– Jesucristo no murió en la Cruz.
El médico forense e investigador de la Universidad de Granada Miguel Lorente sostiene que Jesucristo no murió durante la crucifixión sino que simplemente cayó en un coma superficial, lo que explicaría de una manera científica lo que se tomó por su resurrección. Aparentemente muerto, fue descolgado de la cruz por los soldados romanos y la propia acción del descendimiento tuvo efectos rehabilitadores para el cuerpo. El experto llega a estas conclusiones tomando como prueba principal la Sábana Santa de Turín, de la que no sólo defiende su autenticidad, sino que asegura que presenta muestras claras de que la persona a la que un día envolvió no estaba muerta.
Lorente, que trabajó durante dos años en el Centro de Investigación y Formación Forense de la Academia del FBI en Quantico (Virginia, Estados Unidos), es doctor en Medicina y Cirugía y profesor asociado de Medicina Legal en la Universidad de Granada. La tesis sobre la supervivencia de Jesús la defiende y explica en el libro 42 días, análisis forense de la crucifixión y la resurrección de Jesucristo, editado por Aguilar. Según su análisis, en la Sábana Santa no hay signos de muerte, como sería por ejemplo la rigidez cadavérica, y sí hay signos de vitalidad, tales como las características de las manchas de sangre, en las que se han visto signos de retracción del coágulo, lo que indica que hay un proceso vital, porque la sangre no se licuó, que es lo que ocurre cuando una persona muere, explica Lorente, en declaraciones a Fax Press.
Encontrar signos de vitalidad en la Sábana Santa le lleva a concluir que Jesús no murió en la cruz y que sobrevivió, eso sí, de manera excepcional, pese a las torturas a las que fue sometido, tras los numerosos latigazos en su camino al Gólgota y la lanza con la que un centurión le atravesó el tórax una vez crucificado. Por la posición de la herida en bisel, muy inclinada, sabemos que la lanza se clavó de abajo a arriba, lo que pudo facilitar que entrara aire en el tórax, con lo que se expandió y se evitó la hemorragia, facilitando que no hubiera complicaciones más graves, detalla. De este modo, Jesucristo no falleció en la cruz, sino que cayó en un coma superficial que pudo confundirse con su muerte.
El análisis de Lorente añade que incluso el hecho de descolgarle de la cruz y colocar su cuerpo en posición horizontal facilitó su recuperación, porque la sangre volvió a irrigar todas las estructuras del organismo. En la curación también ayudó el lavado posterior del cuerpo y los efectos terapéuticos de la mirra y el aloe que se le aplicaron, que tienen propiedades cicatrizantes, hidratantes y antipiréticos, entre otros.
El cuerpo tuvo que ser sacado del sepulcro esa misma noche, porque fue la única en la que no instalaron guardia, y lo hicieron en una posición que también coincide con la Sábana Santa, que refleja la posición de una persona postrada, convalenciente, pero no muerta, detalla el forense. La curación de Jesús prosiguió en algún lugar, al cuidado de unos pocos discípulos, que pudieron interpretar que había vuelto milagrosamente a la vida. La resucitación biológica de Jesús, que fue un proceso natural, fue vivida como una auténtica resurrección por los apóstoles, dice.
Sin ataques
Lorente defiende que no hay contradicción entre los hechos históricos según su tesis y la idea de la resurrección defendida por el cristianismo, al que asegura no pretender criticar. En ningún caso pretendo cuestionar ni atacar nada. Lo que se analizan son datos objetivos, que se integran en un contexto histórico y tienen significado. Creo que pudo ocurrir que, tras someter a una persona al castigo más cruel que puede existir, como fue la crucifixión, pudiera pensarse que Jesús había resucitado al ver que estaba vivo. Eso no es incompatible con el cristianismo. Es más, creo que hoy volveríamos a pensar lo mismo si ocurriera, pese a todo lo que ha avanzado la ciencia y el conocimiento.
Lorente destaca que la Iglesia ha sido respetuosa con otras aportaciones científicas en el pasado, incluso cuando la prueba del Carbono 14 demostró que la Sábana Santa era del siglo XIV. Creo que es absurdo e incorrecto enfrentar la ciencia a la creencia, porque son dos planos totalmente distintos. Uno es el de lo cognitivo y otro el de lo transcendental, por encima de la propia razón, concluye.
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