Inicio / Historico

Embajadores de Granada

LA Universidad de Granada ha tenido el acierto de reunir en una exposición en el Hospital Real y la Madraza, la obra de los últimos treinta años de un pintor internacionalmente reconocido como Miguel Rodríguez Acosta, «gran embajador del arte granadino», como acertadamente titulaba este periódico, siguiendo la idea de los organizadores, especialmente de su comisario, el profesor Ignacio Henares. Rodríguez Acosta ha encontrado en la abstracción -es decir, en la modernidad que planeó en su plenitud a mitad del siglo XX- una fórmula personal y universal de expresión pictórica -que no sólo está en sus lienzos, sino en grabados, dibujos, etcétera- pero que tan íntimamente está relacionada con Granada, no siempre con su paisaje exterior, sino interior. Como ocurre con los espejos de otro granadino rompedor como Manuel Rivera, que tanta inspiración encontró en los juegos de luces de los estanques alhambreños, Miguel encuentra apoyo en la geometría de los mosaicos y mocárabes del monumento nazarí, sobre los que traza las más originales y atrayentes variaciones. Nunca copia modos, sino sugerencias, movimientos de libertades pictóricas y expresivas. El título Arrayán y silencio ya define la idea de la muestra.

Durante el mes de noviembre se ampliará con entrevistas, presentación del catálogo, conferencias esta panorámica de uno de los pintores más internacionales del rico acerbo plástico de una ciudad, cuya trayectoria inconformista y reveladora, con cambios de tendencias y apertura a todas las ideas, pero sin perder las señas de identidad de lo mejor de la tradición de modernidad del arte granadino. Que podamos mirar como estos creadores son los mejores embajadores de la ciudad -lo fueron Guerrero y Rivera, lo es Miguel Rodríguez Acosta, Manuel Brazam, Juan Vida, entre tantos otros- es un verdadero consuelo frente al desánimo y la mediocridad que nos inunda

Y ya que hablamos de los auténticos embajadores de Granada y quién mejor nos representan, esta mirada no puede dejar de detenerse, aunque sea telegráficamente, en el éxito que ha obtenido el director de orquesta Pablo Heras dirigiendo a la Filarmónica de Berlín, la del mítico Karajan, entre otras universales batutas que han tenido el honor y el privilegio de ponerse al frente de ella.

A veces, desde el ensimismamiento en que vive una ciudad, no somos capaces de comprender ni, a veces prestar atención, a lo que muchos granadinos y granadinas hacen dentro y fuera de nuestras fronteras cerradas por la indiferencia, la ignorancia y, por qué no decirlo, también por la envidia, pecado nacional que tiene su caldo de cultivo en el localismo. Y sin embargo ellos son nuestros embajadores, los que desde el más lejano ayer hasta hoy, son nuestra referencia y nuestra justificación de ciudadanos.
Descargar