Protagonistas
«Fue un ataque organizado»
El santanderino agredido en Rusia por ultraderechistas se repone en el hospital de Voronezh
TEODORO SAN JOSÉ/SANTANDER
PREOCUPADOS. Los padres de Mario, con una fotografía del hijo agredido en Voronezh. / BRUNO MORENO
ImprimirEnviar
«Fue un ataque organizado, nada fortuito ni provocado». Mario Rodríguez Patiño habla desde la cama de una de las habitaciones del hospital Clínico de Voronezh, donde se encuentra internado desde que el domingo por la tarde él y varios amigos fueran agredidos por un grupo violento, al parecer de tinte racista y xenófobo. A Mario le rompieron una botella en la cabeza y le cosieron a golpes; peor desgracia sufrió su compañero Enrique Angelis Hurtado, un estudiante peruano que llegó cadáver al hospital a causa de dos navajazos.
Mario rememora el violento trance en que se vio envuelto, aunque habla con miedo, con ciertos reparos, como si pretendiera evitarse represalias. Aunque no tiene dudas: «Aquí hay racismo, hay violencia y bastantes movimientos ultraderechistas. Se respira una atmósfera de miedo», dice al tiempo que recuerda que este mismo año ha muerto otro peruano en Moscú por el mismo motivo.
Su relato habla de una pandilla -tres chicas rusas, otro chico ruso, dos peruanos y él- paseando tranquilamente por un parque de la ciudad. «De repente un grupo de unos quince se abalanzó sobre nosotros y nos dieron de hostias. Fue un ataque organizado: nos siguieron en silencio, nos atacaron por sorpresa y con las mismas se largaron. No fue a lo loco».
Uno de los agresores le rompió una botella en la cabeza. Otros le machacaron a golpes. Como resultado, una conmoción cerebral, tres contusiones en la cabeza y otras tres brechas en el cuerpo. «Salí corriendo a pedir ayuda. Lo único que me salió fue gritar ¿Socorro, socorro¿ en español». Al poco se encontró con un matrimonio ruso. «Al principio se reían de mí, hasta que vieron la sangre. Luego me llevaron al hospital. Allí es donde vi al peruano ya cadáver».
Miedo
Hasta tal punto Mario pone sordina a sus palabras que se niega a contestar si esta traumática experiencia le moverá a acortar su estancia en aquella ciudad rusa y volverse para España. «No quiero decir nada. Si me voy o si me quedo me lo reservo para mí y para mi familia ¿Por qué este secretismo? Las redes ultraderechistas se comunican entre sí. No quiero que sepan nada».
Este estudiante santanderino, de 27 años, llegó a Voronezh, una ciudad situada a unos 400 kilómetros al sur de Moscú, el pasado 23 de septiembre. Procedía de la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada, donde cursa inglés y ruso. Llegó «con mucha ilusión» becado por tres meses y con el pensamiento puesto en permanecer allá más tiempo perfeccionado el ruso. «No, no quiero decir nada».
Al final, no obstante, Mario se sincera: «Si hablo con vosotros es por una razón. Tengo entendido que el ministro ruso de Asuntos Exteriores está en Madrid o va a ir para allá, no sé. Quiero que lo lea, que se entere de que esto pasa aquí. Que se tomen medidas y se coja a estos asesinos. Que se eviten hechos similares en el futuro ¿Cuántos tienen que morir para que se tomen medidas?», se pregunta dolido.
Mario espera recibir pronto el alta médica. «Mi situación es normal, estable. Aparentemente sin complicaciones», dice. A su lado se repone Alejandro Lavaro, el otro peruano herido en la agresión. Por seguridad, el acceso al hospital se hallaba custodiado.
Descargar