El profesor José Antonio Lorente advierte sobre el uso de armas biológicas por parte de grupos terroristas durante las jornadas de bioseguridad que se clausuraron ayer en la Facultad de Derecho
Las armas biológicas que pueden llegar a matar a miles de personas debido al alcance de la epidemias que generan entre la población son utilizadas por la ciencia ficción. De hecho, son el argumento de películas como Estallido o Contagio, aunque lo cierto es que ya ha habido casos reales como, por ejemplo, los sobres de ántrax en Estados Unidos tras el 11-S que mataron a cinco personas. Un caso que saltó a todas las portadas de los periódicos y creó mucha inquietud entre la opinión pública, ya que, según afirman los estudiosos de la materia, el mayor riesgo es que estas armas bacteriológicas caigan en manos de grupos terroristas. En este sentido, el catedrático de Parasitología de la Universidad de Granada Manuel Sánchez Moreno afirmó ayer durante las jornadas sobre bioseguridad en el Paraninfo de la Facultad de Derecho que «el terrorismo convencional ha quedado atrás».
Cada vez se debate más sobre el peligro que pueden tener para la humanidad el uso de armas biológicas como el ántrax, la peste bubónica, la viruela, el botulismo y el ébola. Sobre todo si estos virus, bacterias y toxinas tan contagiosas caen en manos de grupos terroristas. Las bombas convencionales en el futuro serán parte del olvido y abren paso a nuevas formas de atentar creando grandes epidemias que ponen en grave riesgo la salud pública.
Pero según el profesor en Medicina Legal y Forense en la Universidad de Granada José Antonio Lorente el bioterrorismo no sólo puede causar muerte entre las personas sino también sobre las plantas y los animales. «Imagínate que alguien diseña un hongo, los esparce con una avioneta sin que haya tratamiento y destruye todos los olivos del sur de España. Esto sería un desastre económico de dimensiones incalculables. Del mismo modo que si piensan en acabar con una cabaña ganadera entera de vacas», explicó.
En palabras de Lorente «desde el punto de vista legal lo que se pretende es estudiar el ADN de las bacterias, los hongos y los virus para determinar qué parte de ese ADN hace que ese microorganismo sea especialmente agresivo y pueda transmitir enfermedades, incluso, la muerte». De este modo también aclaró que lo más importante al tratar este tipo de temas desde el ámbito policial es «poder ver cuál es el origen de ese microorganismo, dónde ha sido tratado y dónde ha sido manipulado». Del mismo modo, matizó que el problema que existe en torno a las armas biológicas es que se pueden conseguir en grandes cantidades a un precio muy bajo, sin precisar de grandes instalaciones. A lo que hay que añadir que su control es muy difícil porque «cualquier tipo de instrumento biológico con un patógeno dentro se puede colar en muchos sitios. Si nos referimos a una pistola eso es prácticamente impensable», matizó Lorente.