En 1945, el joven soldado soviético Aleksandr Solzhenitsyn, matemático antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, fue detenido en el frente de Prusia, poco antes de que comenzase la última gran ofensiva de la URSS sobre Berlín. Había escrito opiniones muy poco respetuosas con el camarada Stalin en una carta a un amigo y sólo había una condena posible: el gulag, un campo de concentración para presos políticos en el extremo nororiental del vasto territorio soviético.
Comenzaban para el futuro Premio Nobel de Literatura de 1970 ocho largos años de encierro en los que gracias a su habilitad como matemático conseguía aliviar una situación que sus relatos denunciando la tiranía del régimen luego le retiraban. Toda una vida de exilios y lucha contra la censura cuya obra culmen sería ‘Archipiélago Gulag’, la que provocaría su definitiva expulsión de la Unión Soviética.
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La Universidad de Granada acoge en su Centro de Lenguas Modernas, hasta el próximo 30 de septiembre, una exposición dedicada al atribulado escritor ruso fallecido en 2008, dentro de sus jornadas sobre la cultura rusa. Solzhenitsyn ha sido elegido por su participación en la creación de la Casa de la Emigración Rusa, en Moscú que desde 2009 lleva su nombre.
La muestra recorre a través de fotografías y reproducciones de las primeras ediciones de sus obras más célebres la trayectoria vital y el ejemplo ético de un hombre cuyo destino eran las matemáticas pero al que el deseo de evitar que se repitiese el horror del gulag lo llevó a convertirse en uno de los novelistas clave del siglo XX.
Las fotos arrancan con Isáakiy Seménovich Solzhenitsyn, el padre, terrateniente cosaco que murió cuando él apenas era un niño, y llegan hasta la sencilla cruz siempre rodeada de ramos de flores que vela sus restos en el cementerio del monasterio Donskói, en Moscú.
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La evolución del autor se observa tanto en sus libros como en su rostro, desde el joven soldado de los años 40 al anciano que ya lucía sus características barbas blancas concediendo entrevistas a las televisiones rusas en 2001.
También están presentes piezas tan únicas como una edición ‘Un día en la vida de Iván Denisovich’, el relato escrito dentro del gulag que le valió abandonar la comodidad de su encierros para presos con conocimientos científicos. No por estar encerrados tenían que dejar de producir, ciencia en su caso, para el pueblo.
Prohibido durante décadas y casi imposible de encontrar, narraba un ‘buen’ día en el gulag, catapultó la fama como héroe del antiestalinismo del que hasta entonces era un preso casi anónimo.
Entre 1975 y 1994, Solzhenitsyn, el hijo del cosaco que combatió en la Primera Guerra Mundial, ni siquiera tuvo derecho a la nacionalidad rusa. Tras la caída del bloque soviético, regresaría a su país para nunca abandonarlo, intentando colaborar con la recuperación política y cultural de una nación deprimida.