«FEMINICIDIOS» / DEBATE ENTRE EXPERTOS
¿Por qué cada vez se asesina a mas mujeres?
LOS DATOS son incontestables. En los últimos tres años, los «feminicidios» han crecido en España más del 50%. Y esto a pesar de las sucesivas reformas legislativas y de que existe una creciente conciencia social al respecto. ¿Cómo explicarlo?
FLORA SAEZ
El año ha arrancado especialmente violento: seis mujeres han resultado muertas, por el momento, a manos de sus parejas o ex parejas.2003 cerró con una escalada sin precedentes: según los datos del Consejo General del Poder Judicial, se registraron 103 víctimas de la violencia familiar (81, mujeres) lo que supone un incremento del 56% respecto a 2002.
¿Significa eso que existe hoy más violencia contra las mujeres? «No en términos generales», dicen los expertos. CRONICA ha pedido a Monserrat Comas, vocal del Consejo General del Poder Judicial y presidenta del Observatorio de Violencia Doméstica; María Castellano, catedrática de Medicina Legal y Forense de la Universidad de Granada; Inés Alberdi, catedrática de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid; José Sanmartín, director del Centro Reina Sofia para el Estudio de la Violencia; Ana María Pérez del Campo, presidenta de la Federación de Mujeres Separadas y Divorciadas, y Antonio Andrés Pueyo, catedrático de Psicología de la Universidad de Barcelona y director del Grupo de Estudios Avanzados en Violencia que se pronuncien sobre tres hipótesis.
Porque las mujeres denuncian más
No. Aunque exhortar a las mujeres a que denuncien a sus agresores sin que tengan en cuenta antes si su seguridad está garantizada es un consejo kamikaze (Ana María Pérez del Campo), vincular de forma directa el incremento del número de denuncias por malos tratos con el mayor número de muertes es un error que podría tener, además, un efecto secundario indeseable: sirve de argumento para que la mayoría de las agresiones de este tipo continúen siendo opacas e impunes y no consigan emerger de la esfera de lo privado.
Además, los propios datos ponen en entredicho esa hipótesis: en el 75% de los casos de muerte registrados durante 2003 en el ámbito familiar no había existido denuncia previa.
Aunque no se pueda hablar de causas únicas, la mayoría de los expertos coincide en señalar una razón principal: el profundo cambio social que han experimentado y están experimentando las mujeres, un cambio que ha hecho «entrar en crisis a la ideología machista» (José Sanmartín). Cuando ese cambio se expresa y choca individualmente con los sectores de hombres más agresivos y machistas, cristaliza en agresiones de violencia extrema que pueden acabar en muerte.
«Las mujeres han protagonizado un cambio radical. Han pasado de la sumisión a reclamar su independencia y su derecho a ser personas y esto los violentos no lo toleran»(Ana María Pérez del Campo). «Esta escalada de muertes va unida al proceso de independización de las mujeres, a favor de su dignidad y su libertad.Ya no están dispuestas a soportar, y es cuando deciden dar el paso para salir de esa situación, cuando algunas lo pagan con la vida». (Monserrat Comas).
«La mujer ha empezado a sentirse socialmente reforzada para plantar cara al compañero maltratador y separarse de él. No es casual que en España el mayor número de feminicidios ocurran en el periodo comprendido entre la decisión de la mujer de separarse y los nueve meses siguientes a la separación. Es el momento en que el maltratador que ve a la mujer como algo propio puede sentirse desposeído de lo que considera suyo. No hay pasión, por cierto, en su conducta, sino el afán de posesión y dominio característico de los violentos». (José Sanmartín).
Estamos en el punto álgido de un fenómeno que va a continuar arrojando cifras mortales muy abultadas durante algún tiempo.
Porque está operando un «efecto imitación»
No. «En todos los fenómenos de violencia existe en el fondo cierto mimetismo. Si uno ha visto un asesinato en la televisión y ha pensado en cometer uno puede copiar el procedimiento, pero no mata porque haya visto a otro hacerlo. La imitación es un aspecto que afecta a la forma, no al contenido, y que no sirve para explicar la clave de estos hechos» (Antonio Andrés Pueyo).
