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Estoy con Luis García Montero

Estoy con Luis García Montero

Se puede decir que no conozco a Luis García Montero. Me lo presentó un compañero de escaño, José Manuel Mariscal, en el Feria Internacional de Libro de Guadalajara en 2006. Más allá de ese breve intercambio protocolario, sólo tengo noticias de él por su obra literaria, sus artículos de prensa, sus inquietudes políticas (un poco, sólo un poco, más a la izquierda que yo) y los ecos de su labor docente en Granada.
Ya he confesado varias veces mi admiración hacia su producción lírica, hace apenas unos días reproducía uno de sus poemas, mi preferido por más señas. Esta introducción sólo pretende indiciar la subjetividad con la que me voy a manifestar en las siguientes líneas.

La vida es compromiso, me espantan las actitudes tibias que sólo buscan nadar y guardar la ropa. Pues bien, Luis García Montero acaba de sufrir un revés judicial. Un tribunal lo ha condenado por injurias con publicidad por la aparición de un artículo en el que llamaba perturbado a un profesor de la Universidad de Granada, además colega de facultad, de cuyo nombre no quiero acordarme como escribió Cervantes, para contrarrestar una serie de aseveraciones y acusaciones de este individuo contra su persona.

He oído esta mañana al poeta en el programa «La hora de Andalucía», de Tom Martín Benítez en Canal Sur Radio. Lo he notado abatido, resignado, con los brazos caídos, tanto que piensa dejar al final de curso su plaza en la Universidad para no compartir claustro con este elemento.

La condena (no es más que una multa) ha sido un duro golpe, excesivo por ejercer la libertad de expresión y de defensa propia contra un radical que lo había zarandeado públicamente en las aulas con imputaciones deleznables y artillería ruin. Unas lindenzas contra Luis (llegó a acusarlo de ser el culpable del suicidio de un amigo porque el poeta hipotéticamente se habría vendido al capitalismo), su familia (catalogó al padre por ser militar como intrumento del aparato represor del franquismo) y también contra Federico García Lorca (lo califica de fascista).

No quiere recurrir la sentencia. Estoy convencido que en otras instancias judiciales prosperaría esa alegación. Me quedo atónito de que haya jueces que fallen en asuntos de opinión y más aún en casos tan irrelevantes y justificados como éste. Es más, en el ámbito de la política ocurre todo lo contrario: las descalificaciones, las ofensas y los insultos, incluso las injurias, se consideran lógicas de la contienda entre partidos. En este momento, sólo pretendo expresar mi solidaridad y mi apoyo incondicional a una persona de tanta altura moral e intelectual como García Montero. Luis estoy contigo.
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