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De lo peor que hemos tenido

alberto pérez de vargas

De lo peor que hemos tenido
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LA mala educación es probablemente la característica más negativa de esta generación que, no obstante, es la mejor preparada, en cuanto a información, instrumentos de comunicación y oportunidades, de la Historia. Un ejemplo digno de consideración lo ha dado ese joven de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Granada, cuyo nombre ni sé ni me interesa saber, que insultó al presidente Chaves llamándole cabezón y corrupto. No es una lamentable anécdota sino un signo de tantos como nos muestran una juventud en la que impera la falta de respeto. Dirigirse de esa guisa al más alto representante del pueblo andaluz es, por lo menos, impropio de un universitario y no puede entenderse más que en el contexto de una sociedad en donde la mala educación es parte del comportamiento colectivo. No puede, creo yo, marcarse una línea de salida, pero me atrevería a aventurar que los años sesenta, como en tantas cosas, quizás sean aquellos en los que la sociedad occidental empieza a dejar de escuchar a sus mayores que van dejando de ser una referencia a la que acudir en busca de información y de consejo, mientras se constituyen en una clase inútil, subsidiada y superada en todos sus términos.

No debemos, desde luego, pensar que el pasado fue mejor, porque no lo fue en muchos aspectos. Las desigualdades eran más acusadas y la desinformación y la ignorancia reinaban en la mayoría de los colectivos. Pero, la sociedad contemporánea disfruta de un bienestar que le ha sido dado por generaciones en las que se producía un legado sucesorio que ha dejado de valorarse y de tenerse en cuenta. Se llega con más inexperiencia a lugares en donde se toman las grandes decisiones y la llamada gente mayor es, generalmente, ignorada cuando no despreciada. En las empresas, con la complicidad de las Administraciones e incluso contando con su apoyo económico, los próceres, excluyéndose a sí mismos, eliminan a cualquier empleado o ejecutivo, por cualificado que sea, en cuanto rebasa la cincuentena. Solamente en los ámbitos científicos y culturales, la edad representa un valor estimable. Son precisamente éstos reductos sociales en donde se genera el verdadero progreso. La clase política, sin embargo, como reflejo de la sociedad a la que representa, es ahora más mediocre que nunca y difícilmente encontraríamos una época en la que hubiese estado más alejada de la sociedad real. En ese contexto es en el que hay que situar tanto a la nuestra como a la del resto de Europa. No podría explicarse de otro modo lo que está pasando, y mucho menos la extraña compañía que un dirigente socialista radical con muy pocas ideas como Rodríguez Zapatero, se ha buscado en el continente y, si me apuran, más allá de él. Lo de que sea amigo del bananero Chávez es lo más coherente, lo incomprensible es que se entienda con un conservador de la vieja escuela como Chirac, que se crea lo que diseña un malabarista embaucador de la derechona francesa como Giscard y que se ría a carcajadas con un teutón socialdemócrata de boquilla como Schröder. Aunque, eso sí, esos y éste se hayan ya consagrado como el grupo de administradores más torpes que ha tenido esta parte de la vieja Europa en toda su larga historia de equivocaciones y de tropiezos.

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