TRIBUNA
La Universidad emprendedora
por ÁNGEL GABILONDO
No faltan quienes estiman que conocen perfectamente la Universidad porque pasaron cuatro o cinco años en sus instalaciones para realizar sus estudios superiores. Convierten sus recuerdos en análisis y tienen ya su juicio establecido. Otro tanto cabe decir de quienes, por haber trabajado en una empresa, se creen capacitados para pontificar sobre el mundo de los emprendedores. Unos y otros, sin desearlo, ahondan una distancia que se basaría en dar el asunto ya por zanjado y sabido, y confirmaría una desconfianza.
La Universidad no es un mero recipiente que mantiene en conserva el conocimiento para transmitirlo, ni se limita a confirmarlo o a contarlo. El conocimiento es y requiere creación, es investigación, apertura de nuevas posibilidades. La Universidad es investigación y la investigación es empresa, y no nos referimos sólo a la necesaria transferencia de los resultados. Más aún, hoy podemos y debemos hablar de universidad emprendedora, con iniciativas y dispuesta a asumir desafíos.
Ciertamente y, en concreto, las universidades públicas somos conscientes de la importancia y la seriedad de lo que está en juego y de que hemos de responder con rentabilidad social al esfuerzo de contribución de los ciudadanos y de las ciudadanas. Pero una Universidad pública es y puede ser rentable, si bien ello no se reduce al análisis de quienes con sus parámetros lo confunden con la cuenta de resultados o, más aún, identifican éstos con los resultados económicos y, además, inmediatos.
Es la hora de la confianza, del conocimiento mutuo. Los consejos sociales, las fundaciones, los departamentos y proyectos universitarios requieren una mayor vinculación con las iniciativas más emprendedoras. Han de partir fundamentalmente de tales departamentos, grupos e individuos, así como de los representantes institucionales. Han de brotar del seno de las universidades, pero hemos de escuchar, a su vez ,a las empresas que hacen de la formación, la innovación y la investigación claves del desarrollo.
Sobre todo, a las pequeñas y medianas empresas, que han de reconocerse en la Universidad, en la que se encuentra el conocimiento y la pasión por el mismo, con una amplitud, intensidad y alcance incomparables con cualquier otra institución. En cualquier caso, no cabría esperar otra cosa. Las universidades hemos de ser capaces de hacer cosas creativas, de proponer nuestras iniciativas a la sociedad y, a la par, estar en condiciones de afrontar nuestros propios problemas desde una posición innovadora. Y la Universidad ha de abrirse más a dichas empresas. Para empezar, en los propios estudios, con un sentido práctico y una efectiva vinculación de sus actividades, con programas de cooperación educativa, con proyectos e investigaciones comunes, así como mediante programas conjuntos de inserción laboral. No basta, en este sentido, con colaborar en la necesaria difusión de un catálogo de empleos y de solicitantes. Es preciso que los estudios sean ya una incorporación, una forma de relación con posibilidades, dado que hay formas de aprender que requieren esta práctica, que no es mero ejercicio profesional.
Se requiere proximidad. Desde ahí se generará la confianza, basada en el mutuo conocimiento y reconocimiento, para impulsar proyectos de investigación innovadores y no simplemente operativos. Se acabaron los reojos, es el tiempo del cara a cara. Basta de esperar el paso del otro, es la hora de andar. Aún siendo decisiva la financiación, que ha de ser eficiente, suficiente y transparente, es tan importante la mutua implicación, la necesidad de hacer cosas juntos, que sólo con esta cercanía se abren y se abrirán nuevas posibilidades.
La Universidad trabaja hoy por su mejor rentabilidad social y es el momento de considerar que podemos compartir ese objetivo con muchísimos emprendedores que saben que esta rentabilidad social no es necesariamente incompatible con la rentabilidad económica, ni se reduce a ella. El saber y la ciencia son decisivos para procurar el bien público. Una universidad pública que busque ser referente por su calidad ha de ser emprendedora. Queda mucho por hacer. Y en ello estamos.
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Ángel Gabilondo es rector de la Universidad Autónoma de Madrid
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