El 12 de abril celebraba su onomástica don Víctor Escribano García y el 7 de este mes se cumplió el 143 aniversario de su nacimiento en Burgos. Ilustre cirujano, catedrático de Anatomía de la Universidad de Granada que se vino a vivir a la calle Duquesa, sede en la que al principio se instaló el periódico Ideal de ideología católica que él impulsó. Veinticuatro años antes había nacido en el pueblo de Sargentes, también en Burgos, otro catedrático de Derecho afincado en Granada, don Andrés Manjón. Aquí entablaron una estrecha amistad.
La vinculación de don Víctor Escribano con el Ave María surgió de la primera visita que hizo a las Escuelas; a partir de ahí se convirtió en amigo personal del P. Manjón y en médico oficial de toda la familia avemariana. El propio Manjón, en un viaje que realizó a Madrid en 1902, se encontró con don Víctor, que tramitaba pasar de la asignatura de Anatomía a la de Operaciones en nuestra Universidad; era el mes de agosto cuando, refiriéndose al doctor, dejó escrito esto: es Escribano hombre serio, joven, 30 años (sic), culto, macizo, buen cristiano y buen amigo.
Efectivamente, Escribano estuvo siempre cerca de las Escuelas, de los niños y de sus familiares como médico y benefactor. Cada año en diciembre los vacunaba; abría una consulta gratuita para los niños y sus familias todos los domingos después de la misa. No se olvide el profundo cristianismo que profesaba y la habilidad de ponerse a disposición de los enfermos.
El 10 de marzo de 1900 el doctor Escribano pronunció en las Escuelas del Ave María una ilustrativa conferencia con amplio eco en los periódicos locales. Trataba sobre la limpieza de la piel, que sirve para exudar, respirar y eliminar cosas superfluas, y por no tenerla limpia viene la sarna, tiña, pupas y capacetes (costras en la cabeza de los bebés). No estaría mal que, un siglo después, se incluyeran en los programas docentes actuales amplias nociones de higiene y aseo personal como asignatura cursada desde la Escuela a la Universidad, impartida por profesionales de la Sanidad y con carácter de obligatoria.
La vida del doctor Escribano en relación con las Escuelas del Ave María está llena de curiosas anécdotas, porque si en un principio se trataba de atender a los niños, acabó ocupándose de los obreros, empleados, familiares y hasta de los animales del barrio.
Atendía al propio P. Manjón cada vez que le aquejaba algún mal; sobre todo el dengue que le atacaba cada año. Operó de un oído en el Hospital de San Juan de Dios al capellán de las Escuelas. Reconocía a los maestros y se encargaba de habilitarlos o darles las bajas. Operó de una hernia a Juan de Dios, el jardinero del Ave María. Y hasta curó al perro León, el mastín que guardaba la finca; un vecino le pegó un tiro en la pata al oír los gritos de su mujer, asustada cuando intentó darle pan.
A cambio de esa amistad y de su enorme generosidad, el Padre Manjón siempre estuvo a su disposición. Cada 12 de abril, en la onomástica de don Víctor; los niños de la Escuela le brindaban una serenata; el propio Manjón bautizó a su primera hija en la Iglesia de Santa Ana en Enero de 1905; lamentablemente cinco meses después murió la niña y también asistió al entierro.
En cada viaje que don Víctor Escribano hacía se encargaba de difundir la excelente labor de las Escuelas avemarianas como ejemplo de una enseñanza moderna, activa y participativa.
El doctor Escribano llegó a ser decano de la Facultad de Medicina, diputado provincial, promotor del periódico Ideal de Granada, y, junto a los doctores Federico Olóriz y Benito Hernando, gran benefactor y propagandista de las Escuelas del Ave María. Hoy una calle del barrio de los doctores, junto a la Plaza de Toros, lleva su nombre