Manolo Olmo expone en la galería Yolanda Rojas una selección de su obra que, con el título ‘En la medida de lo posible’, resume las claves de su personal estilo
Siempre le han llamado la atención ese tipo de frases que vienen muy poco a cuento pero parecen resumir verdades universales. «Me acuerdo sobre todo de las clases prácticas del carnet de conducir, cuando el profesor te decía: ‘frena en la medida de lo posible»… Manolo Olmo rescata ahora la expresión para ponerle nombre a una exposición donde muestra dibujos y pinturas que sintetizan las claves de su obra. ¿Es posible medir lo posible? «Sinceramente, no lo creo», dice.
La galería Yolanda Rojas expone hasta el 15 de abril las líneas que delimitan los lugares y personas de Olmo. Nadie como él es capaz de confundirlos, haciendo que el uno habite en el otro sin que resulte extraño. Puede ser imposible esa medida pero en otro sentido de la frase el pintor malagueño cumple una de sus reglas puesto que aunque pintor, su obra nace de la fotografía, de lo real, del encuadre posible que surge en un instante determinado y parece respirar ya para siempre.
La estantería de Aquí interrumpí mi lectura se vuelve eterna para recibir el libro ‘robado’; las hojas del periódico que lee una muchacha en Antes de que vuelvan los meses con ‘r’ siguen intactas a pesar del viento; en Standby se cruzan hombre -en rosa- y mujer -en amarillo- en un pause interminable; Kind of Blue es el momento del movimiento, la flexión decisa hacia otro lado, pero sólo un segundo.
El entramado de enjambres de otros mundos posibles se mezclan con este que vivimos en una superposición perfecta que parece nacer del garabato, pero que en absoluto lo hace si el espectador pone todos sus sentidos. Oculta, entera y suave, ella buscaba es un claro ejemplo. Una mujer pensativa en primer plano -de nuevo en amarillo- a quien se le vienen pensamientos, cuerpos y ramas, de otros tiempos.
Estampa en sus cuadros la admirada nostalgia que Edward Hopper personalizaba en personajes solitarios en medio de la nada. Como él, recurre a las cuatro paredes de un interior cualquiera o a una situación cualquiera de un día cualquiera. «Todo puede ser susceptible de ser pintado o dibujado. De un miércoles, valdría el desayuno, la comida o el camino al trabajo». Le puede valer la taza del café pero sobre todo la persona con quien lo comparte. «Todo lo poético o que esconda algo sugerente».
Comparan sus escenarios con las escenas domésticas de los grandes maestros holandeses del XVII como Vermeer, Guerrit Dou, Caspar Netscher, Jan Oteen, Emanuel de Witte o Gerard ter Borch; sus interiores con las del danés Vilhelm Hammersoi (1864-1967); su forma de pintar con la nueva figuración europea de Kitaj (1932-2007)… pero los lugares de Manolo Olmo conjugan todo de cada uno.
Cuando no es así, sus lugares son blancos y diáfanos. Esta vez, la nada sin nada, sin límites, sin mesas ni sillas. Sólo una persona y sus pensamientos (Paisaje interior) o una siesta profunda (Lo suficiente o El suave tiempo adecuado).
Si fuera posible pintar un lugar en el que vivir ¿cómo sería? «Blanco y con líneas…», dice, y se ríe. «No sé si influye el que acabe de mudarme pero creo que sería como es mi casa», una casa en la que hay colgados cuadros suyos pero también dibujos de Paco Lagares y dos pósters, uno de Vértigo y otro de una exposición que hizo en Berlín, junto a postales que aguardan la llegada de nuevas obras que ya están encargadas.
Hay una descripción que encaja a la perfección en la obra de Manolo Olmo y lo describe con todas sus bendiciones. Pedro Osakar (catedrático de la Universidad de Granada) dice de él: «Las imágenes de los cuadros de Manuel Olmo Hoyo se forman en un instante, pero cobran forma tras ser perseguidas lentamente. Se caracterizan precisamente porque tienen su propio tiempo. Hay instantes vividos como instantes decisivos, como algo que vendrá». Un sí o un no dibujado en el tiempo.
Manolo Olmos. Galería Yolanda Rojas. Hasta el 15 de abril.
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