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Actualización | lunes, 13 de marzo de 2006, 06:12
thomas mermall. profesor de literatura de la universidad de nueva york
Las virtudes que más valora Ayala son inteligencia y bondad
Francisco Ayala llega el próximo jueves a los 100 años y la Universidad de Granada celebra la efeméride con un ciclo de conferencias que, bajo el título Ayala, el escritor en su siglo, analizará diversos aspectos de la obra del intelectual granadino. Abre el seminario esta tarde Thomas Mermall, hispanista de origen húngaro que compartió departamento en la Universidad de Nueva York con Ayala.
pepe marín
erudito. Thomas Mermall, en el Carmen de la Victoria.
G. CAPPA
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granada. Thomas Mermall fue colega de Ayala en el sentido más académico de la palabra. El hispanista, que abre esta tarde en Derecho el seminario Ayala, el escritor en su siglo, dice con humor que una vez que ha conquistado la inmortalidad literaria parece que se ha empeñado en conquistar la biológica.
–Le consideran el mejor biógrafo de Ayala. ¿Qué faceta le llamó más la atención en un primer momento?
–No tanto biógrafo, más bien un analista, un intérprete de su obra. He dedicado un libro y un puñado de artículos sobre sus reflexiones, sus pensamientos, sus ensayos, sus trabajos sociológicos. También he estudiado a fondo sus memorias, Recuerdos y olvidos, a las que dedico mi conferencia. A Ayala lo conozco personalmente desde 1975, cuando fuimos colegas en la City University of New York, y tengo una estrecha amistad y me he ocupado de su obra con verdadero interés. Creo que es una las cabezas más privilegiadas de los últimos 50 años. Una vez que ha conquistado la inmortalidad literaria parece que se ha empeñado en conquistar la biológica.
–¿Cómo era Francisco Ayala como colega en la Universidad de Nueva York? ¿Qué relación tenía con los alumnos?
–Bueno, era reconocido por todos porque fue el primer titular de la Cátedra Juan Carlos de la New York University, que es un honor máximo. Inauguró la tradición que sigue hasta hoy en la Cátedra Juan Carlos. En la Universidad tenía una relación entrañable con los alumnos que en América llamamos subgraduados. Sobre todo se le estimaba como director de alumnos de doctorado. Él se entregaba totalmente a los que mostraban interés y los que tenían vocación por los estudios literarios. En cambio, a los que estaban ahí por otros motivos los dejaba a la buena de dios.
–¿Desmiente usted esa fama de hombre brusco que a veces se le ha otorgado?
–No tiene ninguna brusquedad. Lo que pasa es que tiene esa mirada tan penetrante que puede detectar en los modales, en el porte, en las características personales, cómo es la persona, y cuando él detecta que se trata de un tonto sabe perfectamente cómo tratarlo. Ayala es muy acogedor con las personas que muestran cierta inteligencia.
–En 1983 publicó usted Las alegorías del poder en Francisco Ayala. ¿Qué ideas mostró en ese trabajo?
–Una de las cosas que siempre me han interesado de Ayala es la amplitud de sus intereses y la profundidad de sus análisis. Ayala se ha ocupado de todos los campos de lo que llamamos las ciencias del espíritu y tiene un gran interés por la idea de la naturaleza humana hasta intereses de orden sociológico como la comunicación moderna y los medios audiovisuales. En cuanto a la idea del poder, Ayala dice que es un mal necesario, un mal inevitable que es indispensable ejercer de vez en cuando porque no hay otro remedio de llevar una sociedad adelante, pero con el mínimo abuso. A veces, la evasión del poder y de la responsabilidad política puede conducir a un mal mayor. Si uno está en una posición de ejercer el poder y no está a la altura de la responsabilidad puede acarrear un mal mayor.
–Su conferencia de esta tarde versará sobre Recuerdos y olvidos, la autobiografía de Ayala que no deja de ser al mismo tiempo un retrato del siglo XX…
–Sí, sobre eso he hablado en muchas ocasiones, pero me voy a centrar en su habilidad para retratar a personajes conocidos y famosos, como Juan Ramón Jiménez, Victoria Ocampo, Ferrater Mora… En definitiva, gente que él ha tratado. Mi ponencia va a orientarse a demostrar que al hablar de otros Ayala se retrata a él mismo. Se ven los valores que él usa durante ese retrato, por ejemplo la importancia que le da a la bondad humana. Las virtudes que más valora Ayala son la inteligencia y la bondad. Aparte de eso ha trabado importantes amistades.
–¿Cómo retrató a Juan Ramón, un autor que, según dicen, era de trato tan difícil?
–Es curioso, porque es el único retrato en el que mantiene cierta distancia irónica e incluso burlona. Juan Ramón era un personaje de trato dificilísimo. Era un hipondríaco y Ayala capta que se da muchos aires y hace la vida muy difícil a las personas que le rodean. Es un poco dictatorial y Ayala hizo un retrato que no llega a la caricatura pero que presenta situaciones que son tan cómicas que parece una película de los hermanos Marx. Es una de las pocas veces donde Ayala, que suele tener una ironía muy sutil, se muestra francamente burlón. Pero una cosa es lo que Ayala dice de la persona y otra es la estimación que tenga de su obra. Por ejemplo, Gómez de la Serna es una persona para él detestable, porque una de las cosas que más detesta Ayala es la crueldad. Pero no deja de reconocer que Gómez de la Serna es uno de los grandes autores del siglo XX.
–Como ha dicho usted antes, Ayala separa con nitidez la inteligencia de los buenos sentimientos…
–Siempre, cada vez que veo en Ayala alguna simpatía por un personaje, esa persona es bondadosa. La bondad es muy importante para él.
–En el polo opuesto a Juan Ramón, ¿quién de los personajes que retrató consiguió sus simpatías?
–Victoria Ocampo, por ejemplo. Ayala se define en sus memorias como una persona retraída a la que no le gustan las celebridades, la pose social. Victoria Ocampo era una dama que estaba siempre invitando a gente muy famosa y, aunque Ayala emplea a veces un tono irónico, dice que Ocampo hacía estas reuniones de una manera muy sincera, que no había ningún esnobismo. Victoria Ocampo sólo pretendía tener contacto con excepcionales inteligencias. Aunque Ayala no se sienta a gusto en los actos sociales en los que tiene que ponerse como una máscara, sin embargo, si la persona es bondadosa, la acepta y la considera una gran amiga.
–¿Está Ayala conforme con todos los actos sociales organizados con motivo de su centenario o son un mal trago para él?
–Él es una persona sociable, le gusta la conversación y tiene sus amistades, pero en Recuerdos y olvidos dice que no quiere que lo encuadren en ninguna categoría social. Por eso no le gusta mucho conservar fotos, se siente un poco retraído y, aunque es sociable, es muy exigente para la amistad.
–¿Ha programado la City University de Nueva York algún acto especial con motivo del centenario de Ayala?
–En estos momentos no. Lo único que puedo decir por ahora es que la revista Hispania, que tiene un gran prestigio en Estados Unidos, va a dedicar el próximo número a Franciso Ayala en exclusiva. Esencialmente mostrará recuerdos de sus alumnos, de sus colegas, de algunos críticos. A lo mejor más adelante puede haber algo.