En las entrañas del islam
La fértil pluralidad de un credo. El islam, la más joven de las tres religiones monoteístas, ha sido fecundo en corrientes jurídicas y religiosas que agrupan a 1.300 millones de musulmanes en el mundo
– La versión gore del hanbalismo
Rocío Rubio. Recomienda esta noticia
Cuando Abdelkader Bouziane justificaba en una mezquita francesa la violencia contra las mujeres adúlteras, no imaginaba que iba a pagar sus palabras con un vuelo sin vuelta con destino a Argelia. Era el quinto imán al que le pasaba factura haber citado el Corán, según declaró mientras encendía la hoguera de la discordia al acusar a Francia de llevar a cabo una cruzada contra el islam. Esas cinco letras que, unidas, evocan multitud de matices durante los catorce siglos de historia que esta religión lleva presente en la tierra.
El imán Bouziane, de tendencia salafista, representa tan sólo una de las múltiples caras del islam, que acoge interpretaciones de lo más diversas, desde las más místicas hasta las más fundamentalistas.
Desde que el profeta Mahoma hiciera su aparición en el tablero de la Península Arábiga en el siglo VII, el islam ha sido fecundo en escuelas jurídicas y en corrientes de pensamiento. Entender la complejidad del mundo arabo-islámico contemporáneo requiere montarse en la máquina del tiempo para observar en qué contextos surgen los movimientos y la trascendencia que puede llegar a tener en los destinos que rigen actualmente muchos estados.
Se calcula que son 1.300 millones de musulmanes los que rezan mirando hacia la Meca cinco veces al día. Y cinco son los continentes por donde se dispersan, concentrándose sobre todo en el norte de África, Oriente Próximo e Indonesia.
Si comparamos el islam con un árbol, éste tendría dos troncos de los que nacen a su vez varias ramificaciones. Esas dos ramificaciones son la chía, que agrupa al 15 por ciento de los musulmanes que hay en el mundo, y la sunna, que agrupa al 85 por ciento restante.
Lo que tienen en común tanto chiíes como suníes son cinco principios, los llamados cinco pilares del islam: la fe, la oración, el ayuno, la limosna y el peregrinaje a la Meca al menos una vez en la vida.
Un único libro, el Corán. Y un único profeta, Mahoma, que con su muerte, en el año 632, deja abierto el dilema de la sucesión. Fue una cuestión de liderazgo lo que termina por desestabilizar la concordia de esas primeras generaciones de creyentes musulmanes. Estas tensiones políticas fueron el caldo de cultivo para que emergiera el chiísmo como una de las variantes doctrinales del islam. Si bien los suníes aceptaron un puesto electivo más que uno hereditario, los chiíes por el contrario consideraron que al Profeta sólo le podía suceder un pariente suyo, y quién mejor para sucederle que Alí, casado con la hija favorita del profeta, Fátima.
Pero todas las esperanzas se fueron al traste cuando su hijo, Hussein, murió a manos de los califas Omeya en la batalla de Karbala. Los chiíes, poco más de uno de cada diez musulmanes, se concentran en Irán, donde son mayoría (99 por ciento de la población), Yemen e Iraq, con un 65 por ciento.
La otra gran rama del Islam, el sunismo, representa una mayoría aplastante. La sunna recoge los dichos y hechos del Profeta, y junto con el Corán conforma la sharía o ley islámica, que regula el comportamiento de todo musulmán.
La sharía como código rige en algunos estados, aunque tiene una aplicación distinta que está motivada por la escuela jurídica que predomine. Si bien países como Pakistán o Yemen contemplan la pena a muerte por lapidación en sus códigos penales, hace años que este tipo de condenas crueles no se llevan a cabo en estos estados y se conmutan con la cárcel o con latigazos.
Sin embargo, Arabia Saudí, y hasta hace pocos años Irán, sí que han venido matando a pedradas a las personas sentenciadas como adúlteras. Lo nefasto es que en los países donde no existen ni verdaderas constituciones ni códigos penales, intentan aplicar la tradición, explica Carmelo Pérez Beltrán, arabista de la Universidad de Granada. En Arabia Saudí, donde rige la escuela más rigorista del sunismo, las mujeres no pueden conducir, no hay cines y la convivencia con otras religiones es una utopía.
Para incentivar aún más la complejidad de esta religión, el islam suní y el islam chií se despliegan en escuelas jurídicas y en corrientes de pensamiento que se han ido ramificando con el transcurrir del tiempo. Lo que viene a demostrar que el islam no es algo homogéneo, sino que hay muchas corrientes y lecturas según explica la directora del Departamento de Estudios del Instituto Europeo del Mediterráneo, María Ángels Roque.
Dentro del islam suní, hay cuatro escuelas jurídicas que aparecen desde muy temprano: hanafí, shafí, hanbalí y malekí. De estas cuatro escuelas, que toman sus nombres de sus fundadores directos, la que ha tenido más trascendencia ha sido el hanbalismo, afirma el catedrático de Pensamiento Político de la Complutense Antonio Elorza. Esta escuela coránica se caracteriza por ser la más rigorista de las cuatro. Dentro del seno del hanbalí, que se extiende en Arabia Saudí, surge la figura de Ibn Taymya, que es clave para entender el integrismo hoy día, añade.
Si hay algo que diferencie a la comunidad chií del resto de los musulmanes es la importancia que éstos dan a la figura del imán, que reúne en sí mismo una doble dimensión política y religiosa. Un halo de esoterismo rodea a los chiíes que se dividen en tres grupos fundamentales, dependiendo del número de imanes en el que crea.
Los que tienen más número de adeptos son los duodecimanos, que se concentran en Iraq e Irán, este último país referencia obligatoria para los chiíes del mundo. El transcurrir político de Irán no se podría entender sin el papel que representó el chiísmo en este país que pasó en cuestión de días de una monarquía con sueños de occidentalización a una República Islámica en 1979. Irán fue un referente para muchos grupos fundamentalistas que aspiraban a extender la revolución islámica a otros países donde la sharía fuera el código que rigiera las conductas sociales. Con un 99 % de la población chií, muchos iraníes llegaron a ver en el ayatolá Jomeini al duodécimo imán desaparecido, una comparación que él nunca osó nunca osó a hacer.