El Centro Guerrero: presencia o ausencia
VAMOS a hacer un experimento en módico futurismo. Estamos a fines de 2010. Vamos a suponer que quien esto escribe es de esos que van a los museos y los conciertos en todas partes. Y además forastero.
Me han dejado en la Gran Vía, ante la verja que da paso a la Calle Oficios desde comienzos del siglo pasado. Rechazo como puedo las ofertas de romero y buenaventura y me encuentro con que la Universidad de Granada tiene un buen programa de actividades en el Palacio de la Madraza. Visito el palacio, recientemente restaurado, y me apunto mentalmente venir a una actividad esta tarde misma. Alguien me dice que hasta hace poco las actividades culturales de la UGR itineraban por distintos locales universitarios de la ciudad, pero que ahora se ha vuelto a ese lugar, absolutamente esencial para la extensión universitaria. Los invitados se suelen quedar mudos de admiración bajo el artesonado mudéjar del Salón de Caballeros XXIV. Ahora, además, contemplan el mirhab de la Madraza medieval, y aprecian el privilegio de estar en la que fue Universidad coránica y más tarde Ayuntamiento de Granada.
No tengo por qué saber que la esquina siguiente, ahora escarolada de trajes de gitana, era el mejor bar de Granada, pero enseguida me sorprende un edificio sobrio, de mármol gris en la fachada y cálidos escalones de madera por dentro.
Es el Centro Guerrero; alguien me dijo que aquí se han visto exposiciones de Richard Avedon, de Miguel Ángel Campano, de Willem De Kooning, que se han oído ciclos de charlas sobre el color y ciclos de música contemporánea. ¿Qué habrá ahora? En todo caso, además de apreciar exposiciones o instalaciones de rango internacional, tendré el placer arbitrario y lujoso de comparar la minuciosa pincelada de la Natividad de Roger van der Weyden con el ímpetu negro y rojo de La Brecha de Víznar de Guerrero (que es un sexo femenino y un barranco de muerte) pues al otro lado de la calle está la colección portátil de las tablas flamencas favoritas de los Reyes Católicos.
Tras visitar los cuadros, las tumbas, los retablos, las bóvedas, las rejas, salgo de la loggia y un poco más abajo, la Plaza de Alonso Cano me deja a la derecha el Sagrario y el arco triunfal de la Catedral de Granada -Diego de Siloée, Alonso Cano- y a la izquierda el primer edificio de la Universidad de Granada (1532: ad fugandas infidelium tenebras hec domus litteraria erecta est). Por último, y antes de seguir la visita hacia San Justo y Pastor y hasta San Juan de Dios y el Monasterio de San Jerónimo me detengo en el moderno Centro García Lorca, recién inaugurado, donde es posible nos aguarden otras posibilidades en forma de exposiciones, de conferencias, de conciertos, de seminarios teatrales.
Qué maravilla. Impresiona tal exhibición simultánea de estratos patrimoniales (nazarí/barroco/ contemporáneo/ gótico florido/ renacentista/manierista/contemporáneo) y ofertas culturales en tan poco recorrido. Apabulla lo que pueden sumar -si quieren- las instituciones municipales, provinciales, autonómicas, nacionales, europeas, para establecer sin gran esfuerzo un circuito tan brillante y tan productivo turísticamente.
Los granadinos deben estar orgullosos. No me extrañaría que empezaran a soñar con que semejante oferta, en el centro de la ciudad situase a Granada en un buen puesto para aspirar a los privilegios de la capitalidad cultural, y en todo caso tienen motivo para alardear (ellos, tan autodestructivos desde siempre).
Como soy un aficionado forastero lo ignoro todo de los entresijos políticos que están detrás de cada una de esas ofertas patrimoniales y culturales. Como es natural, me quedo con una lógica digital, de presencia o ausencia (Madraza, Centro Guerrero, Capilla Real, Catedral, Centro Lorca: sí o no; hoy 22 de mayo de 2009 sólo funcionan la Catedral, la Capilla Real y -todavía- el Centro Guerrero) . ¿Pero y si en 2010 el panorama fuese otro y me encontrase con que esa ventana al arte contemporáneo que era el Centro Guerrero ha sido suprimida o sustituida por otra cosa? No tendría más remedio que conformarme. Me asomaría a lo que hubiese, con la mejor voluntad.
Y desde luego lo que ni me pasaría por las mientes es que mi afición a visitar museos o a ir a conciertos me convertía sin saberlo en una especie de aristócrata del espíritu y por tanto en un humillador de los demás, y que alguien, cortando de raíz el mal, es decir, suprimiendo el Centro Guerrero, tenía la oscura satisfacción de escarmentarme, de reeducarme para que dejase de tener esas aficiones tan elitistas, tan selectas, tan aristocráticas y por tanto tan ofensivas para ¿el pueblo? ¿una idea del pueblo? ¿una red de pueblos o municipios? De modo que cuando en 2010 deje de visitar el Centro Guerrero -porque ya no exista- estaré siendo edificado en mi moral pública. Gratis y sin darme cuenta. Ahí es nada.
Ya acaba el experimento: ahora escribo con mi propia voz, sin ironía y con claridad. Me importa y le importa a muchos granadinos que los responsables políticos locales, provinciales, autonómicos respondan a esta pregunta (con un plano de Granada delante): ¿os da lo mismo que funcionen tres instituciones (Madraza, Centro Guerrero, Centro Lorca), que funcionen dos, o una sola? (es decir que el Centro Guerrero quede suprimido o reemplazado por un Ersatz y la Madraza no acoja ya a las conferencias de sus ciclos, Cátedras o Seminarios.). Si es así ¿por qué? Pues se trata sólo de eso: presencia o ausencia; ganancia o pérdida.
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