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El manual de la belleza nazarí

El manual de la belleza nazarí

Pasado. Las recientes restauraciones de la yesería de algunos de los espacios más emblemáticos de la Alhambra desvelan los secretos, hasta ahora casi ocultos, de una decoración nazarí caracterizada por la riqueza de motivos.

La espectacularidad de los mocárabes de la Alhambra son el mejor ejemplo de construcción decorativa en yeso.

BLANCA DURÁN
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granada. Luminoso, brillante y lleno de color. El interior de la Alhambra descubre al visitante un espectáculo visual único. Tras las murallas, y suavizados por el desgaste del inevitable paso del tiempo, cada detalle de su rica artesanía constructiva atesora aún el esplendor de la época nazarí, cuando las estancias cobraban vida y la luz nacía en todos sus rincones.
La Alhambra está considerada como uno de los grandes vestigios de la decoración tradicional nazarí; y los motivos de sus yeserías y mocárabes aún siguen constituyendo un reto para cualquier planteamiento constructivo. Si en la actualidad parece algo impensable poder alcanzar la exactitud y minuciosidad de las repeticiones seriadas de motivos geométricos y vegetales; descubrir cuáles fueron sus orígenes y las técnicas utilizadas se convierte hoy en un apasionante misterio por resolver.

En los últimos tiempos, el Patronato de la Alhambra y el Generalife está llevando a cabo la restauración y limpieza de las yeserías de lugares tan emblemáticos como el Patio del Harem, el Patio del Baño de la Mezquita o la fachada de las Torres de las Damas con pequeñas y grandes intervenciones que tratan de devolver al monumento nazarí su aspecto original. Cada avance en el estudio de las yeserías realza el valor y la calidad del arte nazarí. Los resultados que se obtienen después de cada restauración siempre son sorprendentes y nos permiten construir una parte muy desconocida de la historia de los palacios, señala Ramón Rubio Domene, jefe del taller de restauración de yesos y cerámicas de la Alhambra y doctor en Restauración por la Universidad de Granada.

Una visita guiada por los rincones de mayor riqueza decorativa de la Alhambra desvela la casi obsesiva tendencia árabe a las construcciones seriadas, donde el yeso se convertía en el material más recurrente para dar forma a motivos epigráficos, vegetales y geométricos que caracterizaron esta cultura. A pesar de los escasos estudios sobre estas decoraciones y la necesaria minuciosidad con que se deben acometer las intervenciones, las recientes restauraciones llevadas a cabo en el monumento por el equipo liderado por Rubio ha desvelado algunos de sus secretos.

Los motivos ornamentales de la Alhambra parten siempre desde los zócalos alicatados y se construyen hacia arriba, buscando la máxima simetría de formas. Las figuras de la parte inferior solían estar realizadas en la técnica del tallado in situ, una variedad constructiva que se realizaba extendiendo el yeso sobre el muro y tallando los motivos directamente sobre él. Este tipo de decoración, típica del periodo anterior al nazarí, requiere un conocimiento muy preciso de la geometría, ya que la exactitud de los motivos y el resultado no podía sufrir ninguna alteración final.

La zona superior de la decoración solía realizarse en yeso blanco, con secuencias repetidas que se creaban en el taller a partir de un molde y posteriormente se aplicaban sobre los muros. La técnica, que evoluciona fundamentalmente en el periodo nazarí, permitía enriquecer los detalles de los motivos, ya que era más fácil reproducirlos en moldes que si los artesanos trabajaban de forma directa sobre el yeso colocado en los muros. Los moldes podían ser rígidos (realizados en yeso o madera) o blandos (utilizando colas de animales o gelatinas) y las herramientas básicas utilizadas por los artesanos eran las cuchillas, el compás y los buriles, construidos con un fleje, un dedal y un trozo de madera.

De minuciosa ejecución, la yesería de los espacios de la Alhambra muestra tres niveles distintos en sus dibujos. El primer plano se corresponde con el fondo, que recrea esencialmente motivos geométricos sobre los que se sitúa un segundo plano con motivos vegetales, donde abundaban las representaciones de palmetas, piñas, pimientos, alcachofas, bellotas y frutos variados.

El nivel superior se suele componer de motivos epigráficos que rescataban algunos versos del Corán o lecturas sagradas, ya que servían para demostrar el respeto a la divinidad de quienes vivían en esos espacios. Por último, el mosaico se sellaba con una capa de imprimación blanca que siguiera respetando los dibujos de los distintos niveles pero que permitiese policromar el yeso en ricos tonos rojos, azules, negros y dorados que caracterizaron las yeserías de la época nazarí.

La reciente limpieza de las yeserías de la Sala de las Camas evidencia el que sería el aspecto original del interior de la Alhambra, construido a base de brillantes colores matizados por el constante reflejo de la luz. Las restauraciones de la Alhambra no siempre han estado a la altura del monumento. Su gran primer restaurador fue Leopoldo Torres Balbás, un pionero de las intervenciones modernas que, en lugar de tratar de reconstruir lo que faltaba, se limitó a conservar y limpiar lo que ya existía, apunta Ramón Rubio.

Los próximos trabajos del equipo de restauración de los yesos y cerámicas de la Alhambra se centrarán en muchos ámbitos que fueron intervenidos de una forma poco adecuada con anterioridad. Así, lugares como la fachada de la Torre de las Damas se limpiarán de la pátina de barro con la que se trató de igualar su aspecto para descubrir y sacar a la luz los motivos originales que aún se conservan y que construyen la historia del monumento nazarí. El brillo, el color y la luz que un día caracterizaron a la Alhambra podría volver a asomarse a través de sus motivos decorativos, los mejores testigos del paso del tiempo.

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