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La Guardia Civil investiga los casos de 26 desaparecidos. Familiares aportan material genético para verificar restos encontrados

– La Guardia Civil investiga los casos de 26 desaparecidos. Familiares aportan material genético para verificar restos encontrados.

Algunos de estos expedientes se abrieron en la década de los 90· En 2007 fueron hallados los cuerpos de cuatro hombres después de que sus familiares o amigos denunciasen su desaparición. El Programa Fénix comprueba si la información del ADN es similar a la de sus parientes.

Madelaine McCann, Mari Luz Cortés o Amy Fitzpatrick. Tres menores actualmente en búsqueda, con mayor o menor impacto mediático, que desaparecieron un buen día de su entorno más cercano sin que todavía se sepa nada de ellas. Estos tres nombres, los últimos conocidos, son sólo algunos de los nombres que ponen cara a las decenas de desaparecidos que cada año pasan a engrosar los expedientes e informes de la Policía Judicial.

El Campo de Gibraltar no escapa a este tipo de sucesos y, en la actualidad, los agentes de la Policía Judicial de la Guardia Civil mantienen abiertas un total de 26 investigaciones relativas a otras tantas desapariciones, algunas de las cuales se iniciaron en la década de los 90.

Quienes siguen estos casos habitualmente no se atreven a afirmar que exista un perfil concreto que responda a los patrones de toda desaparición. No obstante, y aún cuando los casos son muy variados, sí reconocen que en este tipo de sucesos suelen coincidir dos circunstancias distintas. La primera, el hecho de que muchos de los desaparecidos son personas con algún problema mental; y a éstas, han de sumarse los desaparecidos por el fenómeno de la inmigración.

La denuncia de la desaparición de un familiar suele ser el punto de partida para iniciar su búsqueda. Esta comienza con las ya conocidas batidas de agentes, voluntarios, familiares y amigos, que en los primeros días rastrean los alrededores del entorno más cercano del desaparecido.

Tener datos acerca de la última vez que se le vio, dónde, en qué condiciones salió de su casa, si llevaba dinero, cuál era su círculo de amistades o si ese día se comportó del modo en que lo hacía siempre son claves para que la dirección de la investigación camine en el sentido deseado. Se trata de seguir los mismos pasos que dio hasta el momento en que la persona desaparecida fue vista por última vez por alguien, dicen. Los responsables de la Policía Judicial señalan que no hay un criterio fijo que indique cuándo se ha de dejar de buscar al desaparecido, por lo que la duración de las batidas varía en función de cómo transcurra la investigación. Cuando dejamos de hacer las batidas, no es que dejemos de buscar, sino que simplemente pasamos a otro nivel, pasamos a la investigación policial, comentan.

En cualquier caso, advierten, las patrullas del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) están siempre en alerta y permanecen atentas a cualquier novedad mientras la investigación se desarrolla de forma paralela. En ocasiones, la llegada de la temporada de caza, cuando se mueve mucha más gente por el campo, propicia el hallazgo del cadáver de algún desaparecido. En ese momento, hacer una buena inspección ocular es fundamental por cuanto que puede revelar cómo fueron las condiciones y circunstancias de la muerte.

Pero no todos los casos de desaparecidos acaban fatalmente. En la mayor parte de ellos la búsqueda finaliza con éxito; y en todos se cumple la máxima de que cuanto menos se prolongue la búsqueda mayores posibilidades hay de encontrar al desaparecido con vida.

Ocurre también que algunas de las desapariciones que se denuncian son voluntarias y, en estos casos, una vez que se localiza a la persona, poco se puede hacer si se trata de un mayor de edad que está en plenas facultades mentales para decidir dónde quiere estar y cómo quiere vivir.

En situaciones así la desaparición viene provocada por peleas o asuntos familiares que desembocan en la huida consciente y voluntaria de una persona.

En 2007 fueron cuatro los casos de desapariciones denunciadas que concluyeron con el hallazgo del cuerpo sin vida de los desaparecidos. El primero saltó a los medios de comunicación el 17 de enero del pasado año, cuando miembros de Salvamento Marítimo rescataron de las aguas de la costa tarifeña el cadáver sin vida del joven Acero Betancor León, de tan sólo 22 años, que había desaparecido dos días antes en la zona de Punta Camarinal, en la costa oeste del municipio, cuando hacía pesca submarina.

Cuatro días antes, el 13 de enero, el cadáver del pintor José Ramos Zambrana fue encontrado por un grupo de cazadores en el término municipal de Gaucín, justo tres meses después de que se denunciase su desaparición.

El 22 de febrero, un trabajador de las canteras de Castellar halló el cadáver de Juan Francisco Espinosa, de 45 años, cuya desaparición fue denunciada dos semanas antes. Las lluvias registradas esos días y los movimientos de tierra propiciados por las mismas dieron con el cuerpo de este vecino.

El año concluyó con la muerte de Antonio Martín Sirvent, un joven de Jimena de 24 años, cuyo cuerpo fue encontrado el 21 de agosto de 2007 en la zona conocida como los Baños de la Reina Mora, en el municipio jimenato.

La búsqueda se prolongó durante casi dos meses y los agentes de la Guardia Civil rastrearon los cauces de los ríos Hozgarganta y Guadiaro sin opbtener dato alguno sobre su paradero.

Parte del trabajo de los agentes de la Policía Judicial consiste también en identificar cadáveres. En estos casos nos encontramos que tenemos un cuerpo, pero no sabemos a quién pertenece, comenta uno de los agentes. Este tipo de situaciones suele darse en la zona por tratarse de un área fronteriza, afectada por los fenómenos de la inmigración y el narcotráfico. Inmigrantes, narcotraficantes o pescadores como los de Barbate, desaparecen sin que nada se sepa de ellos. Cuando esto sucede, y una vez cumplidos los plazos establecidos, la Guardia Civil solicita a los familiares muestras de ADN para enviarlas al Proyecto Fénix, un programa que se puso en marcha en 1998 mediante un convenio entre la Guardia Civil y la Universidad de Granada; y donde los especialistas en la materia logran identificar restos humanos anónimos. La identificación es posible gracias al análisis de ADN de los restos humanos encontrados y de las muestras biológicas facilitadas de forma voluntaria por familiares directos.

El trabajo empieza cuando desaparece una persona, y su familia, tras ser aceptada la denuncia, facilita algún objeto o prenda que albergue células indubitadas del desaparecido, como ropa interior o un cepillo de dientes. De aquí se extrae una copia exacta del material genético, con la que se realizará una comparación directa.

En el caso de que no se pueda contar con objetos o muestras personales del desaparecido, o no se pueda obtener una toma; es posible deducir totalmente el genotipo de la persona desaparecida a partir de sus familiares más directos.

Para contrastar todo el material existen dos registros completamente independientes, uno que contiene el ADN de los restos no identificados; y un segundo en el que aparece el de los familiares de personas desaparecidas que han donado una muestra.

Para lograr las identificaciones se comparan los datos obtenidos al analizar el ADN de los restos no identificados con las muestras existentes en ese momento en todos los familiares registrados, verificándose si existen o no similitudes. En muchos casos, la búsqueda termina en ese laboratorio de identificación genética.