Inicio / Historico

Navidad en La Habana

milena rodríguez gutiérrez

Navidad en La Habana

@ Envíe esta noticia a un amigo

EN esta época, para alegrar a la gente de muchas, muchísimas casas de La Habana, el mejor regalo de Navidad es llevarse a uno mismo como paquete. Llevarse para que nuestros padres, que sobreviven allí como pueden sin nosotros, nos miren, nos toquen, nos abran (no demasiado, no vayan a asustarse), nos disfruten por un mes y nos devuelvan a este mundo, al otro mundo, al Mundo.
Tengo un amigo que intentó dar ese regalo a sus padres. Mi amigo, que vive en España y hace cinco años que no ve a su familia, se colocó a sí mismo junto a los otros regalos (turrones, zapatos, libros, discos y los euros ahorrados) y se montó en un avión con destino a su casa de La Habana. Aunque no consideró un pequeño detalle: para llegar a su casa necesitaba primero entrar en Cuba.

Mi amigo cumple todos los requisitos establecidos por el Gobierno cubano. Requisitos que, violando los derechos que gozan los demás ciudadanos del mundo, establecen que nuestras autoridades, que no se refrendan desde hace 46 años, tienen que autorizarnos a salir y a entrar de nuestro propio país. Pero mi amigo era afortunado y contaba con el salvoconducto exigido. Un sello en su pasaporte, con el nombre de Permiso de Residencia en el Exterior, demuestra que pertenece al grupo de cubanos privilegiados que podemos entrar en Cuba cuando queramos. En el sello se lee: Número de entradas: múltiples; fecha de vencimiento del permiso: indefinidido.

Mi amigo, sin embargo, no logró llegar a su casa. En el aeropuerto de La Habana le comunicaron que tenía prohibida la entrada en Cuba. Sin dejarlo ver a su familia, que lo esperaba al otro lado de los cristales, sin más explicaciones, lo montaron en un avión y lo devolvieron a Madrid. Aunque no se lo dijeron, él sabía la causa: en España, se había negado a trabajar como chivato para el Consulado cubano. Él, que se disfrazó de paquete para alegrar a sus padres, había olvidado otro detalle: para el Gobierno de nuestro país, eso es lo que somos.

Mientras mi amigo viajaba y era devuelto como un paquete, en la Universidad de Granada se celebraba una mesa redonda. En la Facultad de Política y Sociología, el director de la Cátedra Antonio Domínguez Ortiz, del Vicerrectorado de Extensión Universitaria, el profesor titular de geografía Aron Cohen, servía de moderador para que el presidente de la Asamblea del Poder Popular de Cuba, Ricardo Alarcón, disertara sobre Democracia y participación política en Cuba. En esa mesa, seguro, no se contaron historias como la de mi amigo. Aunque, según la prensa oficial de Cuba, el público llenaba la sala.

Mi amigo y yo nos hacemos la pregunta: ¿la autonomía universitaria otorga impunidad para cobijar y aplaudir a la dictadura que a los cubanos nos atropella? Por cierto, por si las autoridades de esta histórica institución no se han enterado: en Cuba, tampoco hay autonomía universitaria.

Descargar