Actores por afición.
No todos los intérpretes aficionados han quedado en el anonimato; algunos alcanzaron fama por motivos distintos a su amor por el teatro.
GRANADA es una de las ciudades con mayor afición teatral. A la media docena de compañías profesionales de alta categoría radicadas entre nosotros, se une casi una treintena de grupos de aficionados, que estrenan uno o dos montajes con frecuencia anual. Son ellos los que satisfacen ese gusanillo del teatro, el cual, una vez inoculado por la lectura o por la asistencia a las salas, es casi imposible de abandonar ni olvidar.
Celebramos hoy el Día Mundial del Teatro, recomendación hecha por la Unesco, en el día en que Molière murió en escena, para mantener vivo y activo este vehículo cultural tan antiguo como la propia humanidad. Decenas de actos darán cuenta de la celebración en todos los ambientes, desde los principales coliseos de la capital hasta los rincones más apartados de nuestra geografía. En Granada las presentaciones de libros y representaciones teatrales se vienen sucediendo desde los últimos días de la semana pasada. Pero nuestra ciudad no necesitó de la Unesco ni de un día especial para que el veneno del teatro afectase a muchos de sus ciudadanos.
El número de granadinos que en alguna ocasión se han embarcado en una creación teatral por pura afición es inabarcable y, por desgracia, casi todos sus nombres permanecen en el anonimato. Sin embargo un día como hoy parece el adecuado para agradecerles a todos ellos su entrega y dedicación. Ellos dieron lo mejor de sí mismos, su cuerpo y sus palabras, su expresión y su gesto, para que otros pudiesen divertirse o para recaudar fondos con algún fin benéfico. Esa es la grandeza del teatro por afición, que rebosa generosidad y apertura, que transmite amor a las cosas bien hechas, por el simple placer de hacerlas, sin pedir a cambio más que una sonrisa o un aplauso, que para algunos es lo más grande que hay en la vida.
Pero, si hojeamos con detalle la historia de Granada, encontramos que los actores por afición no siempre fueron anónimos. Todo lo contrario. Muchos de ellos fueron famosos escritores o políticos, antes o después de subirse al escenario. Traemos aquí un ramillete de los más destacados de los siglos XX y XXI, aunque cualquier aficionado a la farándula recordará muchos más.
Lorca y La Barraca
En primer lugar, es lógico destacar a Federico García Lorca. Nuestro entrañable poeta y genial dramaturgo comenzó su acercamiento al teatro como actor, labor que no dejó ni incluso cuando triunfaba como autor. Se han rastreado casi una docena de actuaciones suyas en diversos escenarios. Una de las primeras fue en 1918, aquí en Granada. Aquel año él y sus amigos del Rinconcillo representaron la leyenda fantástica titulada La historia del tesoro, en la que se escenificaba un cuento de Washington Irving. Sus compañeros de reparto eran Ángel Barrios, Miguel Pizarro y Manuel Ángeles Ortiz, que también fueron actores antes de dedicarse a las tareas que les dieron fama.
El día 5 de enero de 1923, Lorca de nuevo subió al escenario y puso voz a los muñecos tallados por Hermenegildo Lanz para representar sus Títeres de Cachiporra. El teatrito era el salón de la propia casa de los Lorca, en la Acera del Casino. Pero la actuación más memorable de Lorca fue con La Barraca. En este grupo de apoyo cultural, durante la primera etapa de la República, él era el director artístico y se reservó el papel de Sombra en el auto sacramental de Calderón La vida es sueño. Lorca vestido de Sombra apareció en los escenarios más inauditos de los pueblos de España y en el teatro Isabel la Católica de Granada actuó el día 7 de octubre de 1932 en sesión de tarde.
El crítico Gallego Burín
Por aquellos años ejercía de crítico teatral el que llegaría a ser el más famoso alcalde de Granada durante la posguerra: Antonio Gallego Burín. Su afición al teatro había comenzado como actor y a punto estuvo de ser profesional de la escena. De sus actuaciones han quedado dos muestras, recogidas por su hijo en un libro reeditado recientemente. En diciembre de 1914 el joven estudiante representó en Granada, junto a su novia, Eloísa Morell, la obra de Benavente La fuerza bruta. Y el 27 de junio de 1927, en el Patio de los Aljibes de la Alhambra, bordaba el papel de Autor, en la famosa obra de Calderón El gran teatro del mundo.
Un año antes de la guerra, la que sería gran poetisa granadina, Elena Martín Vivaldi, también se ilusionaba con el teatro. Ella y su hermana Asunción, interpretaron sendos papeles femeninos en la obra de Lope de Vega La moza de cántaro. Ambas dijeron los versos del autor madrileño en el patio de la Universidad, hoy Facultad de Derecho, la tarde-noche del 10 de junio de 1935, dentro de los actos de homenaje de la Universidad granadina al Fénix de Ingenios.
Políticos teatreros
La larga posguerra fue tiempo de formación de los granadinos que hoy ocupan puestos destacados en la administración, la política o las artes. Se puede decir que casi todos ellos han sido actores por afición, ya sea en el colegio o en grupos universitarios. Como muestra, es de destacar otro de los que fueron alcaldes de Granada: Jesús Quero. Este político, hoy encargado de gestionar uno de los complejos tecnológicos de nuestra ciudad, se entusiasmó por el teatro en los años setenta. Junto a otros jóvenes entró a formar parte del grupo Teatro Popular, que dirigió Manuel de Pinedo. Una de sus actuaciones más memorables fue en el Centro Artístico, donde representó El zoo de cristal, de T. Williams, la tarde del 20 de diciembre de 1973.
Pero la afición al teatro entre políticos y personalidades continúa incluso en el siglo XXI. Por desgracia son pocas las oportunidades en que dejan su teatro diario y suben a las tablas para decir textos mejor hilvanados que los que suelen entablillar a cada paso. Uno de esos momentos memorables fue la noche del 30 de diciembre de 2002, cuando Moratalla, Valenzuela, Garzón, Díaz Berbel, Tabasco y muchos más, unos en el poder y otros en la oposición, representaron La venganza de Don Mendo, de Muñoz Seca, cargada de dobles intenciones y para regocijo y desternillamiento de miles de granadinos.
Como vemos, la Granada de antaño, como la de ogaño, ha cuidado de que sus hijos fuesen buenos actores por afición. Políticos y poetas famosos, junto a hombres y mujeres, cuyo anonimato no les resta valía ni mérito, se encargaron en todo tiempo de que el teatro no sólo tuviese uno, sino muchos días de vida cada año.