HACE varios años uno de los espacios expositivos emblemáticos de Granada se encontraba en el Palacio de la Madraza. Hasta la calle Oficios llegaban, sin solución de continuidad, artistas de contrastada trascendencia artística, de una valía fuera de duda y de un compromiso con el Arte Contemporáneo asumido por todos.
La lista de los autores granadinos y fuera de Granada que llegaban hasta la Madraza era amplia e importante. Por citar sólo algunos de los últimos años, se puede nombrar a Matías Quetglas, Waldo Aguiar, Josep Guinovart, José Sánchez Carralero, Dámaso Ruano, Felipe Orlando, Juan Manuel Brazam, Sylvain Marc, Pepe Cano, Narváez Patiño, Álvaro Delgado, Soledad Sevilla, José Luis Galicia, Rolando Campos, Dolores Montijano, entre otros muchos.
Desde, 1978, la Madraza había ocupado un lugar de privilegio en el Arte de Granada; fueron los años en los que la ciudad comenzaba a poner las bases para conquistar una parcela cultural y artística que llegó a ser de las de mayor dimensión de España. La mano experta de María Guzmán era firme y, al menos, existía un criterio para la selección de las muestras.
El antiguo recinto docente de los árabes granadinos, la primera Universidad de la ciudad, comenzó un periodo grande de rehabilitación, permaneció cerrada muchos años; tantos, que muchos casi se olvidaron que existía y casi todos que, allí, se encontraba una de las salas de Arte más importantes de la ciudad.
Las obras terminaron, los espacios fueron acondicionados pero las programaciones perdieron la entidad que, en su tiempo, tuvieron. Ya nada fue igual; las muestras que aparecieron mantendrán un carácter sin excesivo criterio y los artistas se sucederán sin mucho que aportar. Pocas veces se ha tenido que ir hasta la calle Oficios sabiendo que nos íbamos a encontrar con una exposición notable y comprometida con la actualidad.
Será muy fácil echarle la culpa a los tiempos, acudir a la socorrida crisis económica para achacar los males de una realidad que tienen su origen en otros estamentos menos prosaicos. Decía mi abuela que lo peor es tener tan pocas tejas como los cines de verano. Ahí creo que reside el verdadero problema. No se comprende muy bien como la Universidad de Granada, regente y garante del espacio expositivo del viejo centro de estudios nazarí, con esa Facultad de Bellas Artes, auténtica factoría de muy buenos artistas y de mejores proyectos, no se vale de la Madraza para enseñar al mundo entero lo mucho y bueno que sale del antiguo manicomio de la que se conocía como Autopista de Badajoz. Es un derroche inconcebible, injustificable e imperdonable.
La crisis de ideas es infinitamente peor que a cualquier falta de dinero. Creo que las cosas desde las altas instancias del Vicerrectorado de turno están siendo poco lógicas. ¿No se sabe lo que pasa en los viejos pabellones de la Chana?, ¿no se han enterado arriba que, desde su inauguración y constantemente, los artistas que de allí salen están entre lo más selecto del Arte que se hace en España?, ¿tienen que buscarse espacios ajenos a la Universidad para mostrar la buena obra de alumnos y de los muchos importantísimos nombres que en ella trabajan?
Creo que la Madraza, por historia, categoría y sentido común, merece otro tratamiento. Se necesita una programación coherente, seria y cercana. Si no, habrá que darle la razón a mi abuela: ¡menos tejas que un cine de verano!