– Un nuevo festival (con sentido).
Un nuevo festival de cine con sentido ha de nacer de una mirada atenta y crítica al cine de su tiempo, a sus coordenadas geopolíticas y tendencias estéticas, a sus huecos de invisibilidad en el territorio en el que se inscribe, a la necesidad de dar espacio a voces y ámbitos que escapan de las caprichosas dinámicas del mercado. También ha de nacer del equilibrio entre ambición y modestia. La primera es su única garantía de éxito, sobre todo si pretende dar a conocer cines sectoriales o minoritarios a menudo ignorados o incluso despreciados. La segunda, desde el convencimiento de que sólo contando con un buen equipo de expertos, asesores y especialistas se puede superar airosamente la siempre peligrosa tendencia a creer que desde lo local se puede gestionar cualquier empresa cultural de altos vuelos a golpe de talonario o simple intuición. Un nuevo festival de cine con sentido nace también de la voluntad de equilibrar ciertas dosis de populismo (ya se sabe, los números que justifiquen el gasto) con criterios de selección y programación que sepan reconocer la vanguardia o lo que se cuece por más viejos y más sabios festivales. Un nuevo festival de cine con sentido, y no uno de tantos destinados casi exclusivamente a la promoción turística de la localidad de turno (y de sus instituciones oficiales) con la (falsa y vieja) coartada del glamour, ha de nacer con visión de futuro y sentido de la permanencia, apostando a un tiempo por el rigor y justa medida de su programación, sus concursos oficiales (premiados con dineros públicos), sus ciclos y retrospectivas, por la profesionalidad y calidad contrastada de sus jurados, por el nivel y especialización de la prensa y la crítica que lo cubre, por un cierto sentido de su contribución a la historia, materializado en publicaciones y ediciones serias y no en camisetas, pins y merchandising de usar y tirar. Y bastantes cosas más que no suelen ser la norma en los muchísimos festivales de cine que han proliferado recientemente.
Y todo esto a cuenta del recién estrenado (pueden visitarlo hasta el próximo día 17 de junio) Festival Cines del Sur de Granada, un evento que, a priori, y con su millón y medio de euros de presupuesto (pagan Junta de Andalucía, Ayuntamiento, Diputación, Universidad de Granada y Legado Andalusí), parece responder una a una a nuestras sencillas y lógicas demandas cinéfilas. A saber, un programa general coherente y oportuno (y no necesariamente oportunista) que apuesta por la difusión y promoción de las cinematografías de los países habitualmente adscritos al sur geopolítico, a los países que constituyen el área africana, asiática e iberoamericana, una aparente ausencia de pomada institucional en los criterios de programación (principal problema de los festivales Europeo de Sevilla y Español de Málaga), un director con experiencia en la profesión (José Sánchez-Montes), unos programadores y asesores nacionales -no necesariamente granadinos ni andaluces- de reconocido prestigio en el sector (Alberto Elena, Mirito Torreiro, Esteve Riambau, María Luisa Ortega), un concurso equilibrado entre secciones competitivas e informativas (lo nuevo de Ming Liang, Weerasethakul, Kiarostami o Zhangke), unas retrospectivas interesantes, originales y necesarias (el egipcio Youssef Chahine y China Siglo XXI), acompañadas además de sendas publicaciones (co-editadas, para nuestra alegría, por la poco visible Filmoteca de Andalucía), un jurado con nombres importantes del cine mundial (Zhang Yuang, Jafar Panahi, Idrissa Ouedraogo), exposiciones atractivas (fotografías del turco Nuri Bilge Ceylan), congresos universitarios con sentido académico (La imagen del inmigrante en la España actual), encuentros, conciertos o actuaciones multimedia. Las bases son muy buenas. Sólo queda desear suerte, continuidad, público y ambición de mejora.