REACCIONES
Alumnos árabes temen represalias un mes después de los atentados
Les miran mal en el metro, sufren insultos en la calle y saben que, tras el 11-M, la etiqueta de «sospechosos» está, más que nunca, ligada a ellos. Los estudiantes marroquíes residentes en España creen además que el fanatismo, no el Islam, es la causa de la masacre
ISABEL GARCÍA
«He visto en el metro cómo la gente se aparta de cualquiera chico con rasgos árabes y mochila. No disimulan, le miran fijamente con odio o miedo y se alejan de él rápidamente». La experiencia la narra en primera persona Mourad Chioua, un estudiante marroquí que está cursando el doctorado en Química Orgánica en la Universidad Complutense madrileña. Relata la historia sereno, aunque de su voz se escapa pena. Mientras, incide en las connotaciones del episodio: «No creo que se trate de actos racistas; los españoles reaccionan así por miedo». Su compañero y también compatriota, Abderrahim Bouaid, le da la razón: «La gente está muy impresionada y es normal que reaccione con temor».
DISCRIMINACIÓN Y RACISMO
Sus reflexiones tienen un claro referente: el 11-M. El suicidio de siete personas en Leganés y la detención de más de 20 implicados, árabes en su mayoría, como posibles autores de la masacre les sitúa en el punto de mira. Se sienten observados y temen que la situación se torne más preocupante. Saben que la etiqueta de «sospechoso» va ahora más que nunca ligada a ellos.
Abderrahim indica que, antes de los atentados, las actitudes racistas ya eran un hecho. Le basta recordar las pintadas xenófobas de las que son objeto «los moros y negros», y que las paredes de las facultades de la Ciudad Universitaria de Madrid exhiben con demasiada frecuencia. La matanza del 11-M las ha acentuado, añadiendo el calificativo de «asesinos», al de «ladrones o camellos», como cuenta Abderrahim. Tanto él como Mourad o Youssef Semmar, otro alumno de doctorado nacido en Tánger y que reside en España desde hace seis años, temen represalias. «Mucha gente ve a un árabe por la calle y le insulta. Se están originando prejuicios injustos que no conducen a nada bueno», opina Abderrahim.
TERRORISMO ISLÁMICO
Cree que las consecuencias no sólo se pueden traducir en peleas, palizas o insultos de los sectores menos tolerantes de la sociedad, como ya han vivido. Un «no» como respuesta a la hora de abrir una cuenta bancaria o alquilar un piso son, en su opinión, los siguientes pasos. El estudiante atribuye parte de culpa al tratamiento que los medios de comunicación dan al origen los atentados: «Se habla de terrorismo árabe, islamista o del islam, cuando no es así. Los terroristas tienen un nombre, ya sea ETA o Al Qaeda, y no se nos puede meter en el mismo saco».
Los tres alumnos coinciden en que estas expresiones son sólo palabras, pero capaces de generar «comportamientos negativos» entre la población. De esta posibilidad ya ha alertado la Asociación de Estudiantes Marroquíes de la Universidad de Granada, una de las agrupaciones con mayor número de alumnos del país vecino. Su presidente, Nourddine Kadi, afirma que cualquier tipo de represalia contra la comunidad marroquí sería «injusta».
La charla en Químicas continúa. Las palabras de Abderrahim son escuchadas con atención por sus paisanos. Asienten, dudan, reflexionan, se contradicen… Interviene Youssef: «La tele se queda en la superficie, tanto sobre quién puso las bombas como sobre los árabes. Se queda en que pegan a las mujeres y no comen cerdo». Es el que menos tiempo lleva en España, y se advierte en su forma de hablar, algo más torpe, menos precisa, correcta. Abderrahim habla ahora de la necesidad de crear foros de debate donde participen miembros de diversas culturas y religiones.
LA LOCURA DEL FANATISMO
Fátima, alumna de Farmacia marroquí afincada en Madrid, opina que los planteamientos simplistas se deben al desconocimiento. Aún peor: a la falta de interés porque desaparezca. No ha vivido experiencias xenófobas en España –«quizá porque soy chica»–. Tampoco en las últimas semanas.
«Los de las bombas son unos criminales locos que ensucian todo en nombre del islam, pero no hay que confundirse. La mayoría de los marroquíes no tiene nada que ver», dice enojada.
LA RELIGIÓN Y EL DINERO
Al recordar las vivencias del 11-M, Abderrahim habla de un «doble dolor». El de ser testigo de tantas muertes atroces –su tía viajaba en uno de los trenes de Atocha– y el del rechazo que pueden sufrir los que, como él, practican el Islam en un país distinto al suyo. Mourad se enteró de los ataques terroristas a los pocos minutos de producirse. Pensó en ETA de inmediato. A medida que avanzaba el día, aparecieron las dudas. «Me sorprendió que fuese Al Qaeda porque no atenta de esa forma, sino en embajadas, consulados o sitios más sensibles para el Gobierno. Además, suelen ser camicaces», añade. Que los asesinos eran capaces de matarse lo comprobó el 3 de abril.
Luego Abderrahim comenta la teoría del ojo por ojo para intentar explicar, nunca justificar, los atentados: «Los terroristas piensan que si tú me infliges dolor a mí, yo te lo causo a ti. Creen que se están cometiendo injusticias contra los árabes en todo el mundo y que así equilibran el odio». Algo así como una «ridículo desafío», apostilla.
LAS ELECCIONES DEL 14-M
Entre la conversación se cuela la hipótesis de la búsqueda de dinero como posible móvil de la atrocidad de ese jueves. Lo piensa Youssef: «Se habla de que los terroristas no cumplían los mandatos del islam al 100%, por lo que puede que lo hicieran porque les daban dinero». También deja claro que el primer precepto de El Corán prohíbe matar. Va más allá: el significado del término «islam» es «paz».
Los estudiantes no creen arbitraria la elección de la fecha del 11-M. «Los terroristas creen que el Gobierno de Aznar ha sido injusto con el pueblo árabe y, atentando el jueves antes de las elecciones, sabían que influirían en los votos», relata Abderrahim. Confirman la tesis sus paisanos, añadiendo que los asesinos conocían muy bien a la sociedad española. Los alumnos nunca pensaron en la capital como escenario de una matanza semejante. Que se repita, no lo saben.