LA RAE acaba de publicar un polémico Informe a propósito del sexismo en el lenguaje que, según recogen los medios de prensa, ha sido criticado duramente por políticos y organizaciones feministas.
El polémico informe es un análisis detallado, agudo y de gran sensatez que cuestiona esos manuales (es un decir) que se pusieron de moda hace algunos años, publicados por instituciones públicas, sindicatos, universidades (entre ellas la Universidad de Granada) para, supuestamente, prevenir el uso del lenguaje sexista y recomendar (o exigir) el empleo de un lenguaje, aparentemente, no sexista. En el informe se cuestiona, sobre todo, esa especie de manía (¿hay otro modo de llamarla?) que estos manuales (muchos todavía vigentes) desarrollan contra el genérico de la lengua española, entendiendo que su construcción en masculino resulta siempre una traba para la visibilidad de la mujer y una afrenta contra ella. El informe pone de manifiesto cómo el uso de genéricos no supone, necesariamente, un uso sexista de la lengua, dejando también en evidencia la falta de correspondencia entre el lenguaje real y el recomendado por los citados manuales.
En apoyo del informe de la RAE, y de lo que entiendo por feminismo, quiero hablar a favor del genérico, y también, sí, de su utilidad para las mujeres. Y es que, a pesar de lo que piensan algunas feministas, las mujeres no necesitan siempre ser visibilizadas como tales; a veces, simplemente, necesitan precisamente lo contrario; es decir, ser invisibilizadas como mujeres para que se reconozca su derecho, y capacidad, de ser iguales a los hombres. No se es más feminista porque se diga, por ejemplo, que los trabajadores y las trabajadoras tienen derecho a la huelga. Porque ponerse en huelga es derecho de todos, y si desdoblamos los sustantivos parecería que hubiera dos huelgas, cada una por su lado, una de hombres (¿la importante?) y otra aparte de mujeres.
Otro ejemplo: recientemente publiqué una antología de la poeta cubana Fina García Marruz. En ese libro, y en donde quiera que puedo, afirmo que Fina «es el mayor poeta cubano vivo», y lo digo así, todo en genérico, no para invisibilizar a la escritora, sino precisamente para lo contrario: pretendo que los poetas cubanos masculinos no dejen de sentirse aludidos y entiendan que Fina no es sólo la mejor entre las mujeres sino la mejor entre todos, incluidos, también, ellos. Nuestra lengua está llena de riquezas y matices y el genérico es uno de ellos, que puede, además, servir, ser útil a las mujeres, y al feminismo, si se sabe utilizar cuando y como corresponde.