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El Príncipe, barrio de los desheredados

TERRORISMO
El Príncipe, barrio de los desheredados
La última célula salafista desarticulada en Ceuta nació en una barriada castigada por el olvido y la marginalidad, un auténtico gueto. Decenas de jóvenes han encontrado una salida en el Ejército, pero otros siguen sin ver la suya.

COLPISA. Ceuta | Como cada mañana, Abselam enfila la angosta calle en la que vive. Enciende un cigarrillo y saluda a los vecinos con los que se encuentra en su lengua materna: el dariya, un dialecto del árabe que se habla en la zona norte de Marruecos que un día fue española. Ahmed, un padre de familia con cinco hijos a los que alimentar, le devuelve el saludo en la misma jerga. Abselam salió hoy de casa un poco más tarde que de costumbre, pero no hay prisa.

Cuando llega a la cantina donde suele empezar cada día una nueva jornada, el camarero comienza a prepararle, en un fuego de carbón, un té a la menta. Abselam saca de su bolsillo un pequeño trozo de hachís y lo deshace en su mano. Es lunes, pero no tiene que trabajar hoy. Si fuese martes, tampoco. Lo mismo los miércoles. Es lo normal en Príncipe Alfonso, un barrio situado a unas decenas de metros de la frontera entre Ceuta y Marruecos en el que oficialmente viven unas 8.000 personas, pero donde la realidad cuenta hasta un mínimo de 12.000.

El paisaje urbano que contempla Abselam tendría que ser bien distinto, pero el Príncipe es un barrio en el que no hay presencia policial, al que no llega la prensa y en el que la única farmacia nunca está de guardia por las noches, así que no hay que cumplir las ordenanzas municipales. No pasa nada, aquí es normal, explica Abselam mientras el humo de su porro se mezcla con el de las pipas de kifi que degustan dos hombres de unos 60 años mientras conversan al calor de un té.

El Príncipe es un barrio de 3.000 viviendas y chabolas diseñado a golpe de obras ilegales por los propios vecinos. Entre ellas, varias llaman la atención porque emergen de entre el bosquejo de casas bajas con unas dimensiones fuera de alcance del bolsillo de cualquier trabajador. La explicación: en los años dorados del Príncipe, en las dos últimas décadas del siglo XX, el barrio vivía del contrabando y, sobre todo, del tráfico de hachís.

Sin salidas

Era algo que los gobiernos siempre permitieron, las planeadoras (embarcaciones neumáticas de gran potencia) salían del puerto deportivo con tranquilidad y todo el mundo lo sabía; a los gobiernos les interesaba dejarles, era el medio de vida de muchos vecinos, y de mucha gente de Ceuta porque con el dinero que ganaban se compraban coches, motos, joyas, mucha ropa de marca… Al final, directa o indirectamente, mucha gente comía del hachís, relata Mustafa, un amigo con el que Abselam comparte el tiempo libre.

Entre finales de los 90 y principios de este siglo todo cambió, y el Gobierno -Hacienda y la Policía- frenó el narcotráfico y dejó sin trabajo a los jóvenes del barrio. Decenas de ellos han encontrado en el Ejército una salida. El presidente de la asociación Jóvenes en Acción, Karim Mohamed, calcula que al menos el 50 por ciento de los varones de entre 18 y 30 años se han alistado. Es la vía para poder formar una familia, para no tener que quedarse a vivir en casa de sus padres (a veces incluso casados), como muchos jóvenes del barrio.

Es lo que le ocurre a Abselam, que abandona el cafetín después de dos horas para comer junto a sus padres y dos de sus cuatro hermanos. El problema es que no hay trabajo, se queja. Ni formación. Sólo hace tres años el fracaso escolar en los dos colegios del barrio, tanto en primaria como en secundaria, alcanzaba el 50 por ciento, según cifras de la Dirección Provincial del Ministerio de Educación y Ciencia.

El delegado de Educación en Ceuta, Juan José León Molina, dice que ese que porcentaje ahora ha caído a la mitad por los programas de refuerzo educativo que ha puesto en marcha el ministerio y al cambio de mentalidad en una sociedad que cada día tiene más clara la importancia de la educación.

Olvido institucional

Pero el Príncipe es la última mierda de Europa, advierte el presidente de Jóvenes en Acción. El actual Gobierno de Ceuta, del PP, 2001 ha destinado a las infraestructuras del barrio, desde 2001, unos 2,3 millones de euros, la cuarta parte, por ejemplo, de lo que va a salir de las arcas municipales para reformar una plaza en el centro y construir bajo ella un aparcamiento subterráneo.

La cifra se eleva a 5,1 millones de euros si se incluyen algunos programas de formación e inserción laboral cofinanciados por la Unión Europea, y a 15,6 contando con una promoción de viviendas ideada para reducir el chabolismo en el barrio y en alguna otra zona más de Ceuta. Pero la red de saneamiento es de los años 60, el cableado eléctrico sobrevuela las calles, el alumbrado público no inexiste en muchas zonas y los cortes de luz son frecuentes.

Lo explica el presidente de la Asociación de Vecinos de la barriada, Laarbi Mohamed: En el periodo que va desde 1987 a 1996 había 36 farolas en toda la barriada y algunas no funcionaban. Sigue habiendo zonas enteras sin agua, sin alumbrado y hay quien tira de la cadena y la mierda sale a tres metros de su casa. Aunque se sienten españoles, los vecinos se consideran discriminados y abandonados.

La opinión la secunda el responsable de Jóvenes en Acción, que añade: La última vez que se asfaltó el barrio fue cuando Francisco Álvarez Cascos lo visitó, en 1998. El entonces ministro de fomento prometió una inversión de 5.000 millones de las desaparecidas pesetas que nunca llegó.

Vivero de terroristas

Los profesores de la Universidad de Granada Javier Jordán, del departamento de Ciencias Políticas, y Humberto Trujillo, de Psicología Social, publicaron su estudio Entornos favorables al reclutamiento yihadista: El barrio del Príncipe Alfonso (Ceuta) el 22 de noviembre de 2006, veinte días antes de que la Policía asestara en esa barriada el segundo mayor golpe del año en España contra el terrorismo islamista, y el más importante de la historia de la ciudad autónoma. Fueron detenidos once miembros de una célula de la Salafia Yihadia, de los que siete permanecen aún en prisión por orden de la Audiencia Nacional.

Se dice que si éste o el otro son muy religiosos, pero ¿qué problema hay?, ¿qué es ser muy religioso?, ¿eso es malo?, reflexiona Abselam con Mustafa y Faisal, amigos con los que comparte interminables tardes de calle y cafetín, de conversaciones y sentidas partidas de parchís y dominó que se mezclan con los tés, cafés, zumos, refrescos, pasteles y hachís.

En el Príncipe no hay cines, ni salas de recreativos, ni cibercafés ni un centro de ocio. La calle es todo, resume Abselam mientras vuelve a casa. Este martes, volverá a las calles sobre las 12 del mediodía. Le espera otro día del que nada indica que pueda ser distinto a todos los demás.
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