fernando marías. escritor
La lectura sigue siendo cosa de una minoría en España
patricia díez
autor. Fernando Marías, ayer, en Granada.
JESÚS ARIAS
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Granada. Ganador en 2001 del Premio Nadal por el libro El niño de Los Coroneles y autor del libro y el guión de la película La luz prodigiosa, que partía de la idea de que Federico García Lorca no hubiera muerto en su fusilamiento y pudiera vivir como un mendigo sin memoria por las calles de Granada, Fernando Marías (Bilbao, 1958) se ha convertido en uno de los escritores de referencia en España en los últimos años. Ayer participó en el proyecto Te acercamos la lectura y la escritura, impulsada por Booket-Ámbito Cultural (perteneciente al Grupo Planeta) y la Universidad de Granada. Para Fernando Marías, el mundo de hoy no está ayudando en absoluto al fomento de la lectura.
–Se habla mucho de que es que no hay hoy en día mucho hábito de lectura…
–No creo que sea del todo cierto. Cuando oigo que ahora se lee mucho menos que antes, me acuerdo de cuando yo estaba en el colegio, o en el instituto, y en aquella época puedo decir que, de cuarenta alumnos, sólo leían habitualmente cinco. Ese mismo porcentaje sigue existiendo hoy. Continúa existiendo una minoría de lectores. Este país en cierto modo siempre ha sido así. Desde luego, lo que hay que hacer es potenciar más no sólo el hábito por la lectura sino, también, como hace Booket, atraer a la lectura a través de la escritura.
–Hoy existe algo que antes no existía, pero que tampoco parece haber influido bastante, como es internet.
–Habría que mirar qué es lo que lee habitualmente la gente en internet. No es lo mismo leer un artículo que leer una novela, en la que necesitas cierto estado de reposo y de reflexión. Creo que las nuevas tecnologías no están ayudando mucho a la lectura relajada, reflexiva, crítica.
–Se habla de que los jóvenes de hoy no leen, pero los que salen escritores, escriben muy bien…
–Sí. Se trata de escritores jóvenes que son muy buenos y que vienen con muy buenas ideas. Hay muchos que están funcionando muy bien. Lo interesante es que un escritor joven pegue, pero que siga manteniendo esa misma tendencia de forma continuada. Eso es lo bueno porque, muchas veces, lo que ocurre es que tienen en éxito con los dos primeros libros y luego se desinflan. Hay que ver cuál es la importancia real de este fenómeno, si merecen la pena o si desaparecerán con el paso del tiempo. Pero de momento, es bueno que exista esto tal y como se están produciendo ahora.
–Usted ha escrito muchos libros para jóvenes y debe saber algo de ello: ¿Cuál es la fórmula para atraerlos a la lectura?
–Es cierto que se requieren algunas cosas. En mis novelas juveniles, que en realidad están escritas para todo tipo de público, siempre utilizo unas claves para atraer a los jóvenes y una de ellas es hacerlas contemporáneas a su mundo, hablarles de cosas que les son cotidianas, cercanas. En El vengador del Rif, que es una novela sobre las guerras de Marruecos que ocurren justo a comienzos del siglo XX busqué un enfoque que parte del presente para dar un salto al año 1909. Eso es algo que yo tengo siempre muy en cuenta: escribir cosas que a los jóvenes les resulten muy cercanas, que no les sean ajenas en absoluto, que puedan comprender con facilidad. Si no, inmediatamente se descuelgan del libro, porque no tienen referencias que les resulten interesantes.
–Antonio Muñoz Molina siempre ha reivindicado a Julio Verne como el mejor escritor para hacer nuevos lectores: dice de él que su estilo narrativo no es nada bueno, pero que sí lo son sus historias. ¿Habría que recuperarlo?
–Por supuesto. Sigue siendo absolutamente moderno. Es un escritor que ha creado siempre fascinación. Era una persona que inventaba con la imaginación cosas que luego tuvieron que inventarse de verdad. Todos hemos estado atrapados por Julio Verne. Hay que difundirlo de nuevo entre la gente para que lo lean. Igual que Jack London o Robert Louis Stevenson. Cuando leí Doctor Jeckyll y Mr. Hyde, me conmocionó. Libros como ese deberían ser reivindicados.
–Hace treinta años, era habitual leer a Nietzsche a los 15 años. Hoy eso parece impensable. ¿Por qué?
–Es cierto. Yo leía a Borges con 15 años y eso hoy podría parecer inimaginable. Y es que, además, se leía con curiosidad, con interés, con ganas de aprender. No sé a qué se debe ese fenómeno, pero sí es cierto que hemos cambiado mucho en eso. Tal vez porque la lectura sigue siendo una cuestión de minorías.
–Su novela, y la película, La luz prodigiosa parte de la premisa de que Lorca no murió finalmente asesinado… ¿Qué ha sentido al estar en su tierra?
–Pues ha sido extraño. Es la primera vez que he contado la historia del libro en un aula llamada García Lorca y con fotos suyas por todas partes mirándome. El libro, en el que trabajé durante 15 años, sigue generando cosas nuevas. A la gente le parece muy apetecible fantasear sobre la idea de que Lorca no murió asesinado, de que continuó viviendo.