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¡Bienvenido sea todo el mundo!

El alumno virtual, el que hace compatible estudio y trabajo, el que busca reciclarse, el que está en paro… En la Universidad española ya no existe un único prototipo de estudiante universitario.

La crisis ha roto todos los esquemas en el mundo universitario español. Y no solo por los recortes en los presupuestos de los centros de educación superior, los ajustes de la plantilla de profesores, la reforma de algunos contenidos y la creación de nuevos grados, títulos y másteres adaptados a los tiempos que corren y a las necesidades del mercado laboral de nuestro país.

También ha roto los esquemas del bien entendido y tradicional universitario español. En la actualidad, no solo accede a la universidad el joven de 18 años que acaba de finalizar los estudios de Bachillerato y de superar la temida Selectividad. Los parados, los trabajadores a tiempo parcial, el recién graduado que prolonga su estancia, el anciano con una agenda libre de obligaciones, el profesional que necesita reciclarse y reformarse en su oficio… Y esta revolución ha empujado a que la universidad también se diversifique.

Según los últimos datos publicados por el INE en la Estadística de Enseñanza Universitaria, durante el curso 2010-2011, un total de 220.583 alumnos completaron sus estudios universitarios. El 52,8% eran estudiantes de 24 años o menos. La edad más frecuente de graduación es de 21 años (el 14,6% de los graduados), tomando como fecha de referencia para el cálculo de las edades el 31 de diciembre de 2010.

La mayoría de los jóvenes de nuevo ingreso suelen matricularse en centros públicos o privados presenciales. Incluso, los que están interesados en cursar un ciclo superior ya lo pueden realizar en algunas universidades privadas que han abierto la mano a la oferta de Formación Profesional aunque no esté estipulado como título universitario.

Otro factor que ha cambiado es el tiempo. Ahora los jóvenes alargan su estancia en las aulas. El grado universitario les sabe a poco. Ésta es una de las razones por la que se ha disparado el número de matrículas en posgrados y másteres. Hace unos años era impensable para muchos extender los estudios después de cinco años en las aulas.

En contra de esta tradición, durante el curso 2010-2011 se han impartido 2.930 másteres oficiales en las universidades españolas, casi 670 más que el curso anterior, y en ellos se han matriculado 108.433 alumnos, un 29,5% más. También son cada vez más los jóvenes que deciden quedarse para convertirse en profesores o ejercer la labora de investigadores. En el año 2011 ha finalizado estos programas 45.748 alumnos y el número de matrículas ha aumentado un 8,5%, con un total de 68.865 alumnos. Del mismo modo, en 2001 se han aprobado 8.915 tesis doctorales, un 3,7% más que en el curso anterior.

Los que lo hacen compatible
La universidad a distancia es un formato revolucionario en el siglo XXI. La prueba está el «éxito en taquilla» de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (Uned). Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), este centro español se ha convertido en el más popular con el mayor número de alumnos matriculados, 166.420, por encima de la Universidad Complutense de Madrid (71.025), la Universidad de Sevilla (59.433) y la Universidad de Granada (57.142). Y es que se ha adelantado incluso en la captación de los más jóvenes.

Con 21 años, la madrileña Marta Yanes no ha pisado apenas una universidad. Y no porque no tenga interés sino porque ha decidido matricularse en Derecho en la Uned. Este año pasa al tercer curso. La flexibilidad de este centro le ha permitido compaginar sus estudios con el trabajo como secretaria en el Instituto Gemológico Español. Ahora ha decidido dejar este puesto y se marcha a Londres a ejercer como au-pair.

«Los martes por la tarde tenemos clase. Nos comunicamos tanto profesores y alumnos vía mail. Allí en Londres estudiaré en la sede que tiene la Uned. La gran ventaja es que puedo trabajar fuera de España y sacar la carrera al mismo tiempo. Y entre las desventajas… pues que no voy a clase como en una universidad presencia y no me entero de nada. Para una persona mayor está muy bien pero para mí…», nos explica Marta.

