Pensar en colores
Rubén, un soñador lúcido
I. GARCÍA
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Granada. Si está leyendo esto, lo más probable es que perciba las letras de un monótono color negro. Pero imagínese ver cada letra de un color distinto: la a blanca, la i roja, la e amarilla… Es lo que se conoce como sinestesia, un fenómeno psicofisiológico que afecta a un porcentaje reducido de la población, pero que resulta un atractivo campo de investigación para los científicos. Emilio Gómez Milán, psicólogo de la Universidad de Granada (UGR), realiza un estudio con seis personas que comparten el mismo tipo de sinestesia: en su mente cada letra o número es de un color, aunque sea distinto en la realidad. Éste es el tipo más común, aunque hay otros: hay quienes asocian colores a la música.
Gómez explica en qué consiste el fenómeno. Los sinestésicos tienen unidas las dos zonas del cerebro que identifican los colores y las letras, comenta en su despacho de la Facultad de Psicología. Ambas se sitúan cercanas en la ruta que el cerebro emplea para determinar la identidad de los objetos, aunque la zona que procesa el color está en los estadios menos abstractos. La sinestesia se puede medir: si se le pide a una persona que clasifique una letra repetidas veces, como vocal o consonante, cuando cambia de tarea y pasa a reconocer el color en que está escrita tarda un periodo de tiempo en responder que, en el caso de los sinestésicos, es sensiblemente menor. En estas personas este cambio de tarea no implica coste alguno, un indicio de que estas dos áreas están unidas, explica.
Una persona con sinestesia tiene su propia paleta de colores, que no se corresponde con los colores verdaderos del objeto. Siempre verá en su mente la a blanca, la i roja o el 4 azul… Y no sólo letras y colores: los lunes son amarillos, al igual que la envidia; la fuerza física es roja, como el sabor dulce. Hay sinestésicos que asocian colores con notas musicales y otros que perciben a cada persona de un color, lo que ha llevado a especular con que los sinestésicos pueden ver el aura. Normalmente no son conscientes de esta anomalía, dice Gómez. Pero cuando esta persona ve un 4 en otro color distinto del azul siente una sensación de rechazo.
La investigación realizada por los psicólogos de la UGR no tiene un interés terapéutico. Lo que buscan es profundizar en el conocimiento del fenómeno. Su primer paso fue desarrollar un método fiable para saber si una persona es realmente sinestésica. Hemos creado un test que mejora el sistema utilizado habitualmente (llamado Stroop), ya que discrimina entre la experiencia subjetiva, la activación del concepto de color, de la percepción del mismo, declara Gómez. Esto es: su método evalúa de modo objetivo el esfuerzo que supone para un sinestésico ver un 4 de un color diferente al que él tiene en la mente, aunque termine por ver su color real. Los trabajos han sido remitidos a revistas científicas como Quarterly Journal of Experimental Psychology.
Una vez ideado un sistema para diferenciar a los verdaderos sinestésicos, los investigadores han podido contar con seis personas de toda España que comparten este fenómeno, que contactaron con el grupo a través de su página web. Ahora, la segunda fase del estudio se centra en analizar sus experiencias subjetivas, en ver qué significa cada color para ellos. Para ello realizarán un perfil de su personalidad mediante un test de inteligencias múltiples y cuestionarios emocionales. Además, también quieren estudiar la relación de la sinestesia con la creatividad artística. Estas personas tienen más interconexiones neuronales, su cerebro es más fluido, dice Gómez. Por eso tienden a pensar las cosas desde nuevas perspectivas, lo que se relaciona claramente con el arte, cuya originalidad está en buscar nuevos puntos de vista.
En las entrevistas en profundidad, los científicos observaron un denominador común: los seis sujetos se definían como personas intuitivas y tienen más facilidad para las artes y las letras que para las matemáticas. El arte está lleno de sinestésicos, sean o no reales. Gómez pone el ejemplo de Andy Warhol, que utilizaba los colores al revés buscando efectos artísticos. Los científicos granadinos pretenden comprobar si los verdaderos sinestésicos son también artistas. Por ahora se han centrado en el caso de Rubén, que además es daltónico; él escribe y hace eventuales trabajos de diseño gráfico.
Pero como se trata de ciencia, los investigadores pretenden medir objetivamente la creatividad de los sinestésicos, algo original pero no exento de dificultades. Para ello, han planteado un test donde se les pide, junto a otras personas sin este fenómeno, que asocien una figura, una letra y un número para crear en su mente y dibujar luego un objeto que puedan nombrar. Por ejemplo, un 4, una B y un círculo. Un sinestésico forma una figura (un despertador) en diez segundos como media, mientras que las otros participantes tardan treinta. Posteriormente, se mostrarán los resultados a unos jueces (artistas y estudiantes de psicología), para que evalúen la creatividad y originalidad de los objetos inventados. Para Gómez cualquier recombinación mental produce efectos colaterales. En los sinestésicos se potencian las relaciones de los colores y los objetos; en las personas ciegas, se desarrolla más la zona del cerebro que rige los sonidos. Pero la sociedad tiende a ver la diferencia como una tara, reconoce el psicólogo. Por eso, a pesar de las dificultades de financiación, los investigadores quieren seguir ahondando en este fenómeno y poner de manifiesto la delgada línea que separa, a veces, lo extraño y la virtud.
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