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Homenaje a Blas de Otero con su viuda y más de 30 expertos

Homenaje a Blas de Otero con su viuda y más de 30 expertos

Compromisos y palabras bajo el franquismo. Recordando a Blas de Otero (1979-2009) es el título del Congreso que el vicerrector de Extensión Universitaria Miguel Gómez Oliver y la coordinadora de Congresos de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) Elena Díaz inaugurarán en el Salón de Actos del Complejo Administrativo Triunfo ( C/ Cuesta del Hospicio, s/n) hoy a las 10 horas.

Organizado por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) y el Secretariado de Extensión Universitaria de la Universidad de Granada, este simposio reunirá durante tres días a más de una treintena de especialistas de dentro y fuera de nuestras fronteras, entre los que participan la viuda de Blas de Otero, Sabina de la Cruz; Félix Grande, Rafael Guillén, Fanny Rubio, Jesús Munárriz, Fernando Valls, Juan Carlos Rodríguez, Álvaro Salvador, Antonio Sánchez Trigueros, Antonio Chicharro Chamorro, Francisco Díaz de Castro, y hasta treinta especialistas de distintos países.

El encuentro, dirigido por Miguel Ángel García (Universidad de Granada), Araceli Iravedra (Universidad de Oviedo) y Leopoldo Sánchez Torre (Universidad de Oviedo), tiene como objetivo reivindicar la estatura vital y el rango literario de uno de los principales representantes de la poesía social del siglo XX.

Blas de Otero (Bilbao, 15 de marzo de 1916 – Madrid, 29 de junio de 1979) fue uno de los principales representantes de la poesía social de los años cincuenta. Hizo sus primeros estudios en su ciudad natal, en una institución religiosa, y emprendió en Madrid la carrera de leyes que luego terminó en Valladolid. Al término de la Guerra Civil, fue durante un breve espacio de tiempo abogado en una industria vizcaína, y en 1952 tuvo una experiencia laboral en una mina de hierro de La Arboleda (Vizcaya), junto con los pintores Agustín Ibarrola e Ismael Fidalgo.

Cántico espiritual (1942) es su primera entrega poética y en ella se percibe el mismo aliento místico que en la obra homónima de san Juan de la Cruz; en Ángel fieramente humano (1950), su segundo libro, es audible también el eco del místico abulense y, aun de Góngora, pero la religiosidad del poeta es aquí agónica, como lo fuera la de su paisano Unamuno; en esa obra, como en Redoble de conciencia que le sigue en 1951, hay una ardorosa denuncia de la sordera de Dios al grito angustiado del hombre. En 1958 se publicó en Barcelona Ancia, con prólogo de Dámaso Alonso. Antes, en 1955, había aparecido Pido la paz y la palabra, donde el poeta que dedica el libro «a la inmensa mayoría» y afirma su solidaridad con una generación «desarraigada sin más destino que apuntalar las ruinas», adopta una voz nueva para clamar contra un tiempo donde las injusticias se producen cotidianamente. Sus obras posteriores (En castellano, 1959; Esto no es un libro, Puerto Rico, 1963; Que trata de España, 1964; Mientras, 1970), al tiempo que el verso, barroco en sus inicios, va haciéndose cada vez más enjuto y preciso, más funcional y articulado al concepto, en un equilibrio de forma y contenido que ha hecho de la poesía oteriana una de las más interesantes de nuestro tiempo.
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