REPORTAJE Polémica por la exhumación de los restos del poeta andaluz:
Lorca es España Dos familias contra los
Rocío Montes Rojas
Un profesor y dos toreros fueron enterrados junto al poeta en 1936, al comienzo de la Guerra Civil española. Los descendientes de los tres hombres quieren exhumarlos, pero los herederos de Federico García Lorca no desean que se toque la fosa. La Ley de Memoria Histórica, aprobada recientemente en España, no resuelve el conflicto.
ROCÍO MONTES ROJAS
Desde Madrid, España
Nieves Galindo, una vendedora de 48 años, vive en Baides, un pueblecito de unos 100 habitantes de Castilla-La Mancha. A más de 500 kilómetros al sur, en Granada, reside Francisco Galadí, un obrero jubilado de 59. Hasta hace unos años ni siquiera se conocían, pero los unió una misión común: encontrar los cuerpos de sus respectivos abuelos, republicanos caídos al comienzo de la Guerra Civil española, y sacarlos de la fosa en que ambos se encuentran desde hace 71 años. Sus antepasados no están solos. En la misma sepultura ilegal, a unos siete kilómetros de Granada, también se hallan los restos de un treintañero anarquista y de un poeta que ha sido reconocido por Naciones Unidas como el desaparecido más célebre del mundo. Su nombre, Federico García Lorca.
En España todavía hay cerca de 1.200 fosas donde se calcula que yacen los restos de alrededor de 100.000 muertos de la Guerra Civil. A diferencia de lo que ocurrió en Chile, donde las identificaciones comenzaron en 1990, las exhumaciones aquí se iniciaron más de 30 años después de instaurada la democracia. La primera fosa se abrió en 2000 en León, a unos 330 kilómetros al noreste de Madrid. Lo recuerda perfectamente Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, porque allí estaban enterrados los restos de su abuelo. Desde entonces, cientos de familiares se han animado a recuperar los restos de sus antepasados, entre ellos Nieves Galindo y Francisco Galadí. Otros, como los herederos de García Lorca, quieren que los cuerpos de sus parientes se queden donde están.
Dos tiros por el culo
El abuelo paterno de Nieves, Dióscoro Galindo, era un maestro de 66 años a quien le faltaba la pierna izquierda. No militaba en ningún partido, pero le condenó su defensa de la reforma educativa de la República y el hecho de no creer en Dios. Los toreros Francisco Galadí Melgar y Joaquín Arcollas, en cambio, eran activos miembros del sindicato anarquista Confederación Nacional del Trabajo (CNT). Por aquella época, en 1936, Federico García Lorca tenía apenas 38 años. El escritor granadino acababa de escribir La casa de Bernarda Alba y vivía un momento de plena madurez y reconocimiento público. Aunque su familia era conservadora, su compromiso con la izquierda y sus referencias a la clase media granadina como la peor burguesía de España no le salieron baratas.
Tras ser detenidos en diferentes circunstancias, los cuatro compartieron sus últimas horas de vida en las celdas de la sede del Gobierno Civil en Granada, un edificio que hoy ya no existe. La madrugada del 19 de agosto de 1936, cuando las noches andaluzas son más sofocantes que nunca, los hombres fueron trasladados hasta una explanada del barranco de Alfacar, un pueblecito ubicado en las colinas granadinas. Allí los fusilaron, en pleno descampado. Fueron enterrados junto a un olivo, de dos en dos: Galadí Melgar con Arcollas y Galindo con García Lorca. A no más de dos metros de profundidad.
Acabamos de matar a García Lorca. Yo le metí dos tiros por el culo, por maricón, dijo el abogado Juan Luis Trescastro en el bar La Pajarera de Granada a pocas horas del asesinato del poeta, según relató poco después el concejal republicano Ángel Saldaña.
Los cuerpos de los hombres están juntos desde hace siete décadas. Aun así, sus descendientes están lejos, muy lejos. Los seis sobrinos de García Lorca, sus únicos herederos, no quieren que se toque la fosa en que estarían los restos de su tío y de los otros tres republicanos. En cuanto conocieron en 2002 el deseo de los Galindo y los Galadí -Arcollas no tuvo descendencia- los familiares del dramaturgo señalaron en un comunicado que sus restos mortales, estén más allá o más acá del paraje donde se sabe que fueron enterrados, nada van a aportar a la verdad histórica. Hasta ahora, la postura del clan es inamovible. El conflicto, la guerra entre las familias por la fosa de Lorca, al parecer todavía no tendrá ninguna tregua. Ni siquiera se han reunido para conocerse.
El poeta junto al olivo
Nieves Galindo ha querido que la cita se realice en el café de un pequeño hotel de Sigüenza, un pueblito medieval cercano al suyo. En una fría mañana de sábado, llega a la reunión acompañada de su marido y de una gran bolsa en que transporta los objetos que alguna vez fueron de Dióscoro. Retratos, diplomas y un reloj de bolsillo. Jamás lo conoció, pero su propio padre fue el encargado de relatarle la historia familiar cuando ella era todavía muy pequeña: Toda su vida, hasta el momento de su muerte, él estuvo obsesionado por encontrar el cuerpo de mi abuelo y yo sigo en esto por él. Sus hermanas no la acompañan en la búsqueda. Nieves, sin embargo, quiere llegar hasta el final con el asunto.
