El museo de las estrellas.
Es probable que, con la evolución tecnológica, en los últimos cuarenta años la astronomía haya progresado mucho más que en los cuatrocientos que han pasado desde que se aplicó por primera vez un telescopio para observar el universo. Sin embargo, para llegar hasta el actual Hubble, antes fueron necesarios los Grubbs, Foucault o Mailhat que utilizaron los jesuitas hace un siglo para mirar al cielo granadino.
El Observatorio de Cartuja, actual Instituto de Geofísica, que fundó en 1902 esta orden religiosa como un centro astronómico, geodinámico y meteorológico se convertirá en un museo astronómico, demostrando que no sólo forma parte del patrimonio científico de esta ciudad, sino que es mucho más que un recuerdo. Allí habitan sismógrafos, círculos meridianos o electrómetros de hace más de cien años en una suerte de almacén del pasado que pronto puede volver a ver la luz. Yo diría que esto no lo conoce casi nadie y, sin embargo, se trata de la institución científica más importante después de la Universidad de Granada, justifica Miguel Giménez Yanguas, del grupo de investigación del Patrimonio Industrial de la UGR.
De ahí que el vicerrectorado de Patrimonio de la Universidad de Granada esté desarrollando un proyecto que contempla que el observatorio se convierta en un museo de las estrellas. Para eso, antes será necesario que el Instituto de Geofísica y Prevención de Desastres Sísmicos que ocupa el antiguo edificio pueda mudarse a un centro continuo que está en obras en la actualidad. En ese momento, el observatorio que nació hace más de cien años se quedará vacío y todas sus importantes piezas, listas para ser admiradas por el público. En unos dos años, el edificio se adaptará a fines museísticos para tratar de devolverlo a su estado primitivo y preservar todo su instrumental, dice Yanguas. El director de taller de restauración y patrimonio de la facultad opina igual: Podrá convertirse en un museo interactivo en el que puedan hacerse visitas de estudiantes y pueda acoger objetos de otros lados, afirma Ramón Gago.
Desde que el Observatorio -que antes acogía las tres secciones de astronomía, meteorología y sismología- en los años setenta viera reducida sus funciones al estudio de la tierra y la parte de astrología se trasladase al Instituto de Astrofísica, ha seguido, no obstante, albergando ese viejo pero riquísimo material que allá por 1901 el Padre Granero, rector del Colegio Máximo de Cartuja, se encargó de ir adquiriendo en Francia e Italia. Lo primero que se trajo fue el telescopio Ecuatorial Mailhat, un círculo meridiano, y para la parte de sismografía, un par de péndulos horizontales Stiattesi, un gran Vicentini y un sismocopio.
Un año más tarde, en 1902, se fundaría el Observatorio Astronómico, Geodinámico y Meteorológico de Cartuja, la primera estación sismológica de carácter civil fundada en España, en la que los jesuitas trabajaron intensamente, primero, recogiendo información de otros países más avanzados en estas materias, y, después, facilitándola a otros países. Cartuja sería la primera iniciativa de estas características que acometieron los jesuitas en España, con una importante inversión en instrumental científico y en un gran edificio neoclásico.
Hasta 1971, cuando el Observatorio fue cedido en uso a la Universidad, la Compañía de Jesús desarrolló multitud de actividades relacionadas con sus tres grandes ejes. Aunque sería en su parte de sismología donde conseguiría mayores resultados.
Como recuerda el director del Instituto de Geofísica, José Morales, en la fundación del edificio científico confluyeron un par de curiosidades que facilitaron las cosas. El terremoto de Alhama de 1884. El eclipse de 1905 y el dinero que heredó uno de los novicios del Colegio Máximo de los jesuitas. Era hijo de los Osborne, explica Morales, y decidió invertir parte de su herencia en la construcción del Observatorio.
En 1989, cuando el edificio pasó a ser la sede del Instituto Andaluz de Geofísica y Prevención de Desastres Sísmicos de la UGR, y la contaminación lumínica de la ciudad favoreció la desaparición de la antigua función del Observatorio, los artilugios adquiridos por los inquietos jesuitas siguieron conviviendo con los futuros sismógrafos.
El museo de astronomía, que podría comenzar a funcionar en unos tres años, albergaría, según explica Yanguas, un importante instrumental científico de telescopios, espectómetros y una gran biblioteca que en parte se ha mantenido hasta ahora. Un gran proyecto que el profesor atribuye al buen criterio del rectorado, que, a través del vicerrectorado de Patrimonio, una vez ha reconocido la importancia científica de esta institución y que quedan allí todavía elementos muy importantes para la historia de la ciencia, ha decidido restaurar el edificio con fines museísticos, aprovechando que el Instituto de Geofísica tiene ya un solar para construir un edificio al que se mudarán.
La vicerrectora, muy consciente ya del valor patrimonial del centro, que en sí mismo es una joya y de todo lo que hay allí, ha decidido sacar a concurso la rehabilitación completa del edificio con fines museísticos, explica Yanguas.
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