diario de un escéptico por alejandro v. garcía
El Apocalipsis de las pizarras
La Universidad de Granada ha decretado el fin de las pizarras que serán sustituidas por proyectores electrónicos. El encerado ha sido el eje de una antigua liturgia del aprendizaje que todos hemos celebrado
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El correo electrónico es el arma vertiginosa que soñaron los propagandistas y demagogos; el juez de lo Penal número 1, la lentitud que puebla las pesadillas.
La Universidad ha puesto en marcha el Apocalipsis de las pizarras. Los encerados serán sustituido por proyectores que reflejarán en una pantalla fría los apuntes académicos. Es un método limpio, puro y con aparentes ventajas sobre el encerado tradicional. Los responsables del servicio de Informática de la Universidad lo explican así: Con el sistema habitual el profesor va escribiendo y va borrando, esto hace que los alumnos pierdan mucha información mientras toman apuntes. Es muy raro: yo me he educado, como todos, en compañía de la pizarra, y jamás he tenido la sensación de perder conocimientos, es más, el carácter fugitivo de los signos trazados en el encerado suponía un incentivo para el aprendizaje instantáneo y convertía cada lección en un acontecimiento irrepetible.
Sí, la pizarra es el eje de una concreta liturgia del amaestramiento que todos hemos celebrado. Salir al encerado era una especie de prueba suprema que los alumnos teníamos que abordar en algún momento de nuestra formación, un rito soberano en el que no bastaba con poseer los conocimientos suficientes sino que había que exponerlos mediante una correcta escenificación: presionando la tiza con la fuerza justa para que no rechinara, manteniendo el renglón recto y firme, sin torceduras ni líneas débiles. Porque la pizarra también es la tiza, los borradores, los dedos blancos…
Yo siempre disfruté tratando de descifrar los trazos misteriosos que permanecían escritos sobre el encerado al término de una clase a la que no había asistido o que correspondía a un curso superior. ¿Qué querían decir aquellos círculos enigmáticos que encerraban en su interior una especie de ojo divino o las flechas que cruzaban de parte a parte la pizarra y que vinculaban sílabas o interrogaciones ignotas? El fin de las pizarras supone también el final de la música sincopada, a contratiempo, que la tiza iba improvisando sobre la superficie verde o gris y que ha constituido algo así como la banda sonora del conocimiento, desde el parvulario a la universidad, una música que yo mismo he repetido, con escrupulosa atención, mientras hilvanaba teorías ante mis propios alumnos. En fin, un conjunto de añoranzas un poco tontas como cualquier nostalgia que se precie.
El correo electrónico es una tentación formidable para los proselitistas, los demagogos y los embaucadores. ¿Qué no habrían dado los grandes charlatanes de la historia para que, presionando una sola tecla, sus malevolencias, sus ideas capciosas y su doctrina se divulgara indefinidamente? Un directivo de la empresa de aguas de Granada no ha podido refrenar sus inquietudes propagandísticas y ha utilizado la herramienta profesional para algo tan ajeno al agua –salvo el bautismo– como exaltar la reputación del nuevo Papa y, de camino, arremeter contra un grupo de comunicación con el que no simpatiza. El concejal Sebastián Pérez ha ordenado, con una pulcritud que le honra, la apertura de un expediente contra el trabajador. Es un caso aislado, sí, pero no raro. A mi correo electrónico llegan a diario cartas semejantes firmadas por incendiarios aprendices de savonarolas, desconocidos predicadores que resumen toda su bilis en diez líneas o impregnan de furia asesina una fe pacífica, además, claro, de los inevitables servicios de venta de viagra y válium o de métodos infalibles para ganar en la ruleta virtual. Si los emisores de tales cartas fueran capaces de convencer a todos sus corresponsales serían los amos del mundo. Unos estarían gobernando una Ciudad de Dios a su medida, otros quemando herejes y aquellos enriquecidos gracias a los incautos que aceptaran ser víctimas propicias de sus estafas. Afortunadamente la credibilidad de los sistemas de divulgación vinculados con la Red es poca y va a menos. El escepticismo y la prevención son las virtudes de los prudentes.
miércoles
Desde el domingo sigo –sin querer, a enviones del azar de los telediarios– los ecos del embarazo de la Princesa de Asturias, y tengo que confesar que me he divertido mucho no por el acontecimiento en sí sino por los esfuerzos de los periodistas en profundizar en una noticia tan absoluta que no tiene más flecos que la muda satisfacción de la familia. Veo con estupor a mis colegas sortear la muralla de guardaspaldas para preguntar al Rey si querrá al nieto; al padre, si está contento, y al cuñado qué opina su hijo de 3 años sobre el embarazo de la tía. Supongo que lo hacen por obligación y alguno con la remota esperanza de que el Rey conteste que odia; el padre, que tiene un disgusto tremendo y que, en fin, el futuro tío responda que su hijo de 3 años está preocupado de cómo repercutirá el nacimiento del primo en la herencia.
El comité local del Partido Comunista sacó pancartas contra la presencia del poeta Raúl Rivero en el festival de la poesía, y repartió un pasquín donde relata las supuestas simpatías del escritor con la derecha imperialista. Leo, y en la medida que avanzo, siento un poco de sobrecogimiento: Respecto a Cuba sólo caben dos opciones, estar de acuerdo con el dictador o con Estados Unidos, que representa aquí el Mal. No hay término medio. No cabe aducir razones de pura democracia para oponerse a la zafiedad del régimen: siempre serán argumentos inspirados por fundaciones ultraderechistas. Esta es la obtusa teoría que ha convertido en cómplices de la tiranía isleña a ciertos sectores de la izquierda, unos abiertamente apologistas de la dictadura de Castro y otros, más discretos, propagadores de sus encantos.
viernes
El juez más lento del mundo ha sido premiado por segunda vez. Para un magistrado con tantas parsimonia como el titular del juzgado de lo Penal número 1, Carlos Martínez Robles, la suspensión de ocho meses de ejercicio profesional sólo puede ser entendida como un reconocimiento de las instancias judiciales más altas a una flema sin precedentes. En Estados Unidos el juez aprovecharía el tiempo de vacación obligatoria para escribir un libro sobre el arte de la lentitud.
sábado
El Debate sobre el Estado de la Nación coincidió con el Festival de la Poesía. A partir de ahora tendría que ser obligatorio