Una investigación dirigida por el Jardín Botánico de Madrid desvelará si son «fósiles vivientes» las plantas aparentemente más antiguas en la Península Ibérica y Baleares, es decir, aquellas especies únicas en su género que persisten con escasas poblaciones y un pasado de al menos tres millones de años.
La investigación está siendo dirigida por el biólogo Pablo Vargas, del Real Jardín Botánico de Madrid (CSIC), con la colaboración de científicos de la Universidad de Granada, el Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA), que es un centro mixto del CSIC y la Universidad de las Islas Baleares (UIB), el Jardín Botánico de Valencia y la Universidad de Edimburgo.
El trabajo, en el marco de la primera convocatoria de Proyectos Cero 2010 en Especies amenazadas de la Fundación General CSIC, ha sido seleccionado de entre cinco proyectos, dotados en total con un millón de euros aportados por esa entidad, el Banco Santander y el CSIC.
El científico Pablo Vargas explica que las particularidades geográficas de la Península Ibérica como área refugio en Europa permiten acoger a un elevado número de especies florales bien distribuidas (7.000), pero también otras muchas (unas 100) en peligro de extinción. No obstante, entre todas las especies amenazadas de la flora española urgen medidas de protección a «las joyas» del patrimonio natural, que son precisamente los denominados «fósiles vivientes» que están al borde de su extinción, advierte el experto.
En el marco de este trabajo se estudiará el origen en el tiempo de cinco plantas de distintas familias botánicas que son muy poco conocidas, pero muy importantes desde el punto de vista científico. Se intentará confirmar si es correcta la denominación de «fósiles vivientes» en ciertas especies relacionadas con «el mayor reto de conservación de plantas en España» por ser únicas en sus respectivos géneros y hallarse repartidas en poblaciones muy escasas y amenazadas.
Una de las líneas de investigación recurrirá a los relojes moleculares para descifrar cuándo se separaron unos linajes de otros, y si se dieron procesos de ese tipo, con un horizonte de unos tres millones de años atrás en el tiempo, que es cuando aproximadamente se estableció en la Península y Baleares el clima mediterráneo tal como hoy se conoce.
En el caso de que los resultados de la investigación finalmente desvelaran que cada uno de los linajes de cada una de las cinco plantas estudiadas es anterior a esa época de establecimiento del clima mediterráneo, se confirmaría el calificativo atribuido de «fósiles vivientes» desde el punto de vista biogeográfico y botánico.
Ello podría significar que a esas plantas no les fue bien el clima mediterráneo y precisamente ese factor habría desencadenado el proceso de extinción de poblaciones. Sin embargo, según el científico, todavía es demasiado pronto para interpretaciones o avances sobre el posible desenlace del trabajo.
En el caso de que no se confirmaran esas suposiciones y el origen de estas especies de plantas fuera datado en tiempos más modernos, perdería fuerza la idea de llamarlas «fósiles vivientes».
Dos de estas plantas son de la familia de las margaritas. La primera es la «Avellara fistulosa», una especie perenne que segrega leche tóxica para defenderse de los herbívoros, con una sola población española en las tierras bajas del Parque Nacional de Doñana (Sevilla). La segunda, el «Castrilanthemum debeauxii», es una planta leñosa de montaña, de la que se han encontrado poblaciones en las sierras andaluzas contiguas de Castril, Guillimona y Cabrilla.
Las restantes son la «Gyrocaryum oppositifolium», la «Naufraga balearica» y la «Pseudomisopates rivas-martinezii».