El lamentable espectáculo difundido por los medios de comunicación de toda España daña la imagen de la Universidad y de todos y cada uno de sus miembros
EL pasado 1 de octubre, como viene siendo tradicional en nuestra Universidad, estaban programados los actos de apertura del curso 2012-2013. Todos conocen su desenlace: apenas se pudo celebrar la procesión cívica, porque unos doscientos incívicos, perpetrados con su propio boato y parafernalia, intentaron impedirlo en una pretendida defensa de la Universidad pública y en una vergonzante reivindicación contra los «recortes». Más tarde, en el actual Rectorado -ahora apoyados con los llamados sindicatos de clase y con aquellos que deberían de ir a clase para poder representar (yo no los meto en el mismo grupo, son ellos quienes desprestigian sus instituciones eligiendo compañeros de viaje)-, una vez ocupada la sede, impidieron que se celebrase el acto programado, que se sustituyó -a puerta cerrada y tras alguna agresión- por una breve investidura de los nuevos doctores. Hasta aquí los hechos. Yo estaba allí. Nadie me lo contó. Las opiniones también son mías.
El lamentable espectáculo difundido por los medios de comunicación a toda España daña la imagen de esta Universidad y de todos y cada uno de sus miembros. Y lo hace hasta tal punto que es imprescindible reflexionar sobre las razones que pueden conducir a personas que dicen defender la educación pública a programar tan bochornoso espectáculo.
En sus pancartas, en sus gritos, nada nuevo: la defensa de la Universidad pública y la lucha contra los recortes. De acuerdo, absolutamente de acuerdo. Me atrevo a sostener que no existe ningún universitario granadino -y somos más de doscientos y más de mil-, que no esté de acuerdo con dichos objetivos. Pero cómo se hace la defensa, frente a quién, con qué instrumentos y con qué argumentos, son las reflexiones que deberían hacer aquellos que con actuaciones como las pasadas, lejos de defender y de luchar por sus objetivos, le hacen el juego a quienes -que los hay- atentan contra la educación pública, también en la enseñanza superior.
No son nuestras autoridades académicas, que sí nos representan, quienes atacan a la Universidad pública con los famosos recortes, no son nuestros gestores quienes han ideado este plan estructurado contra lo público. En consecuencia, quienes así piensan y actúan se equivocan de foro y de fuero.
Se puede pensar que la gestión que las autoridades académicas vienen realizando de los sucesivos «decretazos» no ha sido la esperada por quienes defendemos lo público desde una Universidad pública. Y aquí debe empezar el debate, pero con datos, no con eslóganes ni con demagogia. Este es el debate universitario. Este es nuestro foro, y los órganos de representación y gobierno de nuestra Universidad, nuestro fuero.
Y los datos son aplastantes. En materia de profesorado, quizás se deba recordar ante amnesias interesadas la política de promoción del profesorado llevada a cabo por el actual equipo rectoral de nuestra Universidad, antes y después de los recortes. En materia de tasas universitarias se puede consultar la lucha -en los foros pertinentes- que nuestras autoridades académicas han realizado para minimizar las subidas programadas, y comparar y compararnos con las de otras Comunidades Autónomas. En matera de personal de administración y servicios, conviene consultar la propia web de la Universidad para ver las diversas medidas adoptadas desde la Gerencia, que han minimizado los efectos de los «recortes» en torno a un 60% para el PAS de la Universidad de Granada. Estos son solo algunos datos. Y son, a mi juicio, irrefutables.
Sobre esta base -o sobre la que quienes dicen defender lo público con aptitudes como las vividas puedan poner encima de la mesa- se abre el necesario debate universitario, y tras él se debe orientar la crítica y la reivindicación, y allí estaremos muchos, encabezados, no tengo duda, por nuestro Rector al frente de su Equipo de Gobierno. Sobre esta base nos reconoceremos todos. Sobre esta base de confrontación libre de ideas defenderemos la Universidad pública sin charlotadas que califican a sus autores y nos desprestigian a todos los que formamos parte de esta institución por vocación al servicio público universitario.
Mañana día 5 está convocado un claustro extraordinario para debatir sobre estos temas. Hemos comenzado la semana con vergüenza e indignación. Tenemos la oportunidad de terminarla sintiéndonos orgullosos de pertenecer a una Universidad pública que lucha y defiende lo público. Pero no volvamos a equivocarnos en las formas, en el foro, ni en el fuero.