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Inmersión en los sueños

Juan Antonio Díaz presenta en la sala de exposiciones de CajaGranada de Puerta Real su personal visión del mar, un homenaje a pintores como Monet y a poetas como Juan Ramón Jiménez

Visión. Michael Jacobs destaca el estilo propio de Juan Antonio Díaz, con una técnica "que ha ido depurando a lo largo de los años" y que cristaliza en esta colección "llena de energía y pasión".

Juan Antonio Díaz se sumerge En un profundo mar de sueños en la sala de exposiciones de CajaGranada de Puerta Real. Con esta exposición, el pintor vuelve a mostrar sus nuevas obras dedicadas esta vez al mar. Un mar en una visión abstracta llena de sugerencias cromáticas y lirismo, tan característico del artista y profesor de la Universidad de Granada. En esta nueva muestra parece rendir homenaje a los maestros Monet y Turner en pintura, y a poetas como Juan Ramón Jimenez o Alberti, o la magia musical del francés Charles Trenet, uniendo de ese modo las tres pasiones que inspiran la obra que se presenta ahora.

Le acompañan en esta presentación, las palabras de escritores y críticos como Ian Gibson. «Me transmite una serie de vibraciones benéficas, de forma parecida a la que me produce la lectura de un poema o el escuchar una pieza musical. La pintura de Juan Antonio siempre me ha generado un cúmulo de sensaciones que tienen que ver con la alegría de vivir, con la parte más poética de nuestra existencia y que llegan hasta lo más recóndito de nuestro cerebro, produciendo una experiencia entre la felicidad y el placer», afirma Gibson.

Michael Jacobs, el concocido crítico de arte y escritor de libros de viajes, como Alhambra, La Fábrica de la Luz, o De granada a Timbuctú dice que «las nuevas obras que presenta en esta exposición llevan el sello personal de Juan Antonio Díaz, un estilo propio que ha ido depurando a lo largo de estos años, que se muestra en estos grandes lienzos, llenos de energía y pasión». En su opinión se trata de motivos repetidos una y otra vez, que recuerdan a los ritmos de la música de jazz, que tanto escucha cuando trabaja, pero que también «parecen recordar las abstracciones geométricas de la Alhambra, así como las ondas producidas en el agua de los estanques por el lento fluir de las fuentes».

Y como su admirado Monet, ha pasado de obras de pequeño formato a estas grandes obras que reflejan su visión de un mar de un azul intenso, lleno de colores más suaves a veces, variaciones de un Mediterráneo en el que vive los largos meses de verano.»

Parte de la obra expuesta sigue una línea de atmósferas de oscuridad, «muy sugerentes», con fragmentos llenos de un dramático lirismo. «Pero hay otra parte que responde al rasgo de Juan Antonio que podríamos calificar de vitalista, enérgico, lleno de color y de armonía», continúa Gibson. «Se trata de cuadros que muchos queremos como compañeros en casa, ese amigo que desde una pared acompaña nuestras vidas, devolviéndonos algo de la energía que Díaz López ha puesto en ellos». «La muestra posee una dimensión que va más allá de lo puramente pictórico, es la obra de un humanista, de un hombre de letras, en contacto permanente con el pasado y el presente de la historia del arte y de la literatura, que sabe beber de las fuentes y ofrecernos esa reflexión. Reflexión en forma de bellísimos cuadros que la ciudad de Granada va a tener ahora la suerte de disfrutar», continúa el hispanista.

Por su parte, Manuel Urbano resalta la «cuidada» conexión de vibrantes fuerzas cromáticas, «que se han abierto o estallado sobre una superficie en la que se conjuga con la mayor serenidad el armónico juego de las tonalidades, se evidencia, primeramente, en mimosa gradación total repleta de sugerencias poéticas, cuanto ya fuera puesto de relieve en su día por el profesor Henares Cuéllar, un nítido minimalismo que sintetiza la forma para obtener su más alto grado de expresión simbólica». Con ello «nos trae a los ojos y como conclusión el paradigmático oficio de la pintura de, como espejo trasparente, hacer visible lo invisible». Henares Cuéllar resalta los añiles y los prusias del cuadro, esos «cuidados» azules de profundidad oceánica, «o en los que parece brillar la callada quietud del espacio».

«Con ello», finaliza Urbano, «la finura casi aérea y espiritualizada de los grises, tonos del equilibrio y la cotidianidad, o, por concluir con alguno de los colores predominantes en la muestra, la calma térrea, por ello humana siempre, de los ocres de corazón arado. El resultado global es el de una pintura ambiciosa, pero sosegada y serena, de sutil armonía, perfectamente modulada, habitada por la luz que mana de un paisaje indisimulado, pero del alma, y en la que, como no podría ser de forma distinta, de lo matérico brota y fluye lo espiritual».
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