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Experiencia íntima y fidelidad política

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Experiencia íntima y fidelidad política
Cristianismo y humanismo. El profesor Antonio L. Cortés Peña dirige una historia de las iglesias y las sensibilidades del cristianismo moderno

el día
heroísmo barroco. Rubens. Milagros de San Carlos Borromeo.
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El origen de la Europa moderna está estrechamente ligado a cambios profundos en la experiencia religiosa. Tal vez sean menos espectaculares que los grandes descubrimientos geográficos, las rivalidades dinásticas o los circuitos del metal precioso. Pero cualquiera de estos fenómenos estuvo conducido y protagonizado por personas que, al mismo tiempo, se preguntaban por la salvación de su alma, la justicia del césar y la misericordia divina ante los desafíos del mundo moderno.

Este libro, concebido por historiadores, se ocupa del cristianismo no como tradición textual o teológica, sino como dimensión esencial de la vida de los europeos de los siglos modernos. Espacio de indagación, conquistado para los laicos por el movimiento mendicante de los siglos XII y XIII, el cristianismo se teorizó, pero sobre todo, se vivió con autenticidad y pasión en los siglos XV y XVI. La riqueza del panorama espiritual de estos primeros momentos está sintetizada por Rafael Pérez que explica el fenómeno de las reformas como alternativa intimista y personal a la religión encorsetada de los medios oficiales. Propuesta nueva que primó el valor de la caridad por encima del estado en el camino de perfección.

La vida misma, antes que el estatus alcanzado, se convertía en teurgia, es más, en signo de revelación. Las consecuencias para el orden eclesial y para el gobierno temporal, pueden imaginarse. De ellas trata también este libro en los capítulos que se dedican a las reformas protestantes (Teófanes Egido) y a la contrarreforma católica (García Cárcel y Josep Palau). Proceso este último que adquiere una orientación nueva, que hace frontera, más que oponerse, con el luteranismo y el calvinismo. Porque hubo un movimiento interno y anterior a Lutero en los países mediterráneos; un movimiento que compartía el ideal de renovación humanista, de búsqueda de unos orígenes más sinceros y puros, aunque luego esta ideología, en manos de las autoridades religiosas, desembocara en los dos bandos, en una postura integrista, campo de abono para la reafirmación del dogma y el disciplinamiento de los súbditos-feligreses.

El triunfo del absolutismo tuvo, como demuestran J. Javier Ruiz y Marco Penzi, su correlato en el fideísmo religioso. La artillería de los anatemas resonó por toda Europa, generando sus damnificados (los exiliados por motivos de confesión). Poco espacio quedaba para la especulación, para la teología mística, si no era a través de sofisticadas estrategias literarias que nacían, por ejemplo, en la intimidad de los claustros femeninos (Isabel Poutrin). El campo quedaba abierto, en cambio, para la propaganda y la fiesta, siguiendo la máxima de Tafuri: sorprender para someter (Álvarez Santaló); subsistiendo, en todo caso, siempre un canal de abajo a arriba, de pervivencia de la piedad popular (López Muñoz).

La glosa de este excelente libro no puede terminar sin elogiar al profesor de la Universidad de Granada Antonio Luis Cortés Peña que ha armonizado tantas sensibilidades en un discurso que pese a su variedad mantiene un hilo conductor común: el cristianismo como experiencia individual y como práctica de poder, si aceptamos que el individuo y el poder del Estado son las claves para entender mundo moderno.
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