María de Buenos Aires, hija adoptiva de Granada
jorge pimentel
despedida. El Festival se clausuró anoche en el Auditorio Falla.
Los ciudadanos están recibiendo el festival como un disfrute de la cultura propia
G. CAPPA
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granada. Como diría Carlos Gardel de haber estado ayer en Granada: Mi festival querido, cuando yo te vuelva a ver, no habrá más penas ni olvido. Otro ilustre de los arrabales, Horacio Ferrer, fue el encargado sobre el empedrado del Manuel de Falla de despedir la presente edición del XVII Festival Internacional de Tango recitando la letra de María de Buenos Aires –compuesta por él mismo–, un ceremonial metafísico tanguero que hizo aparecer el duende de Piazzolla en cada rincón.
Si Ferrer puso la historia viva del tango sobre el escenario, la Camerata Libertango se hizo cargo de la música. Por su parte, Enrique Moratalla y María Jesús Pérez, que también participaron en la velada, se responsabilizaron de demostrar en sus voces la universalidad de la música porteña.
Si bien María de Buenos Aires es una de las primeras producciones del binomio Ferrer/Piazolla, su estructura musical y sus parlamentos pueden ajustarse al estilo de los últimos productos del dúo, porque Piazzolla y Ferrer constituyen una unidad indisoluble que el tiempo perfecciona pero que, además, se autorrenueva constantemente.
Así, María renació y murió ayer nuevamente, envolviendo al espectador con las estrofas de su canto sin par y de su mensaje trascendente.
María es Buenos Aires y sigue siendo el tango, duerme en el bandonéon y puede jugar de niña en una alcantarilla, ama como la mejor mujer y con la intensidad del hombre más jugado, se arriesga en un todo o nada dentro de vivencias ciudadanas de emociones desencontradas y puede inmolarse en agonía de corcheas para renacer en la gloria de un eterno dos por cuatro.
Este ceremonial metafísico tanguero que es María de Buenos Aires hizo aparecer el duende de Piazzolla en las voces, en cada músico y en la propia energía del sonido, envolviendo con amor, talento y creatividad, todo el ámbito convocado de la pieza.
El espíritu de la obra fue entendido por Libertango Camerata, que consiguieron que sus instrumentos tuviesen ecos callejeros sin perder academicismo. No en vano, sus miembros proceden del más exigente ámbito clásico: Conservatorio de Córdoba, Joven Orquesta Nacional de España, Conservatorio Superior de Bayona, Universidad de Granada, Southern Methodist University of Dallas…
El preámbulo del fin lo puso anoche la Joven Orquesta de Música de la Escuela Amati, que protagonizó la primera parte de la velada con la obra Tango a Granada, obra que se representó por segunda vez en el Festival –la primera fue durante la séptima edición–.
Y el colofón, con Horacio Ferrer y el bailarín Juan Carlos Copes, cuyos pasos sobre el escenario, los últimos del Festival, coincidieron con los primeros pasos de la Semana Santa en ciernes. Diferentes manifestaciones pero un mismo futuro: ambos volverán el año que viene. En el caso del festival, una imagen y un fecha a celebrar: los cien años del granadino Francisco Ayala.
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