El profesor de la Universidad de Granada Ángel Isac realiza una exhaustiva investigación del último medio siglo de urbanismo en la capital y analiza los principales hitos de la arquitectura contemporánea granadina
En los últimos 50 años Granada ha crecido más que en todos los siglos anteriores. En tan corto periodo su superficie se multiplicó por tres. Un crecimiento tan feroz ha tenido por fuerza que dejar sus sombras, pero también sus luces.
El profesor de la Universidad de Granada Ángel Isac Martínez, experto en temas de urbanismo y arquitectura, ha publicado un nuevo libro sobre la ciudad en el que recoge y analiza este proceso de expansión. El excelente trabajo de Isac, editado por la UGR, es un completo estudio ilustrado con numerosos planos y fotografías que ofrece una visión de conjunto y muchas claves sobre los principales problemas urbanísticos que afectan a la ciudad hoy en día.
Granada llegó a 1950 igual que estaba en el siglo XVIII. En 1951 se aprueba el Plan de Alineaciones bajo la alcaldía de Antonio Gallego Burín, una fecha muy tardía si se tiene en cuenta que la mayoría de las ciudades contaban con un planeamiento urbano desde mediados del XIX. Y ese fue precisamente uno de los fallos de este primer plan: nació anticuado porque correspondía a los programas de los documentos que se hacían en otras ciudades de España en el siglo anterior.
Pero el principal error de este plan es que no se llegó a cumplir. Como explica Isac, el crecimiento imprevisto por el Norte y el Sur de la ciudad, por La Chana y el Zaidín, «trastocó el orden confiado a la planificación». El desarrollismo económico dio como resultado un crecimiento muy especulativo con mucho desorden urbanístico.
El plan de Gallego Burín tenía planteado que la ciudad creciera hacia la Vega, teniendo como límite el Camino de Ronda de forma que cubriera los huecos intersticiales que había entre distintos barrios de la ciudad.
El subdirector del Departamento de Historia del arte, tras numerosos trabajos sobre el conjunto histórico, se centra en su último volumen en las zonas nuevas pero también en la arquitectura contemporánea más importante que ha surgido a la luz de esta expansión.
En ese sentido, la arquitectura de esos años ofrece elementos de considerable valor. «La arquitectura de las décadas de los cincuenta, sesenta y setenta ofrece algunos ejemplos de suficiente interés, expresivos del consolidado reencuentro con la tradición moderna o estilo internacional en proyectos de García de Paredes, Pfeifer o Prieto Moreno, entre otros», explica el profesor, quien añade que varios de estos edificios «forman ya parte del patrimonio arquitectónico protegido por catálogos urbanísticos, están presentes en las listas del Docomomo Ibérico, o han sido reconocidos por iniciativas como el Registro de la Arquitectura Contemporánea de Andalucía».
El Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), que le sucedió en 1985, fue y sigue siendo el más «importante, novedoso y el de mayores efectos». La carencia histórica de falta de zonas verdes hasta la segunda mitad del siglo XX se ha corregido en las últimas décadas mediante la planificación de bastantes parques, como el Parque 28 de Febrero, el de Almunia de Aynadamar, la Plaza de Arabial, el Parque García Lorca, el bulevar del Zaidín, el Parque Cruz de Lagos o el de Rafael Fernández-Piñar.
La mayor parte corresponde a los suelos generales colindantes a la Circunvalación, que se convirtió en el segundo eje del crecimiento urbano de Granada como en el Plan de Alineaciones de 1951 fue el Camino de Ronda.
Pero en ese aspecto fue donde no funcionó el Plan de 1985, porque no supo resolver el histórico conflicto de la relación de la Vega con la ciudad.
La Vega ha sido la principal ‘víctima’ del crecimiento de la capital, y sigue seriamente amenazada. La necesidad de nuevos suelos y la baja productividad de sus explotaciones agrarias se convierten en una mezcla explosiva que puede hacer saltar por los aires una parte esencial del paisaje granadino.
En opinión de Ángel Isac, «es probable que con el paso del tiempo, en 10, 20 o 30 años, todo lo que son suelos agrícolas desaparezcan y la única solución es protegerla».
Ese es para el profesor el dato más negativo del balance del crecimiento urbano de las últimas décadas: la desaparición del paisaje. «Ese excepcional valor que ofrecía la ciudad por su privilegiado emplazamiento urbano y geográfico, entre la Vega y Sierra Nevada, que se ha perdido de manera casi irrecuperable».
Ese problema se podría haber solventado si el fenómeno del crecimiento urbano se hubiese desarrollado como defienden las últimas teorías urbanísticas: con un «planteamiento supramunicipal».
El profesor puntualiza que «la ciudad no sólo depende de su propio PGOU sino que se relaciona con los de los pueblos de alrededor. Hay que entender que forma parte de un sistema urbano».
El retraso en la aplicación de esta perspectiva es lo que ha traído «las peores consecuencias», tanto por la destrucción abusiva de los territorios rurales como por la falta de desarrollo de un buen sistema de transporte metropolitano.
Sin embargo, la arquitectura ha se seguido experimentado un gran impulso en las últimas décadas. Para Isac, a pesar del rechazo que todavía genera en la ciudadanía, «la arquitectura contemporánea ha alcanzado niveles muy superiores a las de épocas anteriores» y eso puede significar el fin «de un conflicto crónico de modernización imposible».