Un grupo multidisplinar de científicos de toda Europa acaba de hacer público otro efecto más del calentamiento global de la tierra: el ascenso altitudinal de las especies vegetales. Hasta 2,7 metros se ha llegado a desplazar de media la flora europea de alta montaña debido al aumento de las temperaturas. Ésta es una de las conclusiones de un estudio que se acaba de publicar en el último número de la prestigiosa revista científica Science y en el que participan dos profesores de Botánica de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Granada.
La investigación internacional, en la que ha participado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), analiza los cambios observados en la flora de 66 cimas de 17 cordilleras europeas entre 2001 y 2008, entre ellas la de Sierra Nevada.
«En 2004 se decidió que Sierra Nevada era un lugar estratégico para la investigación y se estableció un doble sistema de seguimiento para su estudio», explicaba ayer a este periódico Joaquín Molero Mesa, profesor de la UGR que, junto a Rosa Fernández Calzado, participan en el trabajo.
Este proyecto, que en la Península Ibérica estableció también otra zona piloto en los Pirineos (Ordesa), ha calculado un desplazamiento hacia la cima de 2,7 metros de media en el conjunto de las especies estudiadas. «Este resultado confirma la hipótesis de que el aumento de las temperaturas induce al desplazamiento de la flora alpina hacia niveles superiores», reza el comunicado enviado por el CSIC. Y este fenómeno ha provocado la sustitución de algunas especies resistentes al frío por otras más sensibles a él, lo que refleja «la vulnerabilidad de los ecosistemas de alta montaña a medio y a largo plazo», apunta otro de los investigadores del CSIC, Luis Villar, del Instituto Pirenaico de Ecología.
Una de las conclusiones más relevantes es que el calentamiento global está afectando de manera más intensa a las montañas mediterráneas, es decir, a Sierra Nevada, Córcega, el Apenino Central y Creta, pues al aumento de temperaturas se le suma una sequía creciente, puesto que disminuye la precipitación media anual y se alarga la sequía estival. «Esta combinación ambos factores puede suponer una grave amenaza para ciertas especies endémicas, como es el caso de la Androsace vitaliana subsp. nevadensis, el Plantago nivalis y la Artemisia granatensis, tesoros biológicos cuyo número podría disminuir», explicó Molero ayer.
El estudio revela un aumento medio del 8% en el número de especies que habitan las cimas de las cordilleras de Europa, pero este incremento no ha sido generalizado. «De las 66 cimas estudiadas, en la mayoría de las situadas en las zonas boreal y templada sí se ha observado dicho aumento, mientras que en ocho de las 14 cumbres situadas en el área mediterránea se ha producido una disminución», apunta Villar.
Sierra Nevada es la única alta montaña peninsular con clima mediterráneo desde la base hasta la cima más elevada, así que el grupo de investigación coordinado por Molero instaló un segundo punto de muestreo con el fin de conseguir unos mejores resultados en la observación y poder obtener conclusiones más fiables, que podrán ser contrastados con los que ahora se publican en un par de años.