– Andrés Manjón, un granadino de corazón y cultura
Sr. Director de IDEAL: En la encuesta que aparece en su diario sobre los personajes granadinos que podrían ser recordados por medio de bustos escultóricos en la Avenida de la Constitución ya aparece D. Andrés Manjón.
Si el simbolismo cultural e histórico es la idea central de esa iniciativa del Ayuntamiento de nuestra ciudad, cabe aportar algunas ideas sobre la vida y la obra de D. Andrés, joven catedrático de Derecho Canónico en la universidad granadina de finales del XIX, procedente del austero páramo burgalés de La Lora y que dio sentido a su vida como granadino de bien y de cultura.
El reciente catedrático fue ordenado sacerdote en Granada y residió siempre como canónigo en la abadía del Sacromonte, desde donde acudía a sus clases en la Facultad de Derecho, montado en una borriquilla cuando sus años le hacían difícil subir y bajar las temibles siete revueltas del camino a la abadía, revueltas que subió ágilmente algunos años el padre del que esto escribe para ayudar a Misa a D. Andrés, como monaguillo que contestaba en latín.
El Sacromonte, hoy bastante olvidado, es una institución que apareció como respuesta a una inteligente y piadosa iniciativa de granadinos procedentes del Islam, que quisieron entroncar los orígenes del cristianismo en Granada con personas de origen árabe venidas de oriente, buscando una posible convivencia en paz entre cristianos y musulmanes en la España del siglo XVI. La Iglesia Católica inició una investigación que se ha dado por terminada, en sentido histórico, cuando el cardenal Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI, devolvió a Granada y a la abadía los libros plúmbeos que aparecieran bajo la torre Turpiana.
La Iglesia de entonces, al margen de polémicas, aprobó la bella idea de convertir el monte de Valparaíso en un centro de espiritualidad y cultura, que ha llegado hasta nuestros días como la Abadía del Sacromonte.
El catedrático y canónigo D. Andrés realizó una profunda actividad en esas dos instituciones tan simbólicas para Granada, pero entre ambas estaba un barrio lleno de pobreza e ignorancia, el camino del Sacromonte.
D. Andrés no se contentó con cumplir dignamente sus obligaciones diarias, sino que se acercó más a su prójimo y decidió hacer por aquellos niños y niñas lo mejor que podía ofrecerles: El bien y la cultura. De su trabajo surgieron las escuelas del Ave María, a las que aportó ideas y novedades pedagógicas reconocidas hoy como muy avanzadas y positivas.
A la doble relevancia simbólica de su actuación en la universidad y la abadía, D. Andrés añadió para Granada y urbi et orbi unas escuelas en el camino del Sacromonte, en las que se conserva, como un relicario, la cueva donde enseñaba D. Enrique Maya, el primer maestro gitano que él formó.
D. Andrés Manjón es un granadino de corazón y de cultura. Queden estas líneas como un recuerdo que se añade a las opiniones sobre esa acertada iniciativa de simbolizar en esculturas a los granadinos más destacados, entre los que, indudablemente, estará siempre D. Andrés.