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Cuatro de cada diez alumnos agredidos no reciben ayuda de sus compañeros
Un estudio entre los estudiantes de Secundaria de Valladolid concluye que dos de cada tres padres desconocen que sus hijos son maltratados
VÍCTOR M. VELA/VALLADOLID
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EN VALLADOLID
Protagonistas: El 11,6% del alumnado de Secundaria de Valladolid dice que se ha visto envuelto en situaciones de maltrato a lo largo del trimestre de forma sistemática, bien como víctima (el 5,7%) o como agresor (el 5,9%). El 3% de la muestra está afectado de forma extrema (con agresiones casi diarias) desde el punto de vista de las víctimas (el 1,4%) y los agresores (1,6%).
Edad: Los porcentajes de alumnado que dicen ser víctimas decrecen a medida que aumenta la edad y el curso.
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Ocho de cada diez alumnos de los institutos de Educación Secundaria de Valladolid son conscientes de que el maltrato convive con ellos y hasta el 42,7% de los escolares de la capital han sido testigos directos de una situación de acoso ocasional a un compañero. Son datos recogidos por José María Avilés e Inés Monjas, integrantes del grupo de investigación de la Facultad de Educación y autores de un estudio sobre la incidencia de la intimidación y el maltrato entre iguales en las aulas de Valladolid.
El informe -elaborado a través de encuestas directas y anónimas a los propios estudiantes- confirma que «en la mayor parte de los casos de acoso (bullying), el agresor o agresores atacan a sus víctimas en presencia de otros compañeros que contemplan lo que sucede quedándose al margen, sin intervenir».
Es, precisamente, sobre este sector -el de los testigos- sobre el que deberían incidir las campañas de prevención, tal y como reconocieron expertos de distintas universidades durante el Curso de Estío sobre retos educativos celebrado la pasada semana en la Facultad de Educación. Carmen Pichardo, profesora de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Granada, recordó que «que la mayor parte de los episodios de maltrato entre compañeros se producen por parte de un grupo. Suele ser una persona la que lo inicia, pero luego se unen más», que pueden hacerlo como simples testigos o como espectadores activos, que jalean y animan al agresor. De acuerdo con el estudio en los institutos de Secundaria de Valladolid, el 84,9% de los episodios violentos entre estudiantes se produce dentro de un grupo, sobre todo cuando está compuesto por chicos, aunque el porcentaje de niñas adolescentes que agreden físicamente a compañeros ha aumentado durante los últimos años.
Lo que habría que intentar, coinciden los expertos, es que ese alto porcentaje de menores que son testigos de las peleas «tomen partido, pero no para apoyar al agresor, sino para defender a la víctima». Por lo que, según Pichardo, es necesario «incentivar el trabajo sobre ese grupo de espectadores de la agresión».
Las encuestas realizadas en cinco institutos de la capital y a 496 alumnos -el informe prepara una nueva revisión con más base muestral, «aunque los resultados van a ser muy parecidos a los de hace tres años»- concluye que casi en cuatro de cada diez episodios violentos, el maltrato culmina sin que nadie haya intervenido para pararlo.
Sin adultos
Esta cifra -recuerdan Monjas y Avilés- es similar a la que reflejan otras investigaciones. En el 37,3% de los casos, los chicos son maltratados por compañeros del instituto sin que haya una persona que intervenga para pararlo. Cuando el alumnado se moja, lo hacen en más medida los chicos (el 27,7%) que las chicas (el 8,7%) y lo mismo ocurre con los profesores varones, que suelen intervenir más que ellas para poner fin a una agresión, en el caso de que sean testigos de ellas. Esto es más complicado, ya que la mayor parte de las intimidaciones se producen fuera de la vista de un adulto.
La impunidad del agresor viene dada no solo por ese apoyo implícito del grupo de amigos, sino porque más de la mitad (el 54,54%) reconoce que, cuando intimida no recibe ningún tipo de respuesta, ni positiva ni negativa. Es lo que los autores del estudio resumen con las siguientes palabras: a la mayoría de los agresores «les salen gratis sus hechos».
Por lo tanto, no son conscientes de las consecuencias que obtiene cuando comete el maltrato. En el 11,36% es amonestado por sus progenitores, en el 10,45% por los profesores y solo en el 8,18% por los compañeros (que son los testigos habituales de estos procesos de acoso).
Desconocimiento
El papel de los padres y profesores en esta situación es más limitado ya que, en la mayor parte de los casos, son ajenos a la situación que viven sus hijos en las aulas (bien como agresores o como víctimas). Esto es así porque la mayoría de los adolescentes oculta la situación a sus padres.
El 17,2% de los jóvenes que han sido objeto de maltrato por parte de sus compañeros reconocen que no le comunican su situación a nadie. Cuatro de cada diez se lo cuenta a sus compañeros -que en la mayor parte de los casos lo conocen además como testigos directos- y uno de cada diez a los profesores. El 29,3% de los jóvenes se lo cuentan a su familia.
Casi dos de cada tres padres de un hijo que está siendo maltratado en el colegio por sus compañeros desconocen esta realidad. En estos casos, las chicas suelen confiárselo más a sus progenitores que los chicos y conforme avanza la edad, las víctimas se sinceran menos ante el profesorado.
Cuando se pregunta a los agresores la razón por la que maltratan a sus compañeros (de forma verbal o física), la mitad dice que lo hacen como respuesta a una provocación y casi uno de cada cuatro afirma que era para gastar una broma.
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