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ESTUDIANTES de cara al viento

Un libro analiza la lucha del movimiento estudiantil y la dura represión con detenidos y exiliados, en la Universidad de Granada entre 1965 y 1987

La comunidad universitaria de Granada jugó un papel político y social clave en la última década de la dictadura franquista y los primeros años de la Transición. Pocos saben que unos 350 estudiantes de la UGR fueron represaliados en apenas 16 años, muchos deportados y exiliados, uno asesinado y miles de ellos participaron en las 68 huelgas y 31 encierros que sirvieron de mecha para el nacimiento de las libertades democráticas.
La Fundación de Estudios Sindicales de CCOO de Andalucía presenta hoy en el Hospital Real, a las 19.30 horas, el libro La cara al viento, una investigación que recupera la lucha del movimiento estudiantil en la Universidad de Granada desde el nacimiento del Sindicato Democrático de Estudiantes hasta el frustrado golpe de Estado del 23-F en 1981.
Durante los últimos cinco años, seis catedráticos andaluces, entre ellos el presidente de la Fundación, Alfonso Martínez, han recopilado testimonios y datos para reconstruir una parte de la historia que constata que este movimiento, junto al obrero, fue la espina dorsal del antifranquismo.
La UGR (tercera en importancia tras la de Madrid y Barcelona) fue de las universidades más retardatarias, pues hasta el 67 no se fraguó el nacimiento del movimiento estudiantil. Y nace en la Facultad de Filosofía y Letras, una de las más pobladas, que empezó a albergar a un alumnado que no solo procedía de las clases medias y altas del país. «Granada fue una de las primeras ciudades en caer durante la Guerra Civil y la primera, por tanto, en sufrir una depuración de su profesorado rojo», explica Alfonso Martínez.
La UGR tenía una gran mayoría de docentes leales al régimen, muy conservadores, que contribuían al ambiente elitista que reinaba en estas instituciones. Pero a finales de los 60 se incorpora una generación de enseñantes que habían evolucionado ideológicamente y que, poco a poco, contagian de ideas democráticas a sus compañeros.
Con el aumento de los niveles de renta, el crecimiento de las clases medias y la ampliación de los centros de enseñanzas medias se atenuó la discriminación. «Tras la Ley General de Educación entran los hijos de la clase obrera en la UGR y se empieza a reivindicar una educación más igualitaria», continúa el catedrático.
En esta investigación se refleja bien el cambio. En los 70 los estudiantes dejaron de vivir en pensiones para agruparse en pisos, lo que generó un ambiente más participativo, de debate y de réplica hacia los progenitores. «Surgen los primeros movimientos feministas y se asienta una nueva escuela de ciudadanía», dice.
Los rectores no eran elegidos democráticamente, si no a dedo de entre los preferidos del Ministerio. Pero en una de estas ternas llega a la UGR Federico Mayor Zaragoza, «una bocanada de aire fresco», como lo titula el estudio. «Este joven introdujo elementos novedosos, como reunirse con los alumnos o eliminar asignaturas represivas», detalla Martínez. Para algunos fue un rector controvertido, pero durante su mandato no se expulsó a ningún estudiante por sus ideas y se fraguó el nacimiento del Sindicato Español Universitario. Es entonces cuando llegan de otras universidades profesores prestigiosos de ideas progresistas, como el geógrafo Joaquín Bosque o Antonio Arribas que influyen en el alumnado.
Los estudiantes se organizan para reclamar de forma conjunta mejoras académicas, pero también reivindicaciones políticas, la legalización de Comisiones Obreras y de los partidos entre ellas. Es entonces cuando los estudiantes entran en el punto de mira de las fuerzas policiales.
Los dos primeros estudiantes de la UGR que sufren la represión del régimen franquista fueron los hermanos Moreno Carrillo, en un homenaje a Antonio Machado en Baeza en 1966. Esta acción supuso para los asistentes la primera toma de conciencia del tipo de gobierno autoritario que había en España. «La autoorganización del movimiento estudiantil granadino, primero con las RCP en 1967 y luego con la conformación del Sindicato Democrático de Estudiantes (SDEUG), permitirá nuevas movilizaciones, cada vez más frecuentes y numerosas hasta el Estado de Excepción de 1970-71», detalla el profesor.
A partir de entonces las reivindicaciones serían constantes. Y represión también más dura. Un capítulo del libro está dedicado a los lugares de la represión adonde trasladaban a los estudiantes: la comisaría de la Plaza de los Lobos, la del Zaidín, la Real Chancillería en el Albaicín o la antigua cárcel de Granada, entre ellas. Hasta 350 contabiliza la investigación, con nombres y apellidos y su lugar de origen. Muchos de ellos eran de Málaga, Almería y Jaén, de ahí que el libro se vaya a presentar también en las universidades de estas provincias. Un total de 62 estudiantes pasaron por el Tribunal de Orden Público, de ellos la mitad estuvieron en prisión provisional y algunos fueron acusados incluso de terrorismo; un centenar pisó la cárcel; y el 82% fue procesado por asociación ilícita, propaganda ilegal y manifestación no pacífica.
En 1976 los universitarios de Granada convocaron una manifestación contra el recorte de becas que paralizó la ciudad. Y el 23-F de 1981, la única ciudad donde se echaron a la calle estudiantes y profesores para protestar contra el Golpe de Estado fue Granada.
«A partir de entonces el movimiento estudiantil se apagó -dice Martínez-, pero ahora se ha abierto un repunte y los estudiantes deben volver al activismo».
En los 60 y 70 estaban sujetos a normas clandestinas, pero hicieron su particular lucha por las libertades de cara al viento. Como cantaba Raimon, verso inspirador del título de esta investigación: Al viento, la cara al viento, el corazón al viento, las manos al viento, los ojos al viento, al viento del mundo.

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