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Cabezas con personalidad

Cabezas con personalidad

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Isidoro García El viejo doctor me preguntó si le permitía medirme la cabeza. Bastante sorprendido le dije que sí. Entonces sacó un instrumento parecido a un compás calibrado y tomó las dimensiones por detrás y por delante, de todos los lados (…). Siempre pido permiso, velando por los intereses de la ciencia, para medir los cráneos de los que parten hacia allá, me dijo. ¿Y también cuando vuelven?, pregunté. Nunca los vuelvo a ver, comentó, además los cambios se producen en el interior.
En este fragmento de El corazón de las tinieblas, Joseph Conrad describe una práctica científica que se practicaba en el siglo XIX: se trata de la Frenología, un método que pretendía determinar la personalidad de un individuo a través de la forma y dimensiones de su cabeza. En la novela, el doctor mide el cráneo de Marlow antes de partir a una remota colonia en África con la idea de establecer una clasificación científica del tipo de personas que se embarcaba en un viaje con destino incierto. En la vida real, la Frenología llegó a emplearse para juzgar las tendencias homicidas de una persona, y determinó en algunos casos la suerte de un acusado. Su destino estaba escrito en su cabeza.

Una reliquia de esta ciencia se halla expuesta en estos momentos en el Hospital Real de la Universidad de Granada, dentro de la exposición de lozas de La Cartuja de Sevilla: se trata de una cabeza frenológica diseñada por el médico catalán Mariano Cubi y Soler. Esta pieza señala 43 características psíquicas repartidas en tres partes de la cabeza: en la superior reside la moral; en la inferior, los instintos animales, y en la anterior, las capacidades intelectuales. La clasificación se basa en las mediciones de cráneos de enfermos mentales que Cubi y Soler realizó durante años en cárceles y centros psiquiátricos. Sin embargo, a pesar de su supuesto carácter objetivo, esta ciencia cayó pronto en el descrédito y hoy día resulta algo anecdótico, aunque ahora permite hablar de una época donde se creía que la ciencia podría conocerlo todo, incluso la compleja personaliad humana.

La Frenología como ciencia moderna surge en el siglo XVIII con Franz Joseph Gall. En esos momentos la Antropología empezó a clasificar los grupos humanos en razas, basándose muchas veces en un solo ejemplo, recuerda Miguel Botella, antropólogo forense de la Universidad de Granada (UGR). El siguiente paso era conocer el carácter mediante el aspecto exterior. En 1804, Gall se asocia con otro científico, Spurzheim, para investigar la anatomía del sistema nervioso, en especial del cerebro.

En esos primeros momentos, los científicos asocian determinadas zonas de este órgano con distintas capacidades humanas. La conexión con el exterior estaba servida. Los frenólogos pensaban que, como el cerebro empuja a la cabeza, también determina su crecimiento, explica Botella. Por eso cada zona de la cabeza era un reflejo del cerebro. Observando la cabeza de una persona y comparándola con un modelo ideal, los científicos decían cómo era el área de la amatividad o de la inteligencia de un sujeto, estableciendo así su personalidad.

El modo de determinar estas áreas resulta pintoresco. Un artículo en una Enciclopedia de 1891 cuenta cómo Gall estableció que la amatividad, instinto generador, que puede engendrar el amor apasionado, reside en el cerebelo: Tras asistir a una mujer viuda a quien era tan molesta la continencia propia de su estado que experimentó varios accesos de ninfomanía (…), asombróse Gall al ver la amplitud de su nuca y el calor que en ella se notaba. El médico estudió después esta zona en cabezas de hombres muy propensos al amor, comparándolas con otros donde esa pasión no era tan pronunciada. También averiguó que los animales que no cohabitan carecen de cerebelo, y que éste no se desarrolla en los hombres hasta los 16 años, cuando comienzan a sentirse los impulsos sexuales.

Estos razonamientos, que hoy parecen completamente ingenuos, llegaron a tener difusión en algunos sectores científicos. Mariano Cubi y Soler se basó en los estudios de Gall y Spurzheim para escribir en 1844 su Manual de Frenología, y encargar en 1852 a la fábrica de cerámica de La Cartuja una cabeza frenológica sobre su modelo que sirviera para estudiar esta técnica. La Frenología se llegó a enseñar en escuelas, sobre todo en los colegios progresistas, donde había un interés en conocer la personalidad de los niños para adaptar la pedagogía, cuenta Miguel Botella, quien aún conserva una de estas cabezas, un regalo del colegio donde estudió que ya no era más que un objeto de museo.

Pero lo más grave es que la Frenología se utilizó para buscar tendencias criminales en convictos, según el antropólogo de la UGR. Cuando detenían a alguien por homicidio, llegaba el frenólogo, le miraba la cabeza y decidía si lo era o no. Sin embargo, Botella reconoce que la aplicación en esos casos fue experimental y califica estas técnicas como un intento curioso de otorgar un carácter científico al estudio de la personalidad humana. Para la ciencia actual no resulta tan sencillo, y comprender el funcionamiento del cerebro sigue siendo la última frontera.

Detrás de la Frenología hay unas ideas que pretenden clasificar a las personas por su aspecto, estableciendo categorías y determinando una forma ideal de ser nervioso, afectivo o agresivo. Las teorías racistas se basan en el mismo supuesto. No todos los negros tienen las mismas características fisionómicas, sostiene Botella, para quien las teorías que establecen razas se han utilizado para separar a la humanidad en grupos y discriminar al otro, que es distinto. El libro con el que empieza este reportaje, El corazón de las tinieblas, es buen ejemplo de ello. Sin embargo, en la actualidad la ciencia ya no habla de razas: Lo que hay es una enorme variabilidad humana, reconoce el antropólogo de la UGR.

La Medicina, y sobre todo la Psiquiatría, ha tratado de encontrar una panacea para etiquetar a los sujetos según una tipología ideal, que une biología y personalidad. Aunque evidentemente hay conexiones, todavía hoy la ciencia seria no puede señalar qué aspecto es el determinante. ¿Qué es antes, el huevo o la gallina?

La respuesta se quiere encontrar hoy en la Genética. Cuando se descubre un gen, enseguida surge la ambición de relacionarlo con determinados impulsos o capacidades humanas para establecer así un camino directo con el que conocer la conducta. En la actualidad todavía estamos en una fase inicial de la genética, y quizá queremos ver demasiadas cosas a través de los genes, reconoce Botella. Pero hasta cierto punto. Ahora es imposible hacer generalizaciones.

La ciencia-ficción propicia especulaciones sobre el poder de la ciencia para conocerlo todo e, incluso, prever el futuro. Al igual que intentó la Frenología, Philip K. Dick describió en Minority Report una sociedad donde unos mediums pueden ver un crimen antes de que suceda, por lo que la Policía puede evitarlo. Pero al final, ese sueño acaba provocando monstruos.

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