arquitectura por ricardo hernández soriano
Laboratorio de hormigón
Fernando alda
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La Arquitectura del Centro de Desarrollo Farmacéutico y Alimentario del Parque Tecnológico de Ciencias de la Salud de Granada es terapéutica. Frente a los versátiles contenidos vinculados a proyectos de Investigación y Desarrollo que imponen a sus edificios el carácter de un contenedor fragmentado, Ramón Fernández-Alonso responde a la exigencia de flexibilidad del programa funcional con una Arquitectura contundente y unitaria; ante la excesiva atención dermatológica de los edificios I+D que enmascaran en el revestimiento exterior la imposibilidad de resolver complejas exigencias funcionales o espaciales, el Centro de Desarrollo Farmacéutico define un interior dócil con la sinceridad en la expresividad formal que impone el empleo del hormigón visto.
La cita bienal de la Arquitectura Española ha seleccionado como Finalista esta obra granadina. La octava edición de la muestra que organizan el Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España, el Ministerio de Fomento y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo ha entendido que este proyecto merece figurar entre las treinta y cuatro mejores obras construidas entre 2003 y 2004, de las que resultó vencedor el Parlamento de Edimburgo proyectado por Benedetta Tagliabue y el fallecido Enric Miralles.
Ramón Fernández-Alonso no es extraño a esta distinción, ya que en la Séptima Edición fue Finalista con Dos dúplex en el Campo del Príncipe y en la Quinta convocatoria fue seleccionado con un conjunto de veinte viviendas unifamiliares en la Urbanización La Joya de Pulianas. Asimismo, resultó vencedor del Concurso Internacional para la construcción de la Nueva Sede de las Cortes de Castilla y León en Valladolid, obtuvo en 2001 una Mención en los Premios del Colegio de Arquitectos de Granada por la Casa de la Juventud de Montefrío, es Profesor de Proyectos en la Escuela de Arquitectura de Granada y el próximo curso académico será Profesor Invitado en la Escuela de Pamplona.
El edificio es resultado de un concurso abierto convocado por la Fundación Campus de la Salud en 1999 sobre una parcela de 3000 metros cuadrados basado en un complejo organigrama funcional que exigía la implantación de una Unidad de Tecnología de los alimentos y otra de Investigación Farmacéutica en un único contenedor compartiendo accesos, administración, gestión y servicios pero con posibilidad de producción independiente de cada Unidad. Este sistema de funcionamiento, pionero en España, dio lugar a una disparidad de soluciones entre las propuestas presentadas, pero el proyecto de Ramón Fernández-Alonso sorprendió al Jurado (del cual formé parte) por el estricto cumplimiento del programa funcional sin restar flexibilidad a la futura implantación de los equipamientos precisos para la producción, así como por la adopción de una imagen fabril y poderosa que no condicionó el carácter docente de los recorridos ni el tamizado control de la iluminación natural de los espacios interiores. Concluidas las obras de edificación en 2004, en la actualidad se desarrolla la segunda fase en que será dotado del equipamiento preciso, tanto para laboratorios como industrial, que permitirá la definitiva puesta en funcionamiento del complejo.
Fue precisamente un edificio destinado a laboratorios farmacéuticos el primer proyecto que se ejecutó en Madrid en hormigón visto; Miguel Fisac construyó los laboratorios Made en 1960 con el hormigón como único material, identificando fachada y estructura. Lejos aquellos tiempos en que el empleo del hormigón como piel exterior dotaba de una imagen burda y descarnada al edificio, hoy son posibles múltiples posibilidades proyectuales que exigen exactitud en la dosificación de los integrantes del hormigón, esmero en la configuración del encofrado y extremada atención en la puesta en obra; cualquier error es irreversible. Con la precisión de un alquimista, Ramón Fernández-Alonso Borrajo ha construido un edificio que otorga delicadeza al hormigón visto, aportando con la imprimación final de tinte al silicanato la necesaria singularidad de un laboratorio, también de Arquitectura, que no precisa revestimientos ni pieles para expresarse.
El edificio es lacónico, deliberadamente hermético hacia la Autovía, simbolizando en el rigor geométrico de los lucernarios la imagen culta que ofrece hacia el Campus. Aquí apura las posibilidades expresivas que el empleo del hormigón permite, negando puertas y ventanas tradicionalmente entendidas, proponiendo profundas hendiduras, rendijas y grietas para establecer la relación entre el interior y el exterior. Los ventanales son excavaciones talladas en la superficie muraria que enmarcan el paisaje y dan exactitud al edificio; la entrada es como una cavidad definida por un deslizamiento de planos que precisa de manera casi neoplástica el acceso principal.
Superado este umbral, el interior conjuga la exigente perfección de los acabados con la riqueza espacial de un edificio industrial. El pavimento de basalto en zonas comunes y de resina en laboratorios y los lucernarios que singularizan la iluminación natural de cada espacio no evitan la lectura permanente de la continuidad envolvente del hormigón, que permite concebir el edificio como un todo.
La obra construida por Terres S.L. que hoy podemos admirar en el Parque Tecnológico de Ciencias de la Salud responde con idéntica severidad al peatón distraído, al visitante o al automovilista. Lejos de las tendencias obsesivas en las que el contenedor se impone al contenido con Arquitecturas más próximas al carácter efímero de un Parque Temático, este edificio no es ajeno en su concepción al rigor científico que se exige a unos laboratorios farmacéuticos, pero tampoco olvida el carácter experimental que toda obra arquitectónica demanda. Con el Centro de Desarrollo Farmacéutico y Alimentario la terapia está asegurada; vistos los saludables efectos secundarios, no estaría de más la aplicación de una generosa posología a la gran parte del Parque Tecnológico que aún queda por concebir