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«Es más grave la guerra de Iraq que el derrumbe de las Torres Gemelas»

eduardo galeano. escritor

Es más grave la guerra de Iraq que el derrumbe de las Torres Gemelas
El autor uruguayo Eduardo Galeano participará el jueves, a partir de las 19.00 horas, en el curso sobre Violencia y Terror organizado por la Universidad de Granada. Desde su actual residencia en Calella, al norte de Barcelona, Galeano traduce su mirada sobre el mundo contemporáneo en reflexiones que rechazan la mentira y creen en la comunicación. Ayer, en cambio, ya paseaba por Granada.

g. h.
galeano. El autor, que combina en su obra periodismo, narrativa y ensayo, visita Granada para hablar sobre terror y violencia.
REBECA ROMERO
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granada. Mientras deja que sea el tiempo el que dé forma a su próximo libro, Eduardo Galeano visita Granada para devolver al diálogo y a la palabra su verdadero sentido: Expresiones lindas como comunidad internacional se usan ahora para definir el poder de los banqueros y de los generales. El escritor uruguayo abrirá el próximo jueves en la Universidad las puertas de lo que llama lenguaje sentipensante.

–El jueves participa en el curso sobre Violencia y Terror en la Universidad. ¿Cuál será su enfoque?

–Voy a hacer una introducción general sobre las fuentes del miedo en el mundo contemporáneo, lo que puede dar pie a un diálogo con el público sin fronteras de temas.

–La Universidad se ha considerado una plataforma en la que nacen corrientes ideológicas. ¿Lo considera así? Hay voces que hablan de la pasividad actual de esta comunidad.

–No podría decirle si es activa o pasiva. Lo que trato de hacer cuando hago alguna charla o lectura es crear un espacio de encuentro en el que haya diálogo con la gente, que podamos llegar a comunicarnos. Si eso se traduce o no en alguna forma de actividad, no lo sé. Pero procuro que se despierte alguna forma de electricidad de la comunicación, que abarque no sólo las ideas, sino también las emociones; porque yo no creo en un lenguaje que sea sólamente pensante; creo en un lenguaje sentipensante.

–Habla de comunicación y conoce bien los medios. ¿Qué papel cree que desempeñan ahora en cuanto al tratamiento de la violencia y el terror? ¿Median, transmiten, opinan?

–Los espacios de información y opinión independiente en los medios se han angostado mucho en los últimos años. Lamentablemente ha habido un proceso muy acelerado de concentración de poder en materia de formación y deformación de la opinión pública; son muy pocos los que tienen el privilegio de opinar para muchos y de informar de lo que ocurre. Hay una notoria manipulación a escala universal de la proyección de la realidad y, por lo general, es bastante deshonesta. El agujero de las Torres Gemelas tuvo las mismas dimensiones que el que dejó la aniquilación del campo de refugiados de Yenin por las fuerzas militares de Israel. Esto ocurrió unos cinco meses después, pero del agujero de Nueva York se sigue enterando todo el mundo y el de Yenin lo vieron muy poquitos, casi nadie más que los familiares de las numerosas víctimas. Las cosas ocurren, pero dependen también de la proyección que tienen.

–¿Considera una manipulación decir que ETA lleva dos años sin matar?

–Yo tengo una posición enemiga de todos los terrorismos, porque todos tienen en común algo para mí fundamental: el desprecio por la vida humana. Ahí tengo una posición clara, pero dar opiniones sobre ETA, no, porque no vine a Alaska para vender hielo a los esquimales. Son los españoles los que pueden explicármelo a mí, no al revés.

–Sacando el terrorismo del contexto nacional, las alianzas internacionales se nos presentan como camino en la lucha antiterrorista. ¿Lo cree así?

–Depende de qué alianzas internacionales; si los que se unen son los que fabrican el terrorismo, lo veo difícil. Para mí el atentado terrorista más grave de los últimos años no fue el derrumbe de las Torres Gemelas, sino la guerra de Iraq. Hasta marzo de este año, la cantidad de víctimas civiles de los bombardeos de las fuerzas invasoras era de 25.000; proyectado sobre la población de EE.UU. sería el equivalente a 350.000 norteamericanos inocentes asesinados. Esa fuerza invasora actuó exactamente igual que los pequeños grupos terroristas que sacuden cada día al mundo con amenazas terribles; mintió pretextos, inventó un enemigo que no existía y, después, resultó que sus mentiras siguieron vivas. Los propios invasores reconocieron que no había armas de destrucción masiva y la opinión pública, al menos la norteamericana y la inglesa, siguió creyéndolo, y votaron a Bush y a Blair. La mentira tiene patas larguísimas.

–¿Traduce eso como una ceguera de la opinión pública?

–No, ciega no, pero sí enceguecida por cortinas que le impiden ver lo que ocurre. Se habla de terrorismo como si fuera obra de unos cuantos países o de grupos de locos sueltos. No es así, es el terror de Estado el que genera todas las otras formas de terrorismo. Iraq es una fábrica de terroristas producto de una invasión que genera locos y desesperados. Al terrorismo hay que atacarlo por sus causas, no por sus consecuencias. La causa principal es la estructura militar del poder. El mundo destina 2.200 millones de dólares diarios a fines militares; esa estructura necesita enemigos para perpetuarse. ¿Las armas necesitan las guerras, las guerras necesitan las armas, o las dos cosas?

–Usted es uruguayo y vivió exiliado en Argentina. El lastre y la pobreza y las dictaduras en América sería terrorismo, según su visión.

–De las dictaduras militares hemos pasado a otras menos visibles pero que aplican los mismos sistemas. En cualquier país latinoamericano, el pueblo elige un gobierno mediante votación, pero a la hora de gobernar puede mucho más el poder de los grandes organismos financieros multinacionales, como el FMI, el Banco Mundial, que gobiernan aunque nadie los haya votado. Usan medios terroristas como la extorsión, el chantaje, la amenaza y hasta la ejecución, porque son y han sido capaces de ejecutar países.

–¿Es un círculo sin fin?

–Yo no creo que la desgracia sea un destino, sino una penitencia. Creo en la posibilidad de cambiar la realidad a partir de la conciencia.

–La literatura también se ha hecho eco del terrorismo que trasciende en los medios.

–Escribiendo uno trata de ayudar un poquito a la realidad se rebele y se rebele hasta donde es posible hacerlo en una mínima medida, sabiendo que la Historia es una señora muy lenta y difícil de cambiar.

–Pero ¿puede desvelarla?

–Al menos uno sigue creyendo en eso, que vale la pena recuperar el sentido de las palabras en este siglo, que las traiciona todos los días; este tiempo nuestro que ha implantado un diccionario al revés: palabras que alguna vez fueron hermosas, expresiones lindas como comunidad internacional, ahora se usa para definir el poder de los banqueros y de los generales.

–¿Trabaja en algún libro?

–Siempre, porque los libros me escriben. Pero soy muy lento en publicar, lo último –Bocas del tiempo– me llevó ocho años. Escribo muchísimo más de lo que publico; hago cosas difíciles de definir, fuera de género; cosas que ni yo sé qué son, y creo que ellas tampoco.

–Se van encontrando

–Poco a poco van encontrando fuerza y forma, pero no se sabe qué pasará después. Los libros, si están de veras vivos, andan por los caminos y charlan con la gente.
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