Manantiales de literatura
BLANCA DURÁN
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Granada. Ya no vengo aquí en busca de salud, vengo en busca de mí mismo. El escritor y médico portugués Miguel Torga anotó en 1991 en su diario personal –que fue publicando a lo largo de su vida en 16 volúmenes– esta breve reflexión que sintetiza los beneficios que históricamente se les ha otorgado a los balnearios: centros de salud y descanso, pero también un espacio para la reflexión y la paz interior.
El curso Los establecimientos balnearios: historia, literatura y medicina que organiza el Centro Mediterráneo de la Universidad de Granada (UGR) en colaboración con el Balneario de Lanjarón propone durante toda esta semana un acercamiento a los distintos beneficios del agua, así como a la estrecha vinculación que siempre unió a estos centros con los grandes literatos de todos los tiempos. Autores como Katherine Mansfield, Hermann Hesse, Pío Baroja, Azorín, Manuel Vázquez Montalbán, Anton Chéjov o Miguel Torga convirtieron los balnearios en sus pequeños edenes, donde encontraron todo lo necesario para gestar sus obras maestras.
Katherine Mansfield fue una de las mejores escritoras de su tiempo, aunque también una mujer con una acusada personalidad que no dudó en buscar en la paz de los balnearios un lugar para encontrarse con ella misma. Su madre la acompañó siendo muy joven y con numerosas experiencias amorosas negativas a Wörishofen, un balneario de Baviera que inmortalizó en sus cuentos más tempranos y referencia central en su primer libro, En un balneario alemán, objeto de estudio de la escritora Ayes Tortosa en este curso. Unos centros que Mansfield describía como de gran poder para evocar imágenes tan bellas como grotescas y donde siempre permanecía latente cierto aire de nostalgia.
Pero los balnearios están también estrechamente ligados a la historia personal de muchos autores como Anton Chéjov, que murió de tuberculosis en su retiro en Badweiler, o como Hermann Hesse, que en su breve En el balnerio aprovechaba sus personajes de ficción para hablar de sus propias miserias.
El doctor de la UGR Pascual Vicente Crespo explicará los pormenores que rodean al libro El balneario de Manuel Sánchez Montalbán, donde el autor relata su propia historia y la de la Transición española comparándola con la vida en los balnearios: En los balnearios nunca pasa nada… hasta que pasa. Es entonces cuando se pierden las maneras, el decoro, la templanza, el bisoñé, la salud e incluso la vida. Miguel Torga también pasaría importantes etapas de su vida en el balneario Chavez (en el norte de Portugal), siempre en busca de lo mejor del mundo natural y rural, según explica el profesor Antonio Campos, y rescatando de las pequeñas cosas cotidianas todo lo que tienen de universal.
Dos escritores emblemáticos de la generación del 98, Azorín y Baroja, se convirtieron en objeto de estudio del profesor José María Urkía de la Universidad del País Vasco. Azorín realizó en 1904 un recorrido por los balnearios del norte de España para retratar los paisajes y la vida que allí veía a través de las crónicas que publicaba en ABC y El Imparcial y que se reunirían años después en el hermoso libro Veraneo sentimental. Baroja, por su parte, incluye numerosas referencias en sus memorias al balneario vasco de Gestona, donde encontró el remanso de paz para su creatividad.
Más cercanos, los poetas granadinos Antonio Carvajal y Juan Alfredo Bellón fueron los encargados de inaugurar el curso relatando sus experiencias personales y literarias en el Balneario de Lanjarón. El agua es inspiración. El agua que fluye es una medida del paso del tiempo. El lado y el estanque simbolizan lo estático, lo perenne, explica Bellón. Ambos autores, interesados en profundizar más en el tema, han organizado el primer curso para profesores sobre este tema. Lanjarón: Agua y cultura se celebrará la última semana de agosto en la localidad granadina para reflexionar de forma poliédrica y creativa en los distintos ámbitos de la cultura.