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La Universidad de Granada mantiene sus enseñanzas tras la llegada de Bolonia

A poco más de un mes de iniciarse la implantación de los Estudios Europeos de Educación Superior en la Universidad de Granada, su mayor artífice, la vicerrectora de Grado y Posgrado, Lola Ferre, desvela a este diario las claves de una adaptación que tiene en sus manos mil itinerarios para formar a los futuros profesionales. Lejos de lo que se ha apuntado en algunos ámbitos, la UGR no ha perdido enseñanzas en su conversión. Con el plan de estudios antiguo la UGR ofertaba 75 títulos (excluyendo los de Ceuta y Melilla) y ahora, con la adaptación al EEES, imparte 58 Grados, ya que algunos se han refundido y el resto se ha quedado como estaba.

Aunque el Gobierno esperaba que con la adaptación al EEES hubieran desaparecido un buen número de títulos universitarios, sobre todo los que ya no tienen demanda en el mercado, la mayoría de las universidades no ha querido mermar su oferta para no tener que prescindir de profesorado. La UGR es una excepción, porque es una de las pocas que ha disminuido el número de estudios gracias a las agrupaciones. «Con la adaptación al EEES han desaparecido 17 títulos en Granada, pero no sus enseñanzas», dice la vicerrectora. Pero lo que parecía una tendencia lógica ha sido una excepción. «Era previsible que todos los segundos ciclos aspiraran a ser grados», dice Ferre.

Por ejemplo, vinculados a la rama de Educación había en la UGR siete títulos que ahora se han concentrado en dos, Primaria e Infantil. En el caso de Informática, Granada ofertaba dos diplomaturas y una licenciatura y ahora sólo hay un título en primero, el de Ingeniería Informática, pero con cinco especialidades. Es decir, el alumno que concluye los cuatro años del Grado sale como ingeniero informático, pero tendrá una mención diferenciada según la especialidad que haya cursado. «En vez de perder, en este caso hemos ganado dos especialidades. Ahora tenemos una oferta mucho más racional», continúa Ferre.

Otra fusión se ha producido en Lenguas Modernas. La falta de alumnado y, sobre todo, los cambios en el mercado laboral, han empujado a sus responsables a cambiar estas enseñanzas. «A este alumnado se le estaba ofreciendo docencia en unas lenguas cuya salida en el mercado laboral era menos claro», explica Ferre, que lo sabe bien porque da clase de Hebreo. Aunque desaparece el título de Filología Eslava, los estudiantes que optan por Lenguas Modernas no salen de la carrera con un solo idioma y eso les amplía sus perspectivas laborales. Este grado tiene como menciones la Filología Hebrea, Portugués, Italiano, Románico y el ciclo completo de Eslavas. «Fue mi empeño y creo que ha sido una buena decisión, porque este ciclo tiene ya más demanda que plazas. Es el primer año y hemos salvado la falta de alumnado en algunas filologías sin prescindir de ellas», dice la responsable. Actualmente las Lenguas Modernas tienen 67 alumnos, pero se acaba de abrir el plazo para que se apunten los que quieren adaptar sus títulos al Grado y contará con más estudiantes.

Con Bolonia, se deja la puerta abierta a nuevas combinaciones, de tal forma que un estudiante puede optar por que en su título sólo sea de Lenguas Modernas y su Literatura, o bien que haga mención al ruso o a las eslavas si ha hecho ruso y polaco.

Nuevos, lo que se dice nuevos, la UGR sólo ha ganado un título, el de Ingeniería Civil, ya que antes ofrecía el de Ingeniero de Caminos y ahora un Grado en Ingeniería Civil con sus atribuciones profesionales.

Otra vía son los segundos ciclos que han derivado en grados. Ese es el caso de Relaciones Laborales, Comunicación, Ingeniería Electrónica, Musicología (con bastante éxito de alumnos) o Estadística, antes una diplomatura.

La mayor parte del profesorado que está impartiendo este año clases de Grado en la Universidad de Granada cree en el nuevo proyecto. O al menos así lo piensa la vicerrectora. «Hay una renovada ilusión entre los docentes con los nuevos estudios -dice-, pues tenemos una clara sensación de estar empezando algo nuevo».

Los docentes siguen impartiendo clases con normalidad, la mayoría con asignaturas de grado y con el plan antiguo. La UGR no ha necesitado contratar a profesorado nuevo, a pesar de las críticas que recibió cuando decidió retrasar a la última convocatoria su incorporación a Bolonia. Aunque el profesorado de la UGR participa desde 2004 en experiencias piloto, Granada ha sido una de las últimas en llevar a la práctica el nuevo plan.

Sin embargo, la reticencia con el Plan Bolonia ha quedado atrás y ahora nadie cuestiona que hacía falta un cambio en la metodología. Quizás donde hay más escépticos es entre el alumnado que está a medio camino, que ha estudiado un primer curso, o varios, con el plan antiguo y trata ahora de reengancharse al nuevo. «A mí no me gusta Bolonia», cuenta Ferre que le dijo una vez un alumno en clase. Pero los que proceden directamente del instituto no tiene una actitud contestataria. «Algunas cosas han caído por su propio peso -dice Ferre-: se decía que con Bolonia se iba a privatizar la educación y, mira, sigue siendo pública y con precios públicos; que iban a disminuir las becas y, con crisis económica y todo, se han aumentado; y respecto a los másteres, la UGR, al igual que el resto de universidades, ha elaborado unos títulos generalistas, así que la especialidad sólo se puede conseguir a través de un máster, con el sobrecoste que eso implica (el curso de máster cuesta el doble o más de uno de Grado), pero la especialidad permite que haya una mayor versatilidad y, aunque es una enseñanza cara, hay becas y préstamos para asumirlas», dice, «el verdadero apoyo social está en dar más becas a quien lo necesita, no en bajar los precios».

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