El ciclo Poesía en el Jardín finalizó ayer, en el patio de la Casa de los Tiros, con el eco de las palabras de Erika Martínez. La escritora fue la encargada de clausurar esta iniciativa ofreciendo una lectura de varios poemas inéditos y algunos aforismos de su último libro Lenguaraz. Aunque no estaba segura de que eso fuera «ofrecer algo», encantó a los asistentes con los versos de su obra.
Nacida en Jaén, Erika Martínez se licenció en Teoría de la Literatura y realizó su doctorado en Filología Hispánica. Actualmente, se encuentra realizando investigaciones entre la Universidad de Granada y La Sorbona parisina, mientras distintos proyectos futuros empiezan a tomar forma de poemas o ensayos.
-Ayer presentó parte de su obra en Poesía en el Jardín, ¿qué le parece la iniciativa de crear un nuevo ciclo de poesía?
-Creo que la principal aportación de este ciclo frente a otros consiste en haber escogido el jardín interior de la Casa de los Tiros para su desarrollo. El museo es un lugar privilegiado para leer, pero el público está más familiarizado con la sala de la Cuadra Dorada que con este espacio espectacular, reservado, muy propicio a la intimidad y, por tanto, a la poesía. Todo el mundo debería conocer el corazón vegetal del edificio. Eso sí, entre ciprés y ciprés, los pájaros te discuten cada verso.
-¿Necesita más promoción la poesía?
-Diría que en toda Andalucía hace años que la poesía ha recibido muy buena atención institucional o al menos más que en casi ningún sitio. Así me lo parece cuando hablo con poetas de otras autonomías. Aquí los ayuntamientos han sido muy activos y el Centro Andaluz de las Letras lleva a escritores de diferentes edades y categorías profesionales a pueblos donde una actividad cultural sería inconcebible sin apoyo institucional. La tragedia es que la crisis amenaza con dinamitar esa labor. Las lecturas de poesía siempre existirán en las bibliotecas y bares de las capitales, pero las asociaciones culturales carecen de presupuesto para llegar de forma sistemática a las poblaciones más pequeñas. Más que promover la poesía, parece necesario combatir el aislamiento cultural de esas poblaciones. Aunque la razón suele ser el estancamiento económico.
-¿Y cómo cree que se valora la poesía en la actualidad?
-Pues para ser sincera, yo creo que la poesía no existe. O al menos es como si no existiera. La familiaridad del ciudadano medio con la poesía es nula. Pero siempre ha sido así, no hay que lamentarse. Otra cosa es que las suspicacias que despierta la poesía sean perfectamente discutibles: mi breve experiencia como profesora de secundaria me ha permitido comprobar que el interés que despierta un poema, bien escogido, no es menor que el de un cuento o una novela. Sólo hay que vencer la resistencia inicial y demostrar que hay buena poesía para todo tipo de lectores.
– ¿Qué diría que es para usted la poesía?
-Estoy tratando de descubrirlo.
-Los grandes autores siempre inspiran pero, ¿tiene, en especial, a algún poeta como referente?
-Muchísimos, depende del día. Hoy diría, por ejemplo, Vallejo, T. S. Eliot, Eugenio Montale, Wallace Stevens, Emily Dickinson, Prévert, Reverdy, Sor Juana, Giannuzzi, Szymborska, miles. En España he crecido, como todos, leyendo a Lorca, Cernuda, Prados. Me gustan mucho los primeros libros de Gimferrer y Leopoldo María Panero, y leo siempre que puedo a Chantal Maillard. He aprendido especialmente de Álvaro Salvador, maestro a quien debo cierta inclinación por la frontalidad, la franqueza poética, y de Justo Navarro, con su afición por el suspense íntimo. De la poesía más joven se me ocurren ahora varios nombres: Rafael Espejo, María Eloy García, Carlos Pardo, Juan Andrés García Román, Elena Medel, Pablo García Casado.
-Escribe poesía, ha editado libros (como el de Quiroga Íntimo), redacta artículos en Granada Hoy, ¿se ha planteado saltar a la narrativa?
-Te confieso que, como tantos otros poetas, llevo años pensando en una novela. Por ahora sigue en el limbo de los proyectos no emprendidos y lo más posible es que ahí se quede. La prosa ensayística, sí, me gusta mucho, y de hecho, si cuento el columnismo y la investigación académica, puede decirse que dedico la mayor parte de mi tiempo de escritura a ella. Nunca lo había pensado así.
-Su último libro de aforismos, Lenguaraz, se publicó este año, ¿cómo ha sido recibido hasta ahora?
-No estoy del todo segura, creo que habría que preguntar más bien al editor y a los lectores. Teniendo en cuenta la situación económica crítica que están atravesando las editoriales, yo estoy feliz simplemente de que haya salido. Publicar hoy en día, sin subvenciones ni premios es prácticamente imposible, casi un milagro. No puedo pedir más. Como mucho desear que interese a los lectores.
-En cuanto al primero, Color Carne, ¿qué supuso que ganase con él el Premio Poesía Joven Radio Nacional de España?
-Fundamentalmente supuso la posibilidad de publicar. En España, como comentaba antes, ganar un premio es casi el único camino que existe para sacar un libro. Sobre todo si eres joven y más o menos desconocido. Me gustaría que no fuera así, pero es la verdad. Para mí fue una gran oportunidad.
-¿Vuelve a releer y a analizar sus libros pasado un tiempo?
-Ha pasado poco tiempo desde mi primera publicación, así que me enfrento con lo que he escrito con frecuencia, cada vez que doy una lectura, por ejemplo. Todavía no tengo obra suficiente como para que la relectura me suponga un gran conflicto. Pero sé que cuanto más tiempo pasa desde una publicación más difícil es enfrentarse a la escritora que una fue hace tiempo. Es una sensación que todavía me queda por experimentar, pero me pasará, seguro.
-¿Algún proyecto próximo que se pueda desvelar?
-Estoy terminando un libro de poemas, enfangada en un ensayo sobre el aforismo contemporáneo y alguna otra cosilla que me guardo, no vaya a ser que se gafe. Me gusta escribir y leer varias cosas al mismo tiempo.