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Homenaje «sencillo y sentido» al arabista Emilio García Gómez

Homenaje sencillo y sentido al arabista Emilio García Gómez
Amigos y discípulos de uno de los mayores expertos en la cultura andalusí en la Fundación Rodríguez-Acosta recuerdan su vida y su obra

maría de la cruz
recuerdos. Sánchez Trigueros lee el discurso de Antonio Gallego Morell, que no pudo asistir.
JESÚS ARIAS
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granada. Un homenaje sencillo y sentido. Así definió ayer el presidente de la Fundación Rodríguez-Acosta, Miguel Rodríguez-Acosta, el acto en recuerdo del arabista madrileño Emilio García Gómez en el centenario de su nacimiento. El carmen de la fundación acogió el encuentro de viejos conocidos del arabista, como su discípulo, Emilio de Santiago, y las palabras de Antonio Gallego Morell, que no pudo asistir por enfermedad, pero que envió un discurso leído por el profesor Antonio Sánchez Trigueros.

Emilio García Gómez es el mejor arabista español del siglo XX, tal y como manifestó Emilio de Santiago. El catedrático en Árabe llegó a Granada en septiembre de 1930 y pronto entabló amistad con los círculos académicos y artísticos de la ciudad. José María Rodríguez Acosta fue uno de esos primeros amigos granadinos que pronto le abrieron las puertas a otros, como Antonio Gallego Burín, Leopoldo Torres Balbás, o Miguel Ansí y Juan Ribera (con quienes García Gómez fundó la Escuela de Estudios Árabes), Manuel de Falla o Federico García Lorca.

Fueron precisamente las traducciones de los poemas arábigo-andaluces que García Gómez realizó lo que impulsó a Federico García Lorca a interesarse por ese tipo de poesía y a escribir, finalmente, el libro Diwan del Tamarit [diwan es, precisamente, una palabra árabe que significa compendio].

Fascinado por la Alhambra, monumento junto al que se instaló su residencia (le cedieron un espacio en lo que hoy es el Parador de San Francisco), García Gómez fue el primero de un grupo de arabistas que enriquecieron enormemente el conocimiento de la cultura nazarí y la presencia musulmana en Al-Ándalus.

En 1970 fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Granada. Fundó la revista Al-Ándalus, de la que fue director, y se convirtió en miembro de la Real Academia de la Historia, de la Academia dei Licei de Roma y de las academias de Damasco, El Cairo y Bagdad.

Los libros de Emilio García Gómez causaron gran impacto en su tiempo. Destacan los Poemas arábigo-andaluces, La silla del moro, Cinco poemas musulmanes, El libro de las banderas de los campeones y El collar de la paloma. En su carrera también desarrolló importantes actividades: fue embajador en Bagdad, en Líbano y en Turquía. El arabista recibió el Premio Nacional de Historia de España en 1990 y el Premio Príncipe de Asturias. Murió en 1995, a los 90 años de edad, y pidió ser enterrado en Granada, la ciudad que le fascinó desde el primer momento en que la vio.

En el discurso de Gallego Morell leído por Antonio Sánchez Trigueros, el que fuera rector de la Universidad de Granada evocó su infancia junto a Gómez Moreno y la forma en que éste impulsó el arabismo en Granada. Emilio de Santiago, por su parte, recordó la relación de amistad que Gómez Moreno y José María Rodríguez-Acosta mantuvieron mientras éste construía su carmen, al que el arabista bautizó como el apéndice mogol de la Alhambra. De Santiago se dolió de muchas de las actuaciones que últimamente se han ejecutado en el recinto monumental, como el nuevo acceso al Generalife, que, a su juicio, han deteriorado el recinto.

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