¿Cómo podría estar actuando ese mimetismo, aunque no sea la causa que explique la escalada de muertes? «Para la mayoría de la gente es deseable salir en la televisión y la prensa, da lo mismo por qué motivo. Lo que aparece en televisión se hace familiar, cotidiano y próximo. Por ello, la familiaridad con los crímenes contra las mujeres puede producir en el hombre que esté viviendo un conflicto con su pareja que esas imágenes se le ofrezcan como como una opción más. Es como si se le pusiera por delante, en imágenes, la muerte de la mujer que él siente que lo ha humillado o que lo desprecia y abandona y él entendiera que esa opción no es excepcional, sino un acto de valor que merece la atención pública, lo que, en cierto modo, supondría una gratificación a su orgullo herido por la rebelión de la mujer» (María Castellano).
El papel de los medios de comunicación en relación con la violencia de genéro merece ser examinado con mayor atención. Todos los expertos señalan la importancia decisiva que estos han tenido en el incremento de la conciencia social sobre este tema y que seguir informando sobre la violencia que sufren las mujeres no sólo es necesario, si no conveniente y bueno. Pero la manera en que se informa no siempre es la adecuada. Por ejemplo: «A veces se recogen testimonios de vecinos y testigos bastante indulgentes con el agresor» (María Castellano).
«Jamás habría que informar de forma sensacionalista o morbosa sobre este problema y, desde luego, nunca, pero nunca, habría que hacer de la violencia contra la mujer un tema a tratar en programas de cotilleo. Tampoco habría que reiterar la noticia hasta el punto de producir saturación en el receptor. Ni habría que hacerse eco de opiniones de la gente común en torno al caso, ya que suelen introducir sesgos indeseables (el agresor era un buen chico). Convendría, finalmente, que, al menos en los casos más graves, se diera noticia de la captura del agresor» (José Sanmartín).
Porque las medidas son todavía inadecuadas
Sí, al menos parcialmente. Si aceptamos que «las raíces de esta violencia son profundas y están en la cultura de superioridad del hombre sobre la mujer, una idea que ya no es legítima pero está todavía muy extendida» (Inés Alberdi), no será difícil concluir que la mentalidad no se cambia con medidas legislativas ni policiales, sino con políticas educativas en favor de la igualdad que sólo pueden dar resultado a muy largo plazo. En tanto ese horizonte llega, algunos expertos manifiestan que las sucesivas reformas legislativas y las medidas adoptadas hasta el momento siguen adoleciendo de lo mismo: de no abordar el problema de manera integral. «Hay incluso normas penales y civiles que son contradictorias.Por ejemplo, no se puede entender que se dicte orden de alejamiento contra un agresor pero, al mismo tiempo, se le permita ir a la casa para visitar a sus hijos» (Inés Alberdi).
Pero es posible que alguna de las reformas emprendidas estén comenzando a dar sus frutos. «Lo digo con todas las cautelas, pero existen algunos datos que nos permiten cierto optimismo.En el segundo semestre de 2003, es decir, después de que hubieran entrado en vigor las órdenes de protección para las víctimas de los malos tratos, todas las muertes que se produjeron fueron de personas que no habían denunciado, o que se habían separado o estaban en trámites de hacerlo sin haber comunicado que eran víctimas de la violencia. Es decir, como el Estado desconocía su situación, no pudo protegerlas. Entre las que sí han denunciado y tienen orden de protección de momento no se ha registrado ninguna víctima. Pero insisto en la cautela. Hay que hacer todavía un mayor esfuerzo presupuestario, destinar más recursos humanos y policiales para que ninguna mujer pueda quedar desprotegida.También hay que hacer una apuesta para tratar a los maltratadores y hay que invertir en políticas educativas y de igualdad». (Monserrat Comas).
Algunos expertos piensan, sin embargo, que algunas de las medidas o de los discursos que se emplean son contraproducentes. «En España el maltratador no recibe el justo castigo que merece.Las penas deberían ser más disuasorias» (José Sanmartín).
«El violento sigue sintiéndose impune. ¿Por qué nadie propone terapias para los ladrones o para los etarras? ¿Por qué éste sigue siendo un delito con tantos privilegios? A ningún otro se le buscan tantas excusas: serán los celos, será el alcohol…Con esto se está trasladando al delincuente el mensaje de que su delito lo es menos. ¿Hay de verdad voluntad de cambiar esto?» (Ana María Pérez del Campo).