Los parados
«Cada vez hay más estudiantes de másteres que son mayores de 40 años, 42.339 superan la treintena e incluso la cuarentena», se destaca en la estadística del INE. Una de las razones es la situación de paro en la que viven millones de personas en nuestro país.

Con 36 años, Diana Escribano vive su primera vida como universitaria. Se ha matriculado en el primer curso de Enfermería en la Universidad Francisco de Vitoria. «Ha sido y es mi vocación desde muy pequeña», confiesa.

«Estuve siete años trabajando en un laboratorio farmacéutico, tenía una situación estable, pero un expediente de regulación de empleo (ERE) hizo que de la noche a la mañana perdiera todo. En un principio pensé en preparar una oposición para asegurarme mi futuro, pero enseguida me informé, visité la universidad e hice las pruebas de acceso», relata Diana.

Esta joven, que es la única con esta situación en su clase, solo pone una pega a su paso por la Universidad. «Voy a estar cuatro años fuera del mercado laboral, a no ser que encuentre algún trabajo que lo pueda compaginar con la carrera, aunque es difícil ya que tenemos prácticas por las mañanas y clase por las tardes».

Otro problema que tiene un parado para acceder a la Universidad es el tema económico. «Este año la única ayuda que tengo es para gasolina, un dinero que ofrece la universidad por llevar publicidad en el coche. Para el curso que viene, voy a solicitar una beca, además estoy buscando trabajo para este verano y también para los fines de semana».

Con la liquidación de su despido, Maica Calderón, de 40 años y con dos hijos, está cursando el Máster de Periodismo Digital y Redes Sociales en la Universidad Europea de Madrid. «Tengo la oportunidad de conocer a gente interesante, e incluso la posibilidad de hacer networking aunque también hay cosas negativas: la inversión del tiempo y el dinero además del esfuerzo que supone volver a estudiar y registrar nuevos conocimientos», explica.

En un tono de crítica hacia los estudiantes recién salidos del Bachillerato comenta: «No le dan importancia al tiempo, a faltar o perder algunas clase. Para mi, perder clase es pérdida de dinero y de tiempo».

El estudiante virtual
Existen universidades en nuestro país que han conseguido sus alumnos sean 100% virtuales. Es el caso de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Una de las cosas que permite este modelo educativo es la amplia diversidad de alumnos. «De los estudiantes de la UOC, un 8,1% procede de la PAU, mientras que el 92% restante se divide por tercios. Un 30% tiene estudios universitarios no finalizados, otro que ya cuenta con otra titulación y, el restante, que proviene de formación profesional o de las pruebas mayores de 25, 40 o 45 años», explica Carles Sigalés, delegado de la rectora para los estudiantes.

Hace un año y medio, el argentino Leandro Codarin, con 35 años, decidió convertirse en uno de estos estudiantes virtuales. Se matriculó en el Máster en Educación y TIC al tiempo que es director de departamento en Demos Group. «Podría decir que el 90% de mis compañeros tenía una edad similar y al menos cinco años de experiencia en el sector de la formación y las TIC», cuenta.

Una de las cosas que le ha sorprendido es la virtualidad. «Toda la universidad está en el sitio online, por lo cual, desde gestiones administrativas, hasta espacios de socialización y biblioteca, lo tienes a un clic». Aunque se queja de no poder profundizar en las relaciones que todo posgrado te facilita. Tras su experiencia en el mundo online, en la actualidad es consultor y colaborador docente de la UOC.

El profesional reciclado
Hay quien vuelve a las aulas para reciclarse. Las escuelas de negocio son uno de los focos más populares.

Samuel Nevado, de 36 años, está realizando el Executive MBA de la Nebrija Business School. Es director de ventas de Contract Logistics en España. Decidió apostar por una nueva formación para hacer frente a la volatilidad de los mercados financieros, los mercados globales integrados, el poder de los clientes y la dificultad para encontrar una propuesta de valor que te haga diferente, entre otras cosas.

«Estudiar un Executive MBA conlleva un acto de responsabilidad y de gran sacrificio, pues debes mantener la frescura y nivel de desempeño en tu puesto de trabajo a la vez que aprovechar la gran oportunidad de recibir una formación exigente y de alto nivel», comenta.

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