias a dos de los más grandes artistas catalanes del siglo XX: Salvador Dalí y Margarita Xirgu. Una enormidad de material fotográfico, la mayor parte hasta ahora inédito, así como algún dibujo primerizo del niño Dalí, enriquecen la obra, que sólo abarca la infancia y juventud de sus dos protagonistas. Un delicioso libro para estas largas y soleadas tardes de verano. Bajo este título, la Universidad de Granada ha tenido el acierto de publicar en un excelente libro una recopilación de artículos, publicados en la prensa granadina en su mayoría, y otros textos del profesor y diputado socialista José Antonio Pérez Tapias. Argumentos contra la antipolítica constituye un hermoso ejercicio de reflexión en torno a problemas actuales, hilvanada con gran maestría, que trasciende más allá de la perentoriedad de la noticia para rebuscar en el pensamiento los elementos que sustentan muchas de las maniobras políticas que van más allá del sano ejercicio democrático.
Las reflexiones bucean en la tarea política -apremiando siempre a la ética-, en los espacios de la economía más cercana, en la memoria colectiva y la identidad nacional, en el sano ejercicio de la educación para la ciudadanía o en la laicidad y la religión, terreno intelectual este último en el que el autor se nos antoja un consumado especialista. En todo este proceder analítico, presentando con la modestia que caracteriza al intelectual honesto e íntegro que reconocemos en Pérez Tapias, los argumentos contra la antipolítica se dirigen a nuestro pensamiento desde múltiples frentes y temáticas como si el autor quisiera advertirnos de que en las acciones más cotidianas podemos encontrar señales de esa política contraria a la esencia de la democracia. Se señalan, entre otros, dos de los grandes enemigos de nuestro tiempo democrático de que se vale esta antipolítica: la mendacidad y el cinismo, que entiende el autor «corroen las bases que hacen posible la convivencia de una sociedad que quiere vivir en democracia».
Porque la antipolítica, ejercida desde la tecnocracia, el economicismo imperante, la amnesia interesada o el fundamentalismo moralista, representa la negación del individuo, esforzada en anularlo como ente participativo e invalidando su entidad racional para manifestarse con capacidad crítica. Los poderes que promueven los senderos de lo antipolítico -llámense fácticos, económicos, mediáticos – forcejean porque el individuo carezca del tono social adecuado y quede diluido en una masa informe y manipulable. La antipolítica es la antítesis de la democracia deliberativa, la que entiende al individuo como persona ciudadana en la más amplia acepción del término.
En un ejercicio honrado de búsqueda de la verdad uno siempre tiene que dar razones para hacerse creíble. Es conveniente -incluso diría, de estado de necesidad- argumentar para convencer, argumentar para persuadir. Pero persuadir con pudor, con argumentos para la interpelación, no para la imposición y el dominio. En esa línea argumental navegan los textos de Pérez Tapias, y ahí es donde hace un ejercicio intelectual para derribar estrategias y argumentos impositivos que se articulan desde sectores de influencia social y mediática que propenden a la anulación del pensamiento y la capacidad crítica de los ciudadanos. Así, cuando desde la educación se impulsan valores para fortalecer el desarrollo integral de la persona, a poco que bajemos la guardia el trabajo callado pero estridente, subliminal pero atrevido que ejercitan los sectores antisociales y neocons se revuelve con musculosa destemplanza para diezmar la dignidad del ser humano y someterlo al monopolio del pensamiento único y retrógrado.
Ser convincente pero sin dogmatismo es lo que José Antonio Pérez Tapias nos trasmite en estos Argumentos contra la antipolítica. El autor ofrece frente al cinismo y las retóricas de nuestro tiempo, donde las fórmulas antipolíticas se camuflan, la política comprometida con la convivencia democrática, respetuosa del pluralismo e identificada con la libertad.
Esta recopilación de artículos de prensa que ocuparon su espacio y su tiempo en las páginas de la prensa granadina, sin desmerecer su ubicación original, pues cada creación es obra de su tiempo, nos parece un acierto para bien de la reflexión que en ellos se contiene y para bien de los lectores que podrán disfrutar del hilo conductor que los une: el argumento que sustenta una acción política verdaderamente democrática. Estamos convencidos de que su lectura ayudará a ejercer con libertad opiniones dentro del sano ejercicio de la democracia participativa y crítica, y permitirá fortalecer la estructura intelectual que afronte los peligros que asedian a nuestra ciudadanía, así como los múltiples interrogantes y enemigos que atacan la razón en nuestros días.
Finalmente, felicitar a José Antonio Pérez Tapias por estos Argumentos contra la antipolítica, auténtica contribución al ejercicio libre del debate político.
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