Es un domingo otoñal, a media tarde, y en Granada todavía hay calor. Francisco Galadí, nieto de uno de los toreros fusilados junto a Lorca, está sentado en una plaza. No alcanzó a conocer a su abuelo y no conserva nada que la haya pertenecido. Al comienzo, el hombre mira con desconfianza. Debe pasar algún rato antes de que se anime a relatar la historia de los Galadí y explicar por qué quiere desenterrar los restos: Sólo quiero que le den una sepultura digna y ponerle un monolito que diga por qué lo mataron. Por qué le quitaron la vida. Su vozarrón es imponente y no es difícil imaginar que lo heredó de su abuelo, que tenía fama de temerario. Pese a su talante, el tema le afecta a Francisco. Le cuesta, y mucho, subir de cuando en cuando el barranco de Alfacar.
La fosa está a tres grados de longitud oeste y a 37 de latitud norte, escondida detrás de un gran parque en honor a García Lorca, en la carretera de Alfacar a Víznar. Hay muchos árboles, silencio, y al fondo se puede divisar la sierra de Alfaguara. A la memoria de Federico García Lorca y de todas las víctimas de la Guerra Civil, dice un monolito. Unas flores secas demuestran que por allí pasó alguien que quiso rendir su homenaje al poeta. Unas botellas de alcohol en el basurero delatan a quienes estuvieron de fiesta hace pocas horas. Si la fosa se encontrara en un recinto privado, no habría existido ningún problema en haberla abierto, explica el presidente de la Asociación de Memoria Histórica de Granada, Francisco González. La sepultura, sin embargo, se encuentra en un terreno público, por lo que son necesarias las autorizaciones de la corporación municipal de Alfacar y de la Junta de Andalucía. Aunque los Galadí y los Galindo las han pedido, no las han otorgado.
Hipótesis sobre el cuerpo
La Ley de Memoria Histórica, aprobada en España el pasado 31 de octubre, dice que deberá ponderarse la existencia de oposición por cualquiera de los descendientes directos de las personas cuyos restos deban ser trasladados. Con este redactado parece difícil que la fosa pueda reabrirse si la familia del poeta se sigue negando. Lo más probable es que el caso termine en la justicia y que sea un juez el que determine si se puede o no abrir la polémica fosa. Si prevalece el derecho de intimidad, que reclaman los García Lorca, o el de identidad, que defienden los Galindo y los Galadí. Respetamos el pensamiento de los Lorca única y exclusivamente respecto de los restos de su familiar. Lo que no entendemos, y combatimos, es que quieran extender su opinión a los restos de unas personas que nada tienen que ver con ellos, dice Francisco González.
Nieves Galindo y Francisco Galadí han pedido a los herederos del poeta que permitan identificar a sus parientes sin tocar el cuerpo de Lorca. Incluso, para no enredar más las cosas, están dispuestos a dejar los restos de sus abuelos en el mismo barranco de Alfacar. Sin embargo, y bien lo sabe el antropólogo forense Miguel Botella, de la Universidad de Granada, es imposible identificar los dos cadáveres sin exhumar el de García Lorca.
La nieta del profesor siempre supo que los restos de su abuelo estaban junto a los del autor de Yerma. Siempre he estado agradecida de García Lorca porque, además de ser un gran poeta, gracias a él pudimos ubicar con facilidad los restos de mi abuelo. Si no, como tantos otros, estaría perdido por allí, dice Nieves. Pero con el tiempo, la coincidencia se transformó en un problema. Lo dice Francisco Galadí: No los logro entender. Si me los encontrara les preguntaría ¿por qué no quieren que saquen a su tío? ¡Porque no es su padre, ni su abuelo, ni nadie, es sólo tu tío!. Por ello, porque ninguno de los dos entiende las razones de los García Lorca, intentan explicarse lo inexplicable echando mano a los mitos que desde 1936 han girado en torno al cuerpo del poeta.
En España se dice que pocos días después de haber consumado el crimen, al darse cuenta del enorme error político cometido, los franquistas retiraron el cadáver de donde estaba y lo inhumaron otra vez en un lugar secreto. Se señala también que la familia García Lorca, pagando una cantidad astronómica, consiguió recuperar los restos del poeta y que los volvió a enterrar sigilosamente en su propiedad de la Huerta de San Vicente, cerca de Granada. Que por ello sus descendientes no quieren abrir la fosa: porque los restos del poeta y dramaturgo ya no estarían en Alfacar.
Laura García-Lorca: Hay mucho morbo en torno a la cuestión
Laura García-Lorca de los Ríos (de 53 años) es hija de Francisco, un hermano del dramaturgo. Nació en Nueva York mientras su familia estaba en el exilio y recién conoció España a los 12 años. Por eso, aunque habla perfecto castellano, todavía conserva un tono anglosajón.
Desde hace un año preside la Fundación Federico García Lorca, con sede en Madrid. Altiva y elegante. Usa el pelo bien tomado y unos largos aros artesanales. Es seria (saluda con un distante apretón de manos), pero cordial.
Desde que estallara la polémica por la apertura de la fosa, ha sido la portavoz de los seis sobrinos del poeta, sus únicos descendientes. Pero aunque cumple el papel de vocera, es una mujer de pocas palabras: son contadas las veces que ha recibido a la prensa para hablar del caso.
Cuando se refiere al poeta, jamás le dice tío. Como todo el mundo, lo llama Lorca.
-¿Por qué no quieren abrir la fosa?
En las fosas de Víznar hay miles de muertos y la idea de elegir, de señalar a Lorca entre todos ellos, nos parece que es desvirtuar esa memoria histórica tan terrible que compartieron tantos. Él es uno más entre todos, y no quisiéramos que su singularidad estuviera en ese lugar, porque está en otra parte: en su obra, su vida, en el estudio y conocimiento de las circunstancias de todo su quehacer y también en su muerte.
-Pero no es que se quiera hacer una diferencia con la fosa de Lorca, sino que en esa sepultura, donde sólo hay cuatro cuerpos, habría más probabilidades de tener éxito en las identificaciones que en otras donde hay miles de cadáveres.
Aunque se sabe que son cuatro los que están juntos, no se conoce exactamente dónde fueron enterrados. Por ello hay que pensar lo que supondría esa exhumación: llegarán con palas y encontrarán cientos de restos, muchos de los cuales nadie ha reclamado. ¿Qué pasará entonces? ¿Los volverán a echar a la fosa? Los muertos desconocidos estarán más muertos que nunca. Porque allí, en el barranco de Víznar, hay sólo dos familias que han reclamado los restos de sus antepasados, que son los que están al lado de Lorca.
-¿Considera legítimas las aspiraciones de Nieves Galindo y Francisco Galadí?
Voy al cementerio a ver a mis padres y abuelos, por lo que sé muy bien lo que significa que nuestros muertos tengan un lugar. Pero lo que pido a esas dos familias es que piensen que todos tuvieron una muerte terrible y que eso ya es un gran cementerio. A los sobrinos de Lorca nos gustaría que ese sitio se protegiera, que no se pueda tocar, que no se puedan construir ni urbanizaciones ni campos de fútbol, que aparezcan los nombres de todos los muertos que se saben que están ahí.
-Dicen que quieren darles a sus familiares una sepultura digna.
La dignidad de esas personas no se ve afectada por haber sido víctimas del horror. Nosotros no tenemos que dignificarles, ellos ya son dignos.
-Ian Gibson, el biógrafo de García Lorca, ha dicho que, al desenterrar al poeta, se podrían esclarecer las circunstancias del fusilamiento. (El afirma que Lorca habría muerto de manos de parientes lejanos que buscaban restaurar el honor de la familia, dañado por su obra La Casa de Bernarda Alba y su homosexualismo).
Pensamos que no se va a averiguar nada de importancia suficiente que justifique la intervención de ese lugar.
-¿Prefiere no remover la historia?
La historia hay que removerla lo que haga falta. Investigar, saber y dar a conocer lo que pasó en este país. Hemos sido los primeros en denunciar el horror de la represión franquista. Por eso, no es que no queramos remover la historia, sino que en este caso se trata de una cuestión muy literal: no queremos remover esos huesos. Por eso creo que no es legítimo poner las dos posturas en términos de una actitud progresista y una actitud conservadora.
-Hay quienes señalan que el cuerpo de Lorca no está en Víznar y que por eso ustedes no quieren abrir la fosa. Que habría sido exhumado por el franquismo o que el padre del poeta pagó para que le devolvieran el cuerpo.
Las teorías de que se le desenterró no tienen ninguna credibilidad ni verosimilitud. Es impensable que mi abuelo, en plenos fusilamientos, pudiera presentarse allí a desenterrar al hijo recién fusilado. Es un disparate sin ningún fundamento. Incluso, a mediados de los años 50, hubo un intento de hacerle un homenaje y un mausoleo, al que se negó mi familia.
-¿Qué lectura hace de La Ley de Memoria Histórica?
Al reconocer el derecho legítimo de todos los herederos, sigue dejando las cosas en el aire.
-En los medios locales se ha dicho que el poder y la influencia de la familia Lorca impedirán que finalmente se abra la fosa.
No tenemos ese poder. Lo poderoso es el nombre de Federico García Lorca, no su familia.
-¿Les preocupa el interés mediático que se produciría si se abriera la fosa?
Sí, francamente, porque la figura más conocida de los que están ahí es Federico García Lorca y hay mucho morbo en torno a la cuestión. Hay gente con nombre y apellido que tiene mucho interés y curiosidad en sacar sus restos. Algunos han llegado a decir que los restos de Lorca son del mundo y eso no es cierto. La obra de Lorca y su vida son de todos, pero sus restos no, son nuestra responsabilidad